lunes, 14 de noviembre de 2016

Candela viva






La fe tiene tantas vertientes como necesidades las personas que la practican.  Para unos es un antídoto contra los males de la existencia y para otros un salvoconducto que les llevará de la nada a la plenitud del alma. Lo cierto es que después de fallecer o bien existe el vacío más absoluto (una especie de desconexión existencial) o la pervivencia gozosa y  eterna del espíritu. No hay más pero tampoco menos. Las imágenes religiosas más queridas los son siempre por cercanas y, fundamentalmente, por atarnos amorosamente a nuestros ancestros más queridos. La Candelaria representa en mi caso la pervivencia en el tiempo de dos de mis seres más añorados: mi abuela Teresa y mi madre.  Mi abuela llegó a la calle Conde de Ybarra con veinte años y allí permaneció hasta su muerte cuando contaba ochenta y siete años de edad.  Mi madre aterrizó en la misma calle cuando contaba dieciséis años  y por allí anduvo enredada entre penas y alegrías más de cincuenta años. A ambas les unía una profunda devoción por la Virgen de la Candelaria y, ambas, supieron transmitirles este fervor a sus hijos y nietos. La Candelaria es el camino más corto que tengo para reunirme con las dos.  Miro extasiado su cara y en esa belleza tan sevillana queda reflejada cuanto de noble anida en mi persona. La visito con frecuencia y noto en sus cambios de vestimenta (¡esta guapa con todos lo colores!) el paso del tiempo y el avance de los días.  De hebrea; de riguroso luto o  esplendida presidiendo el Martes Santo en su paso azul y plata.  La Candelaria (para los candelarios) es la divina y humana plasmación de que todo permanece mientras tengamos el alma en candela viva. Todo cobra vida a través del intercambio de miradas: las nuestras que buscamos respuestas al presente y el futuro y la de Ella que siempre responde que nunca olvidemos el pasado. Somos conscientes de que un día, como tantos, pasaremos pero también los somos de que Ella seguirá, con el brillo de sus ojos, aventando esta candela que nunca se apagará del todo.  Un faro luminoso que nos guía por los mares de los sueños entre gozos y penas.  Sin Ella nada sería igual y nuestra orfandad nos resultaría insoportable.





Juan Luis Franco - Lunes Día 14 de Noviembre del 2016



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