“Los aguerridos cineclubistas de antaño
se han convertido en momias
desilusionadas
que solo aspiran a consumir
fútbol y televisión
por vía intravenosa”
- Terenci Moix -
Sobre mis grandes aficiones albergo pocas dudas que la del Cine ocupa
un lugar preferente. Posiblemente sea la que más satisfacciones me haya dado y
la que más me ha hecho soñar sintiendo o, lo que es lo mismo, sentir soñando.
De niño el poco dinerillo que podía reunir era para los “tebeos” del “Capitán
Trueno” o para ir con algún colega a ver una buena “peli”. Sevilla ha sido –y posiblemente sea- una de
las ciudades con más aficionados peliculeros de España. Los Cines de Verano
eran numerosísimos (algunos con doble función y siempre llenos) y en la época
invernal también había varias salas donde desarrollar tan hermosa afición. Luego, acorde con las inquietudes políticas,
unos cuantos jóvenes empezamos a frecuentar los Cine Club y la incipiente Sala
de Arte y Ensayo de la calle Trajano (la misma que apuró sus últimos tristes
días como una Sala “porno”). Los cinéfilos siempre guardábamos unas normas éticas
de obligado cumplimiento. Acudíamos dos o tres amigos que compartíamos afición
y permanecíamos en completo silencio durante toda la proyección. Era
imprescindible que ninguno hubiera visto la película con anterioridad para que
no nos fuera desvelando la trama.
Lógicamente cuando ibas en pareja -vía novia o rollete- en no pocos
casos la calidad de la película se nos presentaba como algo intrascendente. A la salida siempre dábamos rienda suelta a
nuestras opiniones sobre lo visto y, en no pocas ocasiones, con claras y sanas
divergencias. Éramos adolescentes victimas de un sistema represivo feroz y
donde todo estaba por descubrirse. El Cine fue un elemento clave en nuestra
emancipación y la deuda que mantendremos con él siempre será eterna. Hace ya
algunos años que no voy a una Sala de Cine. Ahora –según me cuentan- entre el ruido de
las palomitas y los eructos de las coca-colas da la impresión de que el
imprescindible silencio ni está ni se le espera. Tengo en mi casa una serie de
artilugios para poder disfrutar en plan doméstico de grandes películas de
tiempos pasados y presentes. Pero, a que negarlo, la magia de una Sala de Cine
es insustituible. Con el paso de los años creo firmemente que hubiera sido
inmensamente feliz trabajando en el Séptimo Arte. Bien como guionista o en tareas de
producción. Esa -junto con la de Librero
de libros antiguos- ha sido mi gran e irrealizada vocación. El Cine nos ayudó a pensar, soñar y sentir en
una época extremadamente difícil. Después nos fuimos nutriendo de revistas
especializadas y de literatura cinematográfica que nos fueron desentrañando las
peculiaridades de las grandes películas y sus intérpretes. Corren malos tiempos para todo lo culto y el
Cine no podía ser una excepción.
Actualmente se están realizando excelentes películas en España (existe
vida al margen de Almodóvar) y debemos apoyarlas con todas nuestras
fuerzas. Hay poco dinero para proyectos culturales
y menos habrá si se lo siguen llevando. En el Cine se da una equilibrada mezcla
de Literatura, Teatro y Música. Nada es
verdad ni nada es mentira.
La aventura, el amor, la tragedia, la épica, la belleza, el compromiso
político, la apología, lo ideológico… Todo, absolutamente todo, está recogida
en eso que llamamos “Séptimo Arte”: el Cine en definitiva.
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