lunes, 21 de marzo de 2022

El silencio de los pájaros



“Los pájaros ya no cantan” observó el poeta; “Será que no les pagan” dedujo el economista.   (El Roto)


Los pájaros como por arte de magia han desaparecido de las calles y plazas de la Ciudad. Esos pajarillos pardos de la carrera de San Bernardo que cantaba Serrat hace tiempo que nos dejaron o, lo que es peor, los dejamos nosotros a ellos. Pájaros cantarines mañaneros que se posaban en las barandillas de los balcones o en los poyetes de las ventanas. Desapareció hace ya muchos años el Mercadillo de pájaros de la Plaza de la Alfalfa donde de niño iba cada domingo acompañando a mi padre (gran amante de los pájaros fundamentalmente de los canarios). Ahora lo que proliferan son palomas embuchadas y sucias que, más que volar, arrastran sus pesados cuerpos lentamente por el suelo. Lejos quedan las palomas de la niñez de la Plaza de América con sus vuelos rasantes en busca de los arvejones de cualquier mano amiga. Se te posaban en los hombros y hasta en la cabeza como un detalle de mutua confianza. Hoy, ni las palomas se fian de las personas ni las personas se fían de las palomas. Ya nadie se fía de nadie.  Los pájaros a lo largo de los años se habían acostumbrado a la vida de las grandes ciudades y eran un contrapunto de equilibrio racional ante tanto desorden. En la más que extraordinaria película “Matar a un ruiseñor” se les pone de parábola ante la irracionalidad y la barbarie que desarrollan los humanos. Recuerdo que en el Colegio San Isidoro (popularmente Mesón del Moro) había en la puerta (sigue todavía) una cerámica que alertaba a los niños de que había que proteger y cuidar a los pájaros; maltratarlos era de malas personas con muy malos instintos. Los gorrioncillos de nuestra niñez que le dábamos como sustento un trozo de pan mojado y que nuestras madres asistían complacidas a aquella relación bondadosa entre niños y pájaros. Hoy los “pájaros” (pajarracos) solo se relacionan entre ellos  pues se llevan todo el tiempo cavilando la forma de llenar los sacos de su infinita avaricia. Los grandes pájaros metálicos defecan sus criminales  bombas sobre las poblaciones indefensas. Ya el gran cineasta Alfred Hitchcock en su película “Los pájaros” nos dejó una muestra de lo que pueden hacer los malos  pájaros con nosotros si los dejamos crecer sin control. La banda sonora de las mañanas primaverales sevillanas (los pájaros) hace tiempo que enmudecieron. 

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