Por entre los altavoces del ordenador suena la mágica y susurrante voz
de Bryan Ferry. Canta “The Way You Look Tonight”. Era uno de esos sábados donde
las cosas se armonizan por si solas para que el sosiego campe a sus anchas. Por
la mañana fui al Hospital Virgen del Rocío a visitar a un amigo que operaron
hace unos días. Me llevo la agradable
sorpresa de que ya está de vuelta en su casa. Viaje perdido y alegría ganada. Para
aprovechar la mañana me doy una vuelta por el Centro de la Ciudad y voy a visitar al
Señor de Pasión y a la Virgen
de la Merced. Por
una serie de circunstancias hacia días que no los visitaba y, no se a Ellos,
pero a mí este encuentro me resulta de los más placentero y gratificante.
Observo con satisfacción que las céntricas calles están muy animadas y que no
pocos viandantes portan bolsas (signo inequívoco de haber comprado algo). A
mediodía degusto un par de copas de oloroso en “La Mina” y me vuelvo en el bus
para mi cueva. Para los “hijos del pan con aceite y azúcar” entrar en tu casa y
comprobar que hay alegría en el frigorífico y en la bodega es motivo de plena
satisfacción. Todo está dispuesto y presto para el deleite de los sentidos: mis
películas, mi música y mis libros. Una serie de aparatos reproductores y un
ordenador que, a través de Internet, me conecta con el mundo y sus
circunstancias. Esta tarde he terminado de releer “El Peregrino Secreto” de
John le Carré que no hace más que confirmarme que estamos ante el mejor
escritor del mundo en temas de espionaje. Pura delicia narrativa para los
sentidos. Insisto, sin ningún motivo aparente, es de esos sábados que parece
como si la felicidad llamase a tu puerta para quedarse (afortunadamente no
televisan al Betis pues seguro que me jodería la tarde). Creo sinceramente que cuando las cosas están
ordenadas (incluyendo los sentimientos) los momentos de felicidad brotan por si
solos. Cada cosa en su sitio y cada sitio en su cosa. Una canción, una copa de
vino, un libro, un beso perdido en el aire y un corazón que todavía palpita y
siente. Canta Bryan Ferry en el ordenador y un gorrioncillo
se para en la barandilla de mi terraza para escucharlo. La
Cueva está en paz y ordenada. Marchando una dosis de
felicidad que, en la actualidad, falta nos hace.
viernes, 12 de diciembre de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario