En la vida, manualmente, se encuentran los torpes y luego están los
príncipes de la torpeza manual entre los que me encuentro. Un torpe integral
que, para más inri, padece en ambos manos una artrosis nodular erosiva. Mi padre era una persona realmente mañosa y
acometía con bastante éxito las tareas manuales más complicadas. Curiosamente cada vez que me acercaba a él
cuando estaba en plena faena siempre me decía que me olvidara de los martillos
que lo mío eran los bolígrafos y no las herramientas. Añadía que, a la larga,
los utensilios del taller solo daban callos en las manos y que los papeles siempre
terminan dando beneficios. Lo cierto es que de aquellos barros vienen estos
lodos donde para arreglar un enchufe tengo que hacer previamente un Curso de
Electricidad de la CCC. Mi
manifiesta inutilidad me lleva a situaciones verdaderamente surrealistas donde
la actividad manual más simple se me complica sobremanera. En los trompos donde
realmente era un verdadero maestro eran en aquellos que de niño bailaba en la Plaza de las Mercedarias. Mi caja de herramientas tiene menos vida y
está más vacía que la biblioteca de “El
Risitas”. La pintura de una puerta para mí implica, con el mismo
esfuerzo, pintar puerta y suelo a la
vez. El verano pasado intenté arreglar la persiana de la ventana de mi dormitorio
y la cosa terminó sujetándola con dos alfileres de tender la ropa. Soy un torpe converso y confeso necesitando en
ocasiones puntuales la inestimable –y agradecida- ayuda de amigos y vecinos. Lo
asumo sin complejos y la verdad es que uno le teme a una avería doméstica más
que un vampiro a un rayo de sol. Ser
torpe sin complejos te lleva a un contradictorio mundo donde puedes haber leído
las “Obras Completas de Shakespeare”
y no saber diferenciar una broca del 6 de una del 8. ¡Gloria eterna a los que
han sabido combinar lo intelectual y las tareas manuales!
Toma de Horas Miércoles Día 9 de Marzo del 2016
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