Deciamos ayer: que las hojas del almanaque son devoradas sin piedad por los afilados colmillos del tiempo. ¿Qué somos pues¿. ¿Una hoja otoñal a merced de los vientos¿. ¿Una canción de Serrat en un atardecer invernal¿. ¿Una puesta de sol en Bajo Guía con el trasfondo de la sonanta de Manolo Sanlúcar?. ¿El proyecto indefinido de un Ser Supremo?. O quizás sólo seamos retazos de la memoria que nos retrotrae a paraisos soñados y perdidos para siempre.
Cumplir años es ganarle parcialmente la batalla al reloj de la existencia. Somos alegría en el Reino del amor y la luz. Pena allí donde habitan los vencidos y las sombras. Nobles donde manda la solidaridad y la bondad. Perversos donde pleitamos por bienes materiales ajenos. Somos en definitiva un fruto que al final serán los demás quienes determinen si supo dulce o amargo.
Funcionamos como eslabones que engarzamos con nuestro pasado y dejamos abiertos al presente. Nuestro bagaje sentimental son nuestros recuerdos vividos o soñados. Paseamos de continuo por una Ciudad que nos convoca al amor y a la belleza en todas sus dimensiones. Trabajamos, amamos, gozamos y sufrimos. Todo, absolutamento todo -aunque presos de la melancolía por la distancia -, lo hacemos siempre a la amorosa sombra de la Giralda.
Nuestro mundo interior está formado por la sabiduría que desprenden los buenos libros. Por la emoción de aquellas peliculas que nos marcaron para siempre. Por obras de Arte que nos susurran emociones íntimas a través de la belleza. Por el Teatro como clarividente espejo de nuestras virtudes y defectos. Por canciones y coplas que nos cuentan historias trágicas y apasionadas. Por el temple de una muleta torera y un buen tercio de Soleá alfarera. Por aquel gol que nos llevó a la gloria futbolera. Por nuestros recuerdos y vivencias. Por contemplar al Hijo de Dios y a su Bendita Madre por la calles de Sevilla en medio del gentío. Por revestirnos –un año más- con una túnica de nazareno, que nos convierte en actores fugaces de una soñada y mágica Semana. ¡Tantas formas de enriquecernos espiritualmente y de llegar a Dios a través del Arte, la Pasión, la Fe y la Cultura¡.
Llevamos permanentemente de la mano al niño que un día fuimos. Será él quien en definitiva nos recuerde donde están nuestras raices. Somos la noche y el día. El gozo y la pena. La ansiedad y la templanza. La salud y la enfermedad. La vida y la muerte. Todo desordenado y unido a la vez. Ensamblado y anárquicamente armonizado como la vida misma. Navegamos en un velero llamado Fe, Amor y Esperanza con la confianza de llegar al puerto de la Alegría y la Felicidad.
Nos recordaran por lo que fuimos y no por lo que tuvimos. Sólo nos llevaremos con nosotros aquello de lo que nos desprendimos con alegría y bondad. Digamos pues recordando a Pablo Neruda y mirando hacía atrás sin ira…..” nací en Sevilla, Ciudad de la Gracia, y: confieso que he vivido “.
Cumplir años es ganarle parcialmente la batalla al reloj de la existencia. Somos alegría en el Reino del amor y la luz. Pena allí donde habitan los vencidos y las sombras. Nobles donde manda la solidaridad y la bondad. Perversos donde pleitamos por bienes materiales ajenos. Somos en definitiva un fruto que al final serán los demás quienes determinen si supo dulce o amargo.
Funcionamos como eslabones que engarzamos con nuestro pasado y dejamos abiertos al presente. Nuestro bagaje sentimental son nuestros recuerdos vividos o soñados. Paseamos de continuo por una Ciudad que nos convoca al amor y a la belleza en todas sus dimensiones. Trabajamos, amamos, gozamos y sufrimos. Todo, absolutamento todo -aunque presos de la melancolía por la distancia -, lo hacemos siempre a la amorosa sombra de la Giralda.
Nuestro mundo interior está formado por la sabiduría que desprenden los buenos libros. Por la emoción de aquellas peliculas que nos marcaron para siempre. Por obras de Arte que nos susurran emociones íntimas a través de la belleza. Por el Teatro como clarividente espejo de nuestras virtudes y defectos. Por canciones y coplas que nos cuentan historias trágicas y apasionadas. Por el temple de una muleta torera y un buen tercio de Soleá alfarera. Por aquel gol que nos llevó a la gloria futbolera. Por nuestros recuerdos y vivencias. Por contemplar al Hijo de Dios y a su Bendita Madre por la calles de Sevilla en medio del gentío. Por revestirnos –un año más- con una túnica de nazareno, que nos convierte en actores fugaces de una soñada y mágica Semana. ¡Tantas formas de enriquecernos espiritualmente y de llegar a Dios a través del Arte, la Pasión, la Fe y la Cultura¡.
Llevamos permanentemente de la mano al niño que un día fuimos. Será él quien en definitiva nos recuerde donde están nuestras raices. Somos la noche y el día. El gozo y la pena. La ansiedad y la templanza. La salud y la enfermedad. La vida y la muerte. Todo desordenado y unido a la vez. Ensamblado y anárquicamente armonizado como la vida misma. Navegamos en un velero llamado Fe, Amor y Esperanza con la confianza de llegar al puerto de la Alegría y la Felicidad.
Nos recordaran por lo que fuimos y no por lo que tuvimos. Sólo nos llevaremos con nosotros aquello de lo que nos desprendimos con alegría y bondad. Digamos pues recordando a Pablo Neruda y mirando hacía atrás sin ira…..” nací en Sevilla, Ciudad de la Gracia, y: confieso que he vivido “.
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