lunes, 15 de octubre de 2012

Entre Sierpes y Tetuán


 Sevilla tiene hermosas y resplandecientes Capillas, pero solo dos reciben el nombre de Capillita: la de San José en Sevilla y la del Carmen en Triana (existen más, pero en estas se resume gozosamente este concepto capilleril). Situada, la de San José, entre las calles Sierpes y Tetuán, concretamente en la de Jovellanos, esta imperecedera joya del Barroco se nos representa como uno de los centros neurálgicos sentimentales-espirituales de la Ciudad de la Gracia (y las desgracias). En ella todo, absolutamente todo, esta justamente equilibrado tanto en el fondo como en la forma. Fue declarada Monumento Nacional el 5 de septiembre de 1912 (curiosamente en la misma fecha que la triste e injustamente olvidada Iglesia de Santa Catalina). En 1931 fue salvajemente incendiada producto de la intolerancia y la sinrazón de los preámbulos de la infausta Guerra in-Civil. Afortunadamente y a pesar de que algunos no estén dispuestos a “pasar página”, estos lamentables episodios quedan definitivamente contextualizados en nuestra Historia mas calamitosa. Conocer los errores del pasado es el mejor antídoto para no repetirlos en el presente. Comparto plenamente con mi amigo y compañero de sentires “jondos” y sevillanos, José Luis Tirado, que la Capillita de San José y la Iglesia de San Luis de los Franceses se configuran como las grandes ignoradas por muchos sevillanos (los mismos que se llevan todo el santo día presumiendo de militante “sevillanía”). Esta Capillita de belleza tan singular está sabiamente regida por los Padres Capuchinos. Escuchar en ella misa de doce un domingo cualquiera es un regalo que gratuitamente podemos hacerle a nuestros sentires más nobles. No les molestaré detallando la riqueza artística de su interior ni tampoco la belleza arquitectónica de su exterior, emplazándoles a que en Internet (a través de Wikipedia, por ejemplo) obtengan información de la misma. Se debe visitar pausadamente y recorrerla interiormente partiendo desde la derecha (sin que esto tenga ninguna connotación política). Terminaremos, en una vuelta completa, ante un altar donde se venera a un excelente Jesús Cautivo y, al salir, nos daremos de bruces con un tradicional “Puesto de flores”. Las Capillas sevillanas en general, y la Capillita de San José en particular, representan un remanso de paz ante un mundo tan agitado y convulso como el que padecemos. Allí no hace falta ni que recemos pues las paredes lo harán por nosotros. Si existe algo más importante en estos bellos recintos que buscar a Dios es el buscarnos a nosotros mismos. Estamos y vivimos destemplados por unas circunstancias poca o nada favorables para la quietud. Sevilla posiblemente sea la Ciudad del mundo donde existen más sitios para el temple y, paradójicamente, cada día tiene menos templanza. Líbreme Dios de marcarle a nadie su “agenda sentimental”, pero pasar de largo por una fuente de agua fresca y cristalina cuando vas sediento carece de sentido. Hemos puesto de moda, dentro de nuestra imperante banalidad, la rimbómbate frase de: “Darle sentido a nuestra existencia”. Por ahí andamos y la fórmula es bien sencilla: “Existir, haciendo acopio y disfrutando de lo singularmente bello que la Ciudad nos ofrece”. Como por ejemplo, la Capillita de San José.

1 comentario:

José Luis dijo...

Cada vez que paso por esos rincones recuerdo en cómo los disfrutaba de niño y joven y cómo lo hago ahora. Menos asiduidad pero más intensidad en lo vivido. Me aferro más que antes a lo que amo, no sé si porque pienso que cada vez me quecda menos de disfrutarlo. Saludos, Juan Luis.