jueves, 24 de abril de 2025

Cuando el Tiempo sustituye al Tiempo



Nunca me he considerado un experto en temas semanasanteros y, afortunadamente, para estos menesteres siempre puedo contar con un gran conocedor de esta hermosa efemérides de soles, nubes y  lunas como es el impagable Salva Gavira.  Sabe lo que dice y dice lo que sabe y en estos tiempos tan volátiles esto no resulta una cuestión baladí.  Veo, eso si, algunos elementos exponenciales que le van quitando poco a poco a nuestra Semana Santa  la levadura de lo profundo y sentimental para convertirla en una Feria de Vanidades.  Esta es una Fiesta a la que no debemos ni podemos acomplejarnos por llamarla de esta manera: Fiesta.  Celebramos la Pasión y Muerte del Mesías y los que profesamos la Fe cristiana nos unimos gozosos para celebrar su Resurrección.  Si prescindimos de estos tres elementos (Pasión, Muerte y Resurrección)  la Semana Santa será cualquier cosa menos un supremo ejercicio de Cristianismo.  Aquí participan de manera muy activa y presente miles de personas de toda clase y condición y siempre se ha dicho que el resultado más positivo de la masa son los calentitos.  Se observan tendencias mal llamadas novedosas que discurren por los difusos caminos de lo insustancial.  Posiblemente esta pasada Semana Santa me haya  resultado personalmente como una de las menos productivas (por falta de presencia física) en toda mi existencia sevillana.  Primero una afección estomacal me tuvo agarrado al sofá los primeros días de la Semana.  Luego el Tiempo (meteorológico) nos sustrajo del verdadero Tiempo que debíamos de celebrar:  el del encuentro de la Ciudad con su Historia sentimental.  Todo el santo día hablando de posibles chubascos; precipitaciones; hora de las mismas  y cielos tormentosos.  La Candelaria no pudo salir y, en un asumido y defendible ejercicio de personalismo,  cuando esto ocurre para mí la Semana Santa me resulta incompleta.  Además con el triste añadido de no poder ver pasar a La Macarena por la calle Parras  (siempre en la memoria los balcones del numero 35 del inolvidable Antonio Centeno).   Si algo tenemos meridianamente claro en esta Ciudad es que históricamente la lluvia y la Semana Santa en muchas ocasiones siempre caminaron cogidas de la mano.  La primera vez que salí de nazareno en La Candelaria tenia nueve años y no pude salir…. ¡por la lluvia¡    Vamos cumpliendo años a la par que también cumplimos Semanas Santas en nuestro currículo sentimental.  Cuando decimos que el año que viene Dios dirá es mucho decir pues ya cada día  se va  estrechando más el margen de tu existencia.  El Club de las Últimas Veces te va exigiendo su cuota en el día a día y estar al corriente con los recibos se nos convierte en una cuestión fundamental.  Pasa la vida, pasamos nosotros pero, afortunadamente, nuestra Semana Santa nunca pasa del todo. Ella se queda marcando a golpe de tambor y soniquete de corneta los  eternos tiempos inmemoriales de la Ciudad.  Nuestra Semana Santa siempre fue un claro reflejo de las distintas épocas que le tocó vivir.  La sociedad actual, con una clara tendencia hacia la banalidad, no le podía resultar indiferente.  La llamada “Cultura de la bulla” ya hace tiempo que saltó por los aires hecha pedazos.  Asistimos a una creciente masificación desnortada y sin rumbo.  Lo estentóreo y superficial le gana claramente  la batalla a lo verdaderamente profundo y sentimental.  Por la catedralicia Puerta de San Miguel  entran las cofradías para que se obre el milagro de que por la Puerta de Palos salgan las hermandades.  Puertas que se abren y cierran para que salga y entre la vida.

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