domingo, 1 de diciembre de 2013

Llueve sobre mojado








Comenzamos hoy el último mes de este infausto año 2013. Mucha gente que lo pasaba mal lo está pasando muy mal; otros que lo pasaban regular ahora lo pasan mal y los que estaban medio bien ahora están medio mal.  Tachar de catastrofista a quien cuenta las cosas como las percibe no me parece de recibo. Este país nuestro vive inmerso en la banalidad y está preso de la mentira envuelta en el celofán de las falsas promesas. Cada día se desangra un poco más. Todo parece ser manifiestamente empeorable. Vivimos de sobresalto en sobresalto y así pocas esperanzas tenemos que el alma se serene. Ni Diciembre ni nosotros somos ya lo que un día fuimos. Digamos, para poder positivar las cosas, que en las circunstancias actuales la solidaridad más fraterna ha hecho acto de presencia. La Familia, claramente cuestionada por una “Progresía de Salón”, ha conseguido que la Crisis no termine por despeñarnos de manera irremediable. Caridad, solidaridad, fraternidad, humanidad y desprendimiento como distintas maneras de llamar a la bondad y el cariño más verdadero. Vienen días donde muchas familias sevillanas verán dimensionadas sus precarias formas de vida. Toca remangarse y remar todos juntos hacia el Puerto de la Esperanza. Estos días siempre fueron proclives para la ilusión y en ella siempre reinó la inocencia de los niños. Hoy son los más perjudicados en una Sociedad creada, por muchos políticos y financieros,  para el saqueo y la rapiña. Un hombre de bien no puede dormir tranquilo sabiendo que un solo niño de su entorno está pasando hambre. Comienza Diciembre y con él comenzamos nosotros a desgranar los días y las horas.  Dentro de unos días volverá a nacer el Mesías para llevar –traernos- ilusiones y esperanzas renovadas a los seres humanos.  Por distintas razones Diciembre nunca podrá ser un mes más en nuestro calendario sentimental. Empieza la cuenta atrás en una Ciudad donde siempre se entrelazan los finales y los principios. Aquí siempre, irremediablemente siempre, llueve sobre mojado.  Es nuestro sino y la verdad es que poco o nada hicimos –y hacemos- para cambiarlo.

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