lunes, 28 de octubre de 2013

Los referentes





Que cada persona construye su manera de vivir acorde con sus circunstancias y sus necesidades se nos presenta como una verdad incuestionable. Hay quienes no necesitan a Mozart para vivir y sin embargo hacen inseparable compañeras de su viaje existencial  las recetas de Arguiñano. Quede claro que cada uno es muy libre de buscar su felicidad donde lo crea conveniente.  La sempiterna teoría de vivir para comer o comer para vivir excluyendo los pentagramas de la olla express o viceversa. Todo al final tiene su tiempo y su medida. Cada cosa en su sitio y cada sitio en su cosa. Algo que en la actualidad si resulta llamativo y puede que hasta preocupante es la falta de referentes. No existen referencias morales, sociales, políticas y/o culturales a las que puedan  aferrarse las nuevas generaciones.  Estamos instalados en la banalidad más absoluta y todo queda reducido al usar y tirar. La televisión vive exclusivamente para aumentar la audiencia (envileciendo si hace falta a la gente) y así ganar dinero con la publicidad. Los políticos viven para cosechar votos –y así llegar al Poder- proponiendo programas electorales que nunca serán cumplidos. Los escritores lo hacen para conseguir ventas masivas de sus libros. Los padres quieren proyectar en sus hijos el antídoto contra sus propias frustraciones. Todo está sujeto a un mercadeo donde la verdad ni está ni se le espera. Los que pretendan salirse de este círculo perverso y mercantilista no lo tendrán nada fácil. Nos desayunamos cada día con un nuevo caso de corrupción y nos acostamos con la sensación de que nuestras vidas están siendo expoliadas. Bien cierto es, como quieren que creamos, que ni es oro todo lo que reluce ni tampoco es plata todo cuanto brilla. Racionalizar lo “políticamente correcto” se nos presenta como una tarea ciertamente difícil de desarrollar. Cuando alguien lleno de sensatez apunta con su dedo a la luna todos terminamos mirándole el dedo. La culpa de lo que nos pasa siempre la tendrán los demás. Lo dejó dicho meridianamente claro el recordado John Fitzgerald Kennedy: “No os preguntéis que puede hacer vuestro país por vosotros. Preguntaos que podéis hacer vosotros por vuestro país”. Pero también dijo algo que se nos presenta de palpitante actualidad y no debíamos olvidar: “Perdona a tus enemigos, pero no olvides sus nombres”.

1 comentario:

José Luis dijo...

Magnifica entrada y buen referente, en este caso, para ponerse a pensar. Un abrazo.