Estamos que lo tiramos, o mejor que lo trincamos (los que puedan y manden). Los últimos días sobre las “irregularidades” mostradas en eso que nació, se desarrolló y se pudrió con el nombre de “Expediente de Regulación de Empleo” (ERE) han sido vertiginosos. Lo que en un primer momento se “vendió” como las tropelías de un par de sinvergüenzas aprovechados que pasaban, como el que no quiere la cosa, por los alrededores del Poder, ya no hay quien lo sostenga. Es algo más profundo y que, a no dudar, tiene pendiente la aparición de nuevos capítulos en esta Historia Interminable. La que está marcada por algunos abusos en las esferas de la Administración andaluza. El asunto, afortunadamente, ya ha entrado de lleno en la maltrecha vida política española y las posibilidades de enmascaramiento van a resultar bastantes complicadas. Pesos pesados de los socialistas como Bono o el actual Ministro de Trabajo ya han dejado claro que este tema no se puede cerrar en falso. No basta con buscar, para tal fin, a un par de “cabezas de turco”. Por si fuera poco con las malas expectativas electorales que las encuestas le auguran al PSOE, encima parió la abuela del ERE. Una vez más, ¿y van?, ha sido la valentía y el rigor de una jueza, doña Mercedes Alaya, la que ha tirado del carro de la decencia y el rigor para poner en su sitio a unos politicos (minoría sin duda pero no “cuatro gatos”) que han tomado el relevo de los antiguos caciques de nuestra Tierra. Antes existía el “Derecho de pernada” y ahora el “Derecho de peonada”. Las mismas que no hace falta tener contabilizadas para, a través de alguna “influencia” del Poder, tener derecho –vía “chanchullo”- a una falsa jubilación anticipada. Haría bien la Junta de Andalucía, a la que presupongo en la mayoría de sus dirigentes el necesario don de la honradez, en no escatimar esfuerzos para aclarar sin resquicios este embrollo. Esto ya huele como el pescado caducado en Mercasevilla. Negarse a formalizar una Comisión de Investigación en el Parlamento Andaluz no es precisamente un buen comienzo. Entrar en la dinámica de que el tema esta manipulado por una determinada prensa, con el añadido de un Partido, el PP, intentando pescar en río revuelto, ya no es de recibo ni cuela. Después de tres largas décadas gobernando en Andalucía ahora toca abandonar el barco en orden y, a ser posible, en fila india. Van a darse bocados por aparecer en las listas electorales y no perder el cómodo sitio de la política (aunque sea en los bancos de la oposición). Empezarán a mucho no tardar las puñaladas traperas en los costados. Aquí hay gente que pasaron del COU a la actividad política y, otros, que ya ni se acuerdan a lo que se dedicaban con anterioridad. Felipe González los trae por la “Calle de la Amargura” con su insistentes preguntas sobre la Diputaciones. ¿Para que sirven?; ¿Qué beneficio les reporta a los ciudadanos? y, la más importante, ¿Cuánto nos cuesta a los españoles las mismas? Es tiempo ya de que aparezcan politicos de raza, coherentes con sus ideas y sensibles ante las necesidades más acuciantes de la gente. Ya no estamos para numeritos de banderitas blanca y verde, medallistas, ni para idearios que no se creen ni ellos mismos. Treinta años han sido muchos como para no entender que se han comido con papas (y sobre todo con langostinos) el espíritu del 28 de febrero. Ya no afloran en los balcones más bandera verde y blanca que la de los béticos. Al final han posibilitado que Andalucía tenga un Régimen político bajo sospecha en toda España. Toca despabilar y ya no es tiempo de pusilánimes y de los que repiten como loros las consignas de los Partidos. La mitad de la juventud andaluza está en paro y muchos de los que trabajan están sometidos al yugo de los “Contratos Basura”. Démosle, ¿y van?, una nueva oportunidad a la esperanza.
jueves, 10 de febrero de 2011
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