lunes, 27 de mayo de 2013

Los clarines del alba




La calle desprende olores a tierra mojada recién regada. La mañana descorrió su cortina de mayo para mostrarnos sin reservas la luz de la amanecida. A lo lejos un gallo nos anuncia que comienza un nuevo día. Huele a pan recién hecho y a humeantes calentitos. El rocío mañanero de las flores gotea lentamente sobre los secos campos andaluces. Asoman por las ventanas sus inquietas cabezas los perros con posada y amo. Los gatos se acurrucan en los tejados al calor del incipiente sol de la mañana. La luna es ya tan solo un cerco que se aleja exhausta de amores compartidos. Los amantes se acurrucan gozosos en las sabanas de seda. El campo se despereza lentamente para mostrarnos sin fisuras la obra del Dios Padre. Los viejos abren los ojos agradeciendo el nuevo día que se les concede. Dos adolescentes caminan cogidos de la mano ebrios de noche y besos. Un niño duerme placidamente en su cuna amparado por la cercanía protectora de su madre. Alguien en la calle le da los “Buenos días” a un desconocido que en ese momento deja de serlo. Los gorriones saltan juguetones por los cordeles de los patios. La ropa tendida se bambolea para sacudirse el relente de la madrugada. Juan Ramón acaricia pausadamente la cabeza de “Platero” y Dios se siente complacido ante la unión de la poesía con la bondad y la naturaleza. Suenan los clarines del alba por los pueblos andaluces y la vida cobra todo su noble significado. Un niño sueña con ser torero y un torero sueña con ser niño. Bebe un gorrión el agua de una maceta recién regada y nosotros, con él, bebemos el néctar de los amaneceres de mayo. Todo está por estrenarse y todo por gastar de nuevo. Comienza un nuevo día y nosotros también comenzamos otro momento de nuestro periplo existencial. Amanece que según dicen… no es poco.

No hay comentarios: