viernes, 10 de marzo de 2017

Paisanaje



El viento silba entre los olivos del Aljarafe para anunciarnos que la vida sigue su curso de días consumidos y, lo más importante, de días por consumir. Las campanas de la Giralda repican en los atardeceres para que la luz –esta luz única en el mundo- se vaya difuminando lentamente por entre Alemanes y Mateos Gago. Esta Ciudad nuestra está hecha por y para la melancolía. Siempre vivimos añorando a algo o a alguien. No busquen un lugar en el mundo donde los muertos estén más presentes y los vivos más ausentes. Todos, con los años, tenemos la sensación de que la vida sevillana siempre se debate entre el ayer y el mañana.  Los gozos por esta tierra siempre fueron  hermosos paréntesis que dan sentido a nuestra existencia. En el carácter del sevillano está impresa el alma de la Andalucía más profunda. Ejercer de sevillano lleva implícito un cierto desdén a los “graciosillos” y trepas de turno que tanto daño hacen a nuestra idiosincrasia.  Sevilla es solemne y táctil a la vez: se siente y puede tocarse. Una Ciudad nacida para la poesía y el amor donde este mágico circulo lo cerraron para la eternidad Bécquer, Luis Cernuda, Antonio Machado, Vicente Aleixandre y Rafael Montesinos. Vamos de nuestro corazón a nuestros asuntos dejando por callejuelas y plazoletas aromas romanos, moriscos y judíos. Nunca fuimos cristianos de manual sino más bien un manual para el cristianismo.  Habita entre nosotros un Rey de reyes y una Reina, Guapa entre las guapas, que dan sentido a lo que se entiende en estos lares por religiosidad popular. Somos distintos pero nunca distantes y siempre alteramos el orden de pecados y penitencias.  Nos sentimos solos en las multitudes salvo que exista por medio un clavel en la solapa, el canto de un ¡Gol! o un cirio que llore lágrimas de cera.  La Saeta se creó para que el mundo sepa como se puede llorar y rezar cantando. Hablamos bien de los muertos y mal de los vivos. Somos contradictorios por nuestra propia naturaleza. Toreamos a la pena con un capote de grana y oro. Somos coparticipes vivenciales de una Ciudad que se nutre del Arte y la Belleza  y que ondea en su Torre Mayor la bandera de la Amistad.  Paisanos de una aventura compleja pero maravillosa. Sevillanos añorando y buscando los paraísos perdidos.  Buena gente empeñada en parecer lo contrario.


Juan Luis Franco – Viernes Día 10 de Marzo del 2017


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