El pasado mes de mayo se produjo un suceso que conmocionó a los
españoles. Hablamos evidentemente del asesinato de doña Isabel Carrasco,
Presidenta de la Diputación
de León. Las investigaciones apuntaron a que, presuntamente, el crimen lo cometió
(dos tiros iniciales y otro para rematarla en el suelo) una madre que contó con
la complicidad de su hija y una amiga de
esta (policía municipal con diecisiete años de intachable servicio). Todo se
debía a una venganza personal que se venía tramando desde hacia dos años.
Frustraciones de arribistas que, salvase quien pueda, se meten en política para
conseguir prebendas a través de los cargos. La supuesta asesina lejos de
arrepentirse decía a pleno pulmón:”Volvería a matarla treinta mil veces más”. Las
causas de esta inquina que lleva a una persona, de manera tan cruel como
inmisericorde, a quitarle la vida a otra han sido ampliamente analizadas en
todos los medios y desde todos los frentes posibles. Psicólogos, analistas
policiales, sociólogos… han mostrado en sus análisis todas las variantes que
pueden llevar a alguien al colmo de la irracionalidad: quitarle la vida a una
persona. Luego aparecieron algunos
comentarios en las redes sociales (incluso pintadas en el lugar del crimen) de
una bajeza moral que nos hace dudar de la condición racional de algunos seres
humanos. No debe extrañarnos estas viles actitudes que nacen de las propias
frustraciones personales y que tienen las Redes sociales y los Estadios de
futbol como sus centros de operaciones.
Evidentemente y dado su carácter de cobardes integrales utilizan el
anonimato para los comentarios más ruines. El error puede que sea darle
publicidad gratuita a los mismos. Cuando
todavía la televisión era Una, Grande y poco-Libre existía en España un
Semanario de sucesos llamado “El Caso”. Se fundó en 1952 y aguantó el tirón
hasta 1997. Las televisiones, posteriormente Internet y, definitivamente, las ediciones digitales
de los periódicos terminaron por darle la puntilla a este tipo de
semanarios. En “El Caso” se vertían cada
semana los sucesos más escabrosos de la España negra y ultramontana (con el número
dedicado a la detención de “El Lute” alcanzaron una enorme tirada). El padre de
un amigo de mi niñez lo compraba cada semana y después de leerlo le gustaba
comentar los sucesos en la tertulia de la taberna. Decía mi padre que nada más
verlo entrar algunos de los tertulianos más supersticiosos salían “najando”. Los crímenes más abyectos cometidos a sangre
fría sobre hijos, esposas, padres o vecinos llenaban las inquietantes páginas
de “El Caso”. Cada semana aparecía en
portada el más difícil todavía y de la “calidad y cantidad” de los crímenes
perpetrados dependía la buena marcha del Semanario (si el crimen lo cometía una
mujer el morbo, por lo inusual, subía muchos enteros). Las perversidades más atroces siempre han
acompañado a los seres humanos. La diferencia es que cuando matan a una persona
le llaman asesinato y cuando matan a millones le llaman Historia. Las atrocidades que muchos “padres” son
capaces de cometer con sus propios hijos (algunos de pocos meses) son un claro
exponente de cuanta maldad pueden acumular en sus entrañas algunos seres “humanos”. Nada puede ni debe extrañarnos a estas
alturas del guión de nuestras vidas. El
antídoto de la maldad humana siempre estuvo en la contrapartida que nos ofrece
la bondad y la solidaridad sin fisuras. Somos malos o buenos en función de una
serie de circunstancias y es una condena bíblica que arrastramos desde Caín
hasta nuestros días. La Justicia racionalmente
aplicada y el desarrollo de la bondad son las única esperanzas que tenemos de
que las cosas nunca vayan a peor.
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