Arranca Abril,
el mes de todos los meses sevillanos.
Dos meses tiene Sevilla que la
define en su idiosincrasia de soles y lunas. Nos llegó un Noviembre reflexivo y nostálgico donde las enlutadas Dolorosas sevillanas
reflejaban sus penas de madres en el espejo del alma de los
sevillanos/as. Posiblemente el mes más profundamente sevillano en sus aspectos
más introspectivos. Después un Abril
esplendoroso donde ya los pulsos laten por encima de los ritmos cardiacos y donde
el gozo compartido es un claro exponente de que la vida tiene, en su duro y
largo caminar, oasis de una belleza suprema. Con el mes abrileño todo cobra
sentido en su vertiente más esplendorosa. Solo quedan unos poquillos días y
unas poquillas horas y tendremos otro Domingo
de Ramos. Siempre distinto y siempre enraizado en las horas donde la Ciudad
se eterniza en el tiempo de las tradiciones que enlazan amorosamente el pasado
con el presente. A ciertas edades poder contarse entre los que responden... ¡Está! cuando el listero mayor de la Catedral
pasa lista es todo un privilegio. Iré con mis nietos a besarle la mano al que
mora y recibe por San Lorenzo. Veré
cruzar por la Plaza de la Alfalfa a La
Candelaria con olor a judería, nardos y claveles. Mostrando
en su cara el brillo de un capote torero que sabe a sangre derramada. Sus
lágrimas son arrulladas por la música de Manolo
Marvizón con el fondo soñado del trinar de los pájaros. Cuando Ella pasa La
Alfalfa se convierte en una antigua espartería para cubrir
las cinturas de sus nazarenos de blanco candelario. Pasa La
Candelaria -si el tiempo se lo permite- pletórica de
belleza sevillana buscando la calle como las enamoradas buscan el momento del
reencuentro. Decir “la calle” en estas fechas es decir que nos perdemos por los
vericuetos del alma. Llegará otro Jueves Santo y, siempre contando con el
tiempo, mi sandalia negra cubrirá unos pies ya algo cansados y pisará un años
más la rampa del Salvador. Después, como pasó siempre, el epilogo
glorioso lo pondrá el Señor de Sevilla caminando
por la eterna “madrugá” sevillana. El Cachorro con las primeras luces del
atardecer del Viernes Santo dará una
nueva lección de cómo se puede morir en Triana
sin hacerlo del todo. Después una Virgen
Trinitaria que se nutre en su belleza de los compases de los tiempos de la Santísima Trinidad dictará su
hermosa lección de exquisita y fina sevillanía. Como pasó siempre será La Soledad de soledades
la que cierre el pórtico de la gloria. Pasarán
cientos de cosas y situaciones sentimentales que cada uno gestiona acorde con
sus devociones y su manera de pensar y sentir.
Lo dijo el poeta y dicho queda: la
vida es una semana.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 5 de Abril del 2017
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