Parece ser que el Ficus que existe en la Plaza de la Encarnación (centenario como las cosas importantes de la Ciudad) puede ser sometido a la eutanasia. Este Ficus ha visto perecer a tres de sus hermanos mas cercanos. Nada puede extrañarnos a estas alturas. En Sevilla la eutanasia urbana siempre ha estado de actualidad. Se la practicaron al recinto amurallado y a sus puertas de entrada y salida. También a la Plaza del Duque y a la de la Magdalena. A Teatros y Cines donde la excelencia eran sus señas de identidad. A Comercios y Establecimientos de ocio donde la exquisitez sevillana se hacia patente en todo su esplendor. Todo se hacia en nombre de una Modernidad que parece ser aquí nunca termina por llegar del todo. Varían los conceptos pero no las intenciones: antes se llamaba Modernidad y ahora le llaman Turismo. Ignoro cuantos Ficus quedan en Sevilla pero sin ninguna duda el mas famoso es el trianero de San Jacinto. Este árbol centenario, ante su demolición, provocó una fuerte respuesta ciudadana que propició el que se cambiara talado por mantenimiento. Cuando hay buena voluntad las cosas pueden arreglarse. Me desplazaba cada mañana a Triana para ver la evolución de aquel arboricidio. Casi siempre coincidamos allí los mismos y nos daba tiempo a dialogar sobre arboles, fantasmas y humanos. Recuerdo un día que al llegar vi subido a la copa del Ficus a tres muchachos muy jóvenes. Había una grúa de bomberos que allí se había desplazado para bajarlos por las buenas. Lo hicieron sin oponer resistencia no sin antes recibir un sonoro aplauso. El árbol, los arboles, forman parte de la vida cotidiana de las ciudades. Cuanto mayor sea su numero y su estado de conservación mayor será el nivel cultural y cívico de sus habitantes. Siempre han estado íntimamente ligados a la vida de los seres humanos. Arboles en la Literatura bajo la pluma andaluza y universal de Rafael Alberti (“La arboleda perdida”) o en la de José María Gironella (”Los cipreses creen en Dios”). En el mundo del cine dándole a la ficción la infinita grandeza de los sentimientos exponencialmente revertidos. Aparecen en títulos tan sugerentes como en “El árbol del ahorcado” (1959) y en “El árbol de la vida” (2011). Sevilla donde ya los veranos se nos hacen interminables le ha dado la espalda a su esplendoroso pasado arbóreo. Puedes recorrer en la Ciudad metros y metros de calle sin sentirte aliviado por una sombra protectora. Los arboles urbanos están sometidos al frenesí estresante de las ciudades. Ellos nos proporcionan sombra, oxigeno y son el mejor antídoto contra la contaminación atmosférica. Precisan para garantizar su existencia de severas medidas de mantenimiento y conservación. Se mueren no tan solo por viejos sino fundamentalmente por la dejadez que nuestras Autoridades muestran hacia ellos. Si tienen tiempo (también algún interés) vayan a la Plaza Cristo de Burgos o a la de San Leandro y verán arboles centenarios que forman parte de la Historia de la Ciudad. Vieron nacer a nuestros abuelos y han visto nacer a nuestros nietos. Son las raíces terrenales de una Ciudad que siempre se resistió a perder sus mas nobles señas de identidad. El Ficus, los Ficus sevillanos, como reflejo de un Paraíso en vías de extinción. Arboles impregnados por San Pedro del tabaco liado por cigarreras y por San Leandro del dulce olor de las yemas a las que Cernuda decía que era como “si mordiéramos los labios de un ángel”. Olores, sabores y raíces: la vida expresada en sus formas mas genuinas.
jueves, 21 de septiembre de 2023
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