miércoles, 18 de diciembre de 2013

Callejas del alma





“Rincones de la niñez
Olas de la mar en calma,
Pisar por última vez
Dulces callejas del alma”

Recorrer cada día los sitios donde se duerme placidamente el sueño del niño y las ilusiones de una juventud donde todo estaba por estrenarse. Hacerlo sin más compañía que los recuerdos que te acompañan como un fardo que la mar deposita suavemente en la orilla de la vida. La Judería, la Morería, San Lorenzo, Triana, San Julián, Puerta de la Carne… sitios donde al pisar su piel, cosida con sangre, amor y fuego a las paredes del alma, es como si anduviéramos de puntillas por una doble y convergente Historia: la de la Ciudad y la tuya propia. Laberintos urbanos y sentimentales donde perderse buscando la imposible quimera de que el tiempo se detenga. La inútil concordancia entre los momentos y las horas. Los relojes se empeñan en que siempre miremos hacia el futuro y los recuerdos se empecinan en que nunca olvidemos nuestro pasado. Nunca podremos saber lo que seremos pero si tenemos meridianamente claro lo que fuimos y lo que hoy en día somos. Aves solitarias en busca del paraíso perdido de la Vieja Híspalis. La nostalgia puede ser una mala compañera cuando ya consideras insustancial el tramo de vida que te queda por gastar. Pierdes gente querida en la batalla de los años y se te incorporan nuevos afectos que dan pleno sentido a tu existencia. Cada vez que me paro a contemplar las “Columnas de la calle Mármoles” no dejo de pensar cuantos, a lo largo de los años, habrán hecho el mismo gesto. Mañana serán otros los que nos releven en este deambular por las callejas del alma. Pasaron, pasaremos y pasarán sin que se logre alterar este caudal de sentimientos compartidos. La Ciudad se nutre a diario de caminantes solitarios atados con hilos de seda a la cometa donde se funde la Historia con la vida.  Sevilla y sus callejas: las callejas del alma.

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