“Porque Sevilla, es señores para nuestra perdición, un paraíso en que son serpientes las mismas flores” - Eduardo Marquina – Los días abrileños avanzan a la velocidad vertiginosa de la luz. Con cada hoja que le sustraemos al tiempo y a la vida nos acercamos a una Semana que a casi nadie deja indiferente. Los sevillanos afrontan nuestra Semana Mayor desde tres posicionamientos o actitudes. Unos, tomando al asalto sentimental su hermosa lectura de tradición, fe y sentimientos. Otros, escapando por unos días de la algarabía y la bulla para buscar paz y tranquilidad por los mares de Dios y los campos de la Madre Naturaleza. Algunos viajando por algún confín de la Tierra buscando el placer de los viajeros románticos. El resto confinados en sus recintos. Bien por una legitima opción de indeferencia hasta estos siete días u, obligado por unas circunstancias personales que les imposibilitan ser participes de este, para algunos, magno acontecimiento. La pregunta que surge y, de imposible respuesta, es: ¿Quiénes son más sevillanos los que se van o los que se quedan? ¿A quienes pertenece realmente la Ciudad, a los participes semana-santeros o, a los que la sueñan en un atardecer sanluqueño? ¿Quién concede aquí los títulos de buenos o malos sevillanos? Reconozco sin complejos que he vivido las dos caras de esta moneda sevillana en distintas etapas de mi vida. Ignoré durante un periodo de mi juventud un “tinglado” que consideraba secuestrado por las ínfulas del “nacional-catolicismo”. Luego fui macerando mi espacio interior y, al día de hoy, no sabría vivir sin estar integrado de alguna forma –a la mía- en este entramado sentimental, pasional, tradicional y referente de la máxima expresión de religiosidad popular sevillana. ¿Cuándo era más sevillano? ¿Cuándo “me escapaba” estos día de la Ciudad? ¿Ahora que desde que los presiento se me enervan sentidos y emociones? Sinceramente, no sabría decirlo. No se trata tan solo de defender, querer y cuidar a esta Ciudad en momentos puntuales. ¿Pueden unos legítimos posicionamientos ideológicos aumentar o restar tu plus de sevillanía? Hace unos días dedicaba un sentido Toma de Horas a mi amigo y maestro don Manuel Márquez de Castro. No he conocido a un sevillano más implicado con la Ciudad que este buen hombre –al machadiano modo- y al que sin embargo le resultaba ajena la Semana Santa, la Feria e inclusive el mismísimo Corpus. Sin que esto, y dada su insaciable curiosidad por todo lo relacionado con Sevilla, fuera óbice para que tuviera amplísimos conocimientos de estas efemérides sevillanas. ¡Ya quisieran muchos “capillitas de salón” tener tan solo una parte de los profundo conocimientos del bueno de Manolo Márquez! Acudía a estas fiestas tan solo cuando así se lo reclamaban sus funciones de Ordenanza del Ayuntamiento sevillano. En caso contrario prefería esos bulliciosos días quedarse en su casa leyendo tranquilamente. Siempre me decía: “A Sevilla no hay que abordarla en multitud. Es Ella la que debe abordarnos a nosotros en solitario”. Toda esta sabiduría de siglos no hace más que darnos una hermosa lección de convivencia ciudadana. Posiblemente las ciudades en general tengan múltiples lecturas sentimentales. Hasta es posible que sean tantas como ciudadanos las habitan. Excluir a alguien o a algo en un contexto prefabricado de Ciudad idealizada es perverso y, manifiestamente reaccionario.
Vivimos tiempos donde, camuflados por una falsa tolerancia, cuestionamos permanentemente a aquellos que son ajenos a nuestra forma de sentir y/o pensar. Hogueras inquisitoriales, chisporreteando bajo las falsas ramas de una falsa democracia, buscando “clientes” para quemarlos de manera inmisericorde. Lamentablemente, Sevilla en ese terreno, puede darnos muchas lecciones históricas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario