domingo, 23 de marzo de 2014

Don Adolfo Suárez González





Se nos ha muerto (digo bien cuando escribo “se nos ha muerto”. Pues así ha ocurrido para todos los españoles de bien independiente de sus ideologías) don Adolfo Suárez González. Alma máter de la Transición española y uno de los políticos claves (junto a Santiago Carrillo y Felipe González) del modélico discurrir de este dificilísimo periodo de la vida política española.  Don Adolfo Suárez tuvo que pelear en solitario sin más ayuda que media docena de incondicionales (entre los que se encontraba el propio Rey) y el inestimable soporte moral y sentimental de su mujer Amparo. La Derecha lo acusaba de renegado y traidor y la Izquierda desconfiaba plenamente de alguien que venía de los últimos laberintos del Régimen franquista.  Posiblemente existan pocos casos en la Historia de este castigado país nuestro donde alguien tuviera que capear un mayor temporal subido en una frágil barquita. La muerte de su Amparo del alma a causa de un cáncer en 2001 y, fundamentalmente, la de su adorada hija Mariam por la misma causa en 2003 terminaron por derrumbar a un hombre que parecía indesmayable.  Nunca volvió a ser el de antes y se prodigaba poquísimo en actos públicos y/o políticos. Afortunadamente, como siempre pasa por estos pagos, los años lo han terminado por encumbrar y la Historia lo ha puesto en el olimpo de los personajes que han hecho patria sin tener que empuñar más armas que la que dimana de la razón y la concordia.  Pudo saborear su bien ganado prestigio popular antes de que el maldito Alzheimer le borrara la memoria a aquel que representaba la Memoria de la Transición española (¡que triste paradoja!). Ahora todos los medios de Comunicación se llenarán de artículos laudatorios y muchos de los que en vida lo “machacaron” se deshacen en elogios de todo tipo.  Amigos, esto es España una tierra donde es necesario morirse para que se valoren los méritos contraídos en vida.  Cuando la política está atravesando en nuestro país uno de sus momentos de menor credibilidad, políticos como don Adolfo Suárez nos reivindica con la verdad de las cosas.  Descanse en paz aquel que supo tirar del carro de la Democracia española  entre ruidos de sables cuarteleros y demócratas de pastiche. Los ciudadanos españoles de bien le estaremos eternamente agradecidos por lo que hizo y, lo más importante, por como lo hizo.  Se llamaba, nunca debíamos olvidarlo, don Adolfo Suárez González y era natural de un pueblo de Ávila llamado Cebreros.

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