domingo, 16 de abril de 2017

Impunidad e impotencia



“En la sociedad globalizada nos creíamos
que lo veíamos todo y ha resultado que
no vemos nada”
- Tatiana Bilbao – Arquitecta.

Cuando escribo estas líneas es la tarde de un Sábado Santo. Acabo de ver en la televisión como Nuestra Señora de la Esperanza trinitaria pasa, henchida de belleza y sevillanía,  por la Plaza de La Campana (que Virgen más guapa y cuanto señorío atesora esta Hermandad). Siento en mis entrañas de sevillano que con el paso de Ella y con el profundo dolor de la Soledad de soledades esto se está acabando.  Pero, lamentablemente, sería de necios no admitir que esta Semana Santa será recordada por los lamentables sucesos de la “Madrugá”. Estos salvajes acontecimientos han abierto los noticiarios de todas las televisiones estatales e incluso se han hecho eco de estos actos vandálicos distinto y renombrados medios extranjeros. El Jueves Santo me recogí después de hacer la Estación de Penitencia con mi querida Hermandad de Pasión. Venía plenamente reconfortado y dichoso. Me resultó de las más placenteras que recuerdo y me sentí, una vez más, enormemente orgulloso de pertenecer a esta sevillana y ejemplar Corporación.  En mi tramo había gente muy joven que representa un modelo de disciplina y cariño a unas tradiciones que unos energúmenos están dispuestos a boicotear. Poco podía esperarme que al despertar con las primeras luces del amanecer la radio me iba a dar tan malas y perversas noticias. Se han cargado (era lo que pretendían) la “Madrugá” y a muchas personas les han producido daños físicos y, sobre todo, psíquicos que difícilmente podrán olvidar. Vivimos expuestos en el alambre de la incertidumbre en una sociedad carente de valores cívicos y democráticos donde el vandalismo, la intolerancia y la barbarie campan a sus anchas. Son depositarios de la irracionalidad más salvaje y ante ellos no cabe más recurso que aplicar tajantemente el peso de la Ley. Pero, a que negarlo, la ciudadanía tiene la triste percepción de que gozan de una impunidad que les hace crecerse cada día.  Vivimos en Sevilla; pagamos nuestros impuestos en Sevilla y queremos que desde Sevilla se le ponga coto a esta pandilla de desalmados (vamos a dejarnos ya de tanta monserga de “Aldea Global”).  La Semana Santa de Sevilla siempre ha sido (y será) un fiel reflejo de la época y la sociedad que le ha tocado vivir. Con el vandalismo con claras muestras de grandes avances nuestra Semana Santa se nos muestra en la actualidad con una fragilidad ciertamente preocupante. Bien está invocar permanentemente desde el “buenismo” a los procesos educativos y regenerativos pero, a que engañarnos, cuando un árbol tiene las raíces y las ramas podridas de poco sirve ya mantenerlo a base riegos y abonos. ¿Mano dura entonces?  Sinceramente tampoco creo que sea la solución pues de sobras sabemos como se las gasta este país cuando tira de porra.  Por si necesitamos algún ejemplo práctico de posibles soluciones recurramos a un Juez de Granada llamado don Emilio Calatayud.  Mientras tanto las arcas de los Ayuntamientos tendrán que seguir invirtiendo millones en reparar los estragos del vandalismo y la limpieza de las continuas “botellonas”.  Dicho esto y para ser justos debemos reconocer que nuestras autoridades locales y nacionales prestan un excelente servicio para el buen discurrir de nuestra Semana Mayor.  La Policía Local y la Nacional trabajan por encima de sus posibilidades y LIPASAM se esmera en defender a la Ciudad de los ataques de tanto guarro como estos días (y el resto del año)  anda suelto.
Recordemos, eso si, los buenos momentos vividos y esperemos que más pronto que tarde el sentido de la Democracia sea un ejercicio de responsabilidad y respeto hacia las vidas ajenas.  Lo cierto es que cuando ya son muchos los años cumplidos cuesta trabajo no militar en las filas de los escépticos.  Aunque por esta tierra de soles rigurosos y lunas plateadas siempre nos quedará La Esperanza.



Juan Luis Franco – Domingo de Resurrección de 2017

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