Cambian los tiempos, cambian
las formas de entender la vida y, fundamentalmente, cambiamos nosotros. Se
celebran Cultos. Besamanos y Reuniones Cofrades en torno a lo que está por
venir. Todo parece moverse en el mágico circulo de nuestras tradiciones más
nobles. Sin embargo flota en el ambiente una sensación extraña.
Una
especie de alegría contenida donde, en algunas ocasiones, parecería que todavía
no estamos en Cuaresma. El gozo de las Vísperas no solo una frase hecha carente
de contenido. Asumo sin complejos que a ciertas edades el salir a ciertas horas
de “las cuevas” es algo que nos resulta gravoso. En la medida de mis
posibilidades me gusta ponerme “el traje de Cuaresma” y sentirme vivo y
participe de unos preámbulos que siempre me retrotraen a los dorados años de la
infancia y la juventud. Me gusta el Miércoles de Ceniza comerme la primera
torrija en La Confitería La Campana.
Pasarme por Triana para el besamanos del Cristo de las Tres Caídas. Escuchar misa en la Capillita de San José con la omnipresente presencia de su Señor Cautivo. Pasarme a mi cita anual con el Jesús Nazareno de El Silencio. Desgraciadamente estos días vas notando algunas queridas ausencias que te van configurando como una especie de Robinson Crusoe urbano. Algunos de mis grandes amigos ya no están y otros ya no se encuentran activados para la calle y sus circunstancias. De sobras es conocida la diferencia entre la Navidad y la Semana Santa. La primera, salvo para los niños y los jóvenes que todavía no tienen memoria, es melancólica por su propia naturaleza. La soledad de las sillas vacías. La Semana Santa es una fiesta fundamentalmente callejera y la calle, los espacio exteriores compartidos grupalmente, siempre es liberadora. La melancolía se transforma en alegría compartida incluso con los ausentes. Detrás de un redoble de tambor o un toque de corneta está la vida sevillana elevada a su enésima potencia. Estamos en la era de la IA (Inteligencia Artificial) y los protocolos vía online. No podemos negar la gran utilidad que las nuevas tecnologías aportan (o debían aportar) a la vida de las personas y al buen desarrollo de las instituciones. Lo que no podemos olvidar es que el contacto humano es fundamental para vertebrar a la que llamamos acertadamente nuestra Semana Mayor. Hay personas que dada su limitada movilidad agradecen sobremanera las retransmisiones televisivas semana-santeras y que la Hermandades, vía YouTube, retransmitan los Cultos internos de las mismas. El problema consiste en que quienes todavía pueden desarrollar un necesario contacto humano (por ejemplo el ir en persona a sacar la Papeleta de Sitio) renuncien a ello y se rindan en los brazos de la tecnología. Todo tiene (o al menos debía) su momento y su sitio natural. Las
Tradiciones son algo heredadas
de nuestros mayores y en la medida de nuestras posibilidades es nuestra
obligación no desnaturalizarlas en exceso. Al final todo es cuestión de
perspectiva: para algunos siempre será una Cuaresma más y para otros una
Cuaresma menos. La espera, la dulce espera, de volver a sentir sobre nuestra piel
los momentos que al final determinan quienes somos. Lo cantaba el añorado Pascual
González: Nazarenos de Sevilla por los caminos de Dios. Tiempo de Cuaresma o
los preámbulos de la Gloria.