Canta Antonio
Mairena el “Romance de la Princesa Celinda ”
y la tarde se llena con los sabores añejos y ancestrales del Cante Flamenco más genuino. El soniquete
del “Maestro de los Alcores” vuela en
libertad y nos enreda en un amasijo de hierbabuena, menta, canela y naranjas de
la china. Recuperamos por un momento el
necesario y buscado sosiego a través de la belleza que nace de los sentimientos
más profundos. El Cante tiene la enorme capacidad de conmovernos rebuscando en los
vericuetos de nuestras almas de andaluces errantes. Esta tarde abrileña
vislumbra su abanico de colores por entre las azoteas de los pisos levantados
cual modernas pirámides comunales
(llamados bloques como los helados).
Uno, desde la atalaya de los años, no puede resistir la tentación de
volver a escuchar el “Romance de la Princesa Celinda ”
para cerciorarse de estar vivo y con el corazón humeante. Suena de nuevo la voz natural de Antonio Mairena y se me viene a la
memoria tantos amigos maireneros y tantos buenos ratos flamencos pasados en ese
bendito pueblo al amparo de las estrellas.
La vida es un cante, un poema, un beso, un abrazo, una lagrima, una
sonrisa, una despedida, un amanecer radiante y un atardecer que siempre
desemboca en la oscuridad. Canta Antonio
Mairena el “Romance de la Princesa Celinda ”
y le hacen compás los angelitos de Murillo
y los trovadores bajo las escalas que llevan a los aposentos de las
princesas encantadas. Romance mairenero de soles y lunas. La vida bajo el tamiz de lo genuinamente
andaluz.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 19 de Abril del 2017
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