miércoles, 9 de marzo de 2022

La trinchera infinita


La barbarie, en su expresión más perversa y canallesca, continua su imparable avance. Como corresponde a la alta tecnología del siglo XXI esta es una Guerra narrada en riguroso directo y con todo lujo de detalles. Las imágenes que nos llegan a través de los informativos son espeluznantes. Una población indefensa que huye despavorida ante un aluvión de bombas y morteros que matan de manera atroz y discriminada a las familias que tratan de huir de la barbarie. Al frente de esta masacre un sátrapa sanguinario dispuesto, en aras de sus ambiciones personales, a arrasar la Tierra con sus criminales bombas. Pero, a que engañarnos, no está solo. Lo apoyan una cohorte de gente sin escrúpulos que lo jalean para que persevere en sus ínfulas imperialistas. A Hiitler y Stalin (referentes históricos de Putin) lo mantenían en el Poder círculos de influencia que lo utilizaban para sus propios intereses. Los manejaban como sanguinarios monigotes aunque a la larga, cuando ya era demasiado tarde, se percataron de que el monstruo se les había escapado de las manos. Es cuestión de tiempo que la Historia, a través de sus tribunales internacionales de justicia, procese a un criminal de guerra como es Putin. Algunos de sus más estrechos colaboradores también serán procesados pero, a que engañarnos, se irán de rositas muchos de los programadores de esta barbarie. Podemos citar a un centenar largos de dirigentes nazis, máximos responsables de la matanza de millones de judíos, que terminaron sus días tomando el sol plácidamente en alguna playa caribeña. Nunca terminan de secarse las lágrimas de cristal en los divinos rostros de las Dolorosas sevillanas. En  los campanarios de Roma y Sevilla las campanas, cada cierto tiempo, suenan a difuntos. La guitarra flamenca, en las amargas noches eternas, se templa para que el cante se exprese con su máxima crudeza por Siguiriya. Mientras, en Sevilla la Cuaresma sigue su ritual de actos y protocolos. Veo a la gente de la Trinidad portar sobre sus hombros al Señor de los Panaderos para que la tarde-noche sevillana se tiña de Fe y Esperanza. La Ciudad, nuestra Ciudad, siempre nos redime y nos fortalece a través de sus más nobles tradiciones. Soñamos con que la  trinchera infinita quede atrapada y desmontada para siempre en la sevillana Cuesta del Rosario. Nos quedan días difíciles, muy difíciles, de sobrellevar. Nos quedará siempre en la recámara la noble bala de la Solidaridad. En ello estuvimos, estamos y estaremos


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