“Las sociedades levantan monumentos
a
los caídos en combate para eliminar el miedo
a
la muerte de los futuros combatientes”.
Decir guerra, o lo que es lo mismo
muerte y barbarie, es decir Historia de la Humanidad.
No existe una sola etapa de la
existencia humana que no esté salpicada con la sangre de los inocentes. Las
guerras las programan los poderosos para defender sus espurios intereses y
siempre son los más desfavorecidos los que tienen que empuñar las armas para
matarse entre ellos. Todos son excusas
para camuflar las ansias de poder. Se han utilizado las cruzadas para defender
o atacar cualquier religión (nación). Otras veces un patriotismo bananero de
himnos y banderas. Las más por nacionalismos invasores que subyugan las ansias
de libertad y justicia de los pueblos. Sin duda -y de ello España es un trágico
ejemplo- son las guerras civiles las más cruentas y las más difíciles de
digerir a lo largo del tiempo. Nuestra infausta y sangrienta “contienda” terminó
en 1939 y todavía en la actualidad colean sus humeantes rescoldos. El Cine ha
elaborado infinidad de películas para tratar el belicismo. Unas para entrar en
el terreno de la apología y otras para denunciar sin fisuras sus consecuencias.
Valgan como excelsos ejemplos tres películas: “La Chaqueta metálica”
(Stanley Kubrick), “Nacido el 4 de Julio” (Oliver Stone) y “Johnny cogió su
fusil” (Dalton Trumbo). El antibelicismo
llevado a los altares del “Séptimo Arte” para mostrarnos en imágenes lo absurdo
e irracional de todas las guerras. Desde que se tiene conocimiento histórico no
ha existido un solo día donde los humanos no se hayan matados unos a otros.
Solo ha variado la creación de artilugios para matarse de la manera más certera
y devastadora. Hicimos caso omiso del mandato divino de “No matarás” y lo
sustituimos por: “Matad, matad, malditos”. Las noticias “de fuera” que nos llegan a
través de los informativos son malas, muy malas, o terroríficas. Todo es manifiestamente empeorable y las armas
duermen el sueño de los injustos prestas para ser utilizadas. El “Negocio de
las Armas” se configura como el mayor del siglo XX y en el XXI parece ser que
las cosas no mejorarán. Todos los países en un supremo ejercicio de hipocresía
política venden las armas que fabrican al mejor postor y todos, sin excepción,
se declaran pacíficos y antibelicistas. Parecer ser que las armas nucleares
(las que nunca lograron encontrar en Irak) ya están en manos de países
proclives al fanatismo. Veremos como
acaba esta “Fiesta” y las funestas consecuencias que pueden traernos a todos.
Lo dice claramente la letra de un Cante por Alegrías: “Yo pegué un tiro al aire / cayó en la arena / confianza en el hombre /
no hay quien la tenga”.
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