lunes, 12 de diciembre de 2011

¿Y tú de quien eres?




“Hemos creado un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosa que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan” - Emilie Henry Gauveray -

Que los tiempos cambien para mejor me parece tan necesario como el aire que exigimos trece veces por minuto. Cuantos adelantos técnicos sirvan para mejorar la calidad de vida de las personas –y de los demás animales- bienvenidos sean. Cualquiera que hubiera fallecido en nuestro país hace tan solo veinte años y volviera a la vida, no daría crédito a los cambios experimentados. Quedaría estupefacto ante tantos avances tecnológicos y como se ha visto alterada sustancialmente la vida cotidiana. Una inmensa gama de artilugios inventados para ayudarnos a ser felices y que, en muchas ocasiones, solo han conseguido esclavizarnos creándonos falsas necesidades y, por ende, nuevas cadenas. Los políticos –españoles en general y sevillanos en particular- siempre nos están planteando la necesidad de armonizar tradición y vanguardismo (¿). Nos dicen que: “Tenemos que encarar valientemente los retos del futuro sin renunciar a nuestras más nobles tradiciones”. Pero, ¿quién o quienes les plantea lo contrario?; ¿en que se contradicen la “calidad de vida” con la Madrugá sevillana?; ¿en que son incompatibles la mañana del Corpus con la Unidad de Quemados del Virgen del Rocío? Lo paradójico es que hemos confundido modernidad con novelería y así nos luce el pelo (al que le quede alguno todavía). Recuerdo hace unos años que hubo en Sevilla una pandemia de nombres foráneos –fundamentalmente en niñas- bastantes alejados de aquellos que considerábamos de toda la vida. Vaya por adelantado que cada cual le puede poner a sus hijos los nombres que estime pertinente (con las nuevas disposiciones legales creo que de mayores ya pueden cambiárselos). Un amigo me cuenta que un día de verano en la playa de Chipiona una “Antonia” de turno gritó desaforada: ¡Vanesa, “sarte” ahora mismo del agua!, y se salieron del tirón 139 niñas. Ponerle a una niña Maria del Carmen (como su abuela) era algo que se consideraba anacrónico, mejor llamarla Jennifer que significaba el colmo de la “modernidad”. La “plebe” de mi generación siempre fuimos conocidos por un “mote” añadido o por el vinculo materno. En mi calle yo era el “Hijo chico de Encarna” o, “Juanluí el del zaguán”. El Flamenco está lleno de nombres artísticos vinculados a las madres. Valga como excelso ejemplo el del genial “Paco de Lucía”. Lamentablemente, hoy los abuelos están desterrados y las madres andan preparando cursillos de orfandad (son madres a los que no las dejan ejercer). ¿Quién tendría hoy huevos de poner en una tarjeta de visita, José Manuel Gómez de las Heras, alias “er Cabeza” o, Julio Castaño y Domínguez, “el Chiquillo de Dolorcita”. No sería políticamente correcto que figuraran estos “borrones” en nuestra tarjeta de presentación. Más si se trata de personajes de cierta relevancia en la Ciudad. Están orgullosos de sus pasados humildes pero, eso si, en reuniones intimas de tabernas. Lo triste es que descubriremos, posiblemente demasiado tarde, que entre esos “borrones” estaban escritas las páginas más nobles de nuestra existencia. Lo demás, casi todo, sabía a plástico de tarjetas.

2 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Pues yo sí uso, como bien sabes, el Fali Márquez de toda la vida y cuando llamo a un amigo por teléfono y me pregunta quién soy le digo el gordo.
En otro orden de cosas: hace mucho tiempo me proporcionaste un enlace del niño Miguel tocando una guitarra con tres cuerdas. Si puedes pásate por el blog de Celso Pareja Obregón, casos clinicos, y mira la entrada última.
Saludos.

Anónimo dijo...

BUENAS NOCHES SI KIERE SABER TODO SOBRE NIÑO MIGUEL, LE DEJO ESTE ENLACE
http://www.facebook.com/groups/126620290436/