No son pocos los momentos de cada día en que uno tiene la sensación de
estar viviendo en una época donde ya te sientes algo extraño. Tratas de adaptarte a los nuevos tiempos y
estos te dicen que a ciertas edades el pasado siempre va a estar omnipresente.
Lees en la prensa que en Málaga un
coche ha atropellado a un anciano de sesenta y cinco años de edad causándole la
muerte y eso te da que pensar. Ese anciano (al que Dios tenga en su gloria)
tenía cinco años menos que yo. Por tanto por mucho que intenté camuflarme en un
presente con poco futuro ya me consideran una persona mayor. Eso si, de manera
permanente me redimo y actualizo mi mundo de emociones y sensaciones a través
del Arte y la Cultura. Los nuevos novelistas que suelo leer; los nuevos
cineastas que veo o los jóvenes músicos que escucho consiguen convencerme de
que todavía nada está irremediablemente perdido. Mis nietos se me configuran como el primer
bastión de mis sentimientos más nobles. Me interesa y me intereso por todo
cuanto ocurre a mí alrededor y busco exprimir en positivo cada día como si
fuera el último de mi existencia. Los
años me han hecho comprender que todo en la vida es relativo y que cada persona
es un mundo sin explorar de manera definitiva.
La cierto es que la experiencia me ha demostrado –y me demuestra cada
día- que existen viejos de treinta años de edad y jóvenes que ya han
sobrepasado los ochenta años de existencia. Son en definitiva las inquietudes
por desarrollar y las emociones por sentir lo que siempre le dan sentido a la
existencia humana. El tiempo sin tiempo que, en no pocas ocasiones, hace viejo
a lo nuevo y nuevo a lo viejo. La vida
en definitiva.
Juan Luis Franco – Lunes Día 14 de Marzo del 2016
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