lunes, 17 de enero de 2011

Retorno a los origenes



Cuando pisó tierra firme en el Aeropuerto sevillano de San Pablo eran las doce y cinco de un 7 de enero del año del Señor del 2011. Venía procedente de Barcelona y el vuelo se le hizo excesivamente corto. Hubiera querido disponer de más tiempo en el trayecto para reflexionar de donde venia y a donde se dirigía. Acababa de cumplir los 64 años de edad y había decidido poner punto y final a su larga andadura laboral. No dudó en llevar a cabo una decisión largamente acariciada y meditada: volver a sus orígenes.
Había nacido en el Corral de los Tromperos (cuna de la genial bailaora Cristina Hoyos) sito en la calle Vírgenes un 19 de octubre de 1946. Su infancia y juventud transcurrieron entre los vericuetos urbanos y sentimentales de la antigua Judería sevillana. Cuando contaba 23 años de edad y, dada las pocas posibilidades de futuro que le ofrecía la Ciudad (más o menos como ocurre en la actualidad), decidió poner tierra de por medio. Se marchó a la entonces lejana Cataluña (Catalunya para que no se me enfade nadie) al amparo de un tío, hermano de su madre, trabajador en Barcelona de la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles (la RENFE). Los 41 años que pasó desde entonces por tierras catalanas los distribuyó entre Cornellá de Llobregat y Badalona (la tierra donde nació quien hoy manda en el Cante Flamenco: Miguel Poveda). Tuvo tiempo de trabajar, prosperar, enamorarse (de un bellezón catalán de ojos azules como el cielo añorado), casarse, ser padre, abuelo, separarse y……envejecer en paz con Dios y los hombres. Pocas veces vino a Sevilla desde su marcha. Lo hizo en contadas y luctuosas ocasiones. Pero eso si, soñándola y amándola desde la distancia. Solo apareció por estos lares en algunas contadas Semanas Santa, pero le dolió en las calles la aguda espina de la nostalgia. Siempre soñó en despedirse del reino de los mortales bajo el cielo azul de mañanas luminosas, y arropado por el manto de las noches estrelladas de su Ciudad. Ahora se habían cambiado los papeles y las visitas esporádicas serían a Cataluña para disfrutar de hijos y nietos. Viviría en un piso junto a su hermana Carmela –belleza marchita de solterona irredenta como consecuencia del mal de amores- en la Barriada de la Juncal.
Mientras el taxi que lo traía del Aeropuerto sevillano discurría por la Avenida de Kansas City, los recuerdos se le agolpaban como abejas de un panal. Sabía, de sobras, cual sería su primer destino: San Nicolás de Bari. Se bajó del coche y llevó a cabo algo con lo que había soñado miles de veces. Se situó de espaldas a la Iglesia y se puso de frente a la calle San José. Cerró los ojos y aspiró profundo. Escuchó el nervioso murmullo de las tardes de Martes Santo cuando se presiente que falta muy poco para que Ella salga a la calle. A la derecha olió a pan recién hecho de la Panificadora regentada por “Pepa la de la Modelo”. A la izquierda presintió la aristocrática figura de doña Blanca, la de los Ybarra, asomada majestuosa al suntuoso balcón. Margen derecha de enigmáticos conventos. Sanatorio de la Goma (donde los rayos solares nos dejaban sus marcas en los huecos de las sandalias). Peña Betica decana y sostén de los sentimientos verdiblancos de la Puerta de la Carne. El hogar del insigne escritor don José María Izquierdo. Excelsas tradiciones de fotos sevillanas de color sepia. Kiosco generador de ilusiones infantiles y precoces lecturas devorando las aventuras de “El Capitán Trueno y “El Jabato”. Un Horno glorioso de crujientes regañás y exquisito olor a pan recién hecho. Zapatos de las Tres B: bueno, bonito y barato. Freiduría de sabrosos pedacitos y caramelos envueltos en las letras flamencas de Emilio Mezquita. Ropa de trabajo azul y blanca y……la frontera que marcaba el Puente.
Luego estaba la margen izquierda con sus dolorosos empeños en el “Monte” para paliar la “jambre”. De Colegio ensombrecido por la tragedia que recae sobre victimas inocentes.

Del Callejón Dos Hermanas con el soniquete de los afilaores. Vendeores arreando a borricos cansados y tristes. Bulliciosos panaeros portando en sus cestas el necesario sustento de cada día. Sultanas de coco procedente de la misma Gloria. Antigua Iglesia como referencia inexcusable del antiguo esplendor judio del barrio. Pensión, cobijo nocturno de almas solitarias y testigo de furtivos encuentros amorosos. Pitisús de chocolate de Castro, sujeto en frágiles papeles y presto a ser devorados por la insaciable gula infantil. Bares y tabernas. Pequeño reducto zapateril donde mandaba el cepillo, complementado con el betún y la crema, para que nuestros zapatos brillasen como espejos. Entradas para asistir en el antiguo Nervión a los partidos del “Sevilla FC” de Ramoní, Busto, Guillamón y…. de nuevo la sugestiva frontera del Puente. Aquí siempre prevalecieron las connotaciones femeninas: Candelaria, Blanca, Pepa, Dos Hermanas, Nieves, Gloria, Doncellas, Sultana, Decana, Santa María……..Dos hermandades cruzan esta línea fronteriza de la judería sevillana. Una, la de los Toreros, lo hace de ida en un paseíllo glorioso que termina en una Alfalfa donde lloran sus costaleros y, una vuelta nocturna serpenteando las lindes del Barrio de Santa Cruz hasta llegar al territorio amigo de su Puente. La Otra, ¡ay la Otra! Solo la recorre Ella a la vuelta en su triunfal retirada a sus aposentos de Reina y Madre. Se le nota cansada pero radiante y con una belleza capaz de ensombrecer a la más reluciente de las estrella. Verla pasar cada año desde el rellano de la calle Levies es tocar el cielo con la punta de los dedos.

No le dio tiempo a más cavilaciones cuando oyó a sus espaldas una voz amiga y cómplice de infancia y juventud que le decía:

-- ¡Cabeza que bien te veo cojone!

Lo entendió ya todo y no pudo disimular una sonrisa: había abandonado en Badalona a don José María Cifuentes Gómez y volvía a recuperar, afortunadamente, al “Cabeza” de la calle Vírgenes.

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