martes, 30 de diciembre de 2025

Las sentidas ausencias


Como no podía ser de otra forma lo que por esta tierra de María Santísima conocemos como las Navidades siempre se suelen mover entre los tópicos, el mercantilismo y, las cada día, más desnaturalizadas tradiciones. Ya definitivamente aquello que en verdad celebramos (el Nacimiento de aquel al que los siglos llamarán El Mesías) se nos presenta como un hecho anecdótico. Se le rinde un culto completamente desaforado al Dios del Consumo y en estos señalados días sacamos a pasear transitoriamente nuestro ya devaluado concepto de solidaridad social (versión cristiana). Llevamos a la practica el lema de la excelente película “Placido” de Luis G. Berlanga: “Siente un pobre a su mesa”. Lo sentamos la noche del 24 y lo solemos levantar la mañana del 25 que tenemos compromisos yantares con nuestros familiares y amigos. Ayudar a un pobre está bien pero todavía es mejor luchar contra la pobreza. La sempiterna batalla entre las formas y el fondo de todas las cuestiones que nos rodean. Que se reúna una familia, donde siempre se comparten penas y alegrías, en torno a una mesa donde las buenas viandas y los buenos vinos estén omnipresente es de los mayores placeres terrenales.
Es ya un clásico que por estas fechas empiece a circular la teoría de “las sillas vacías “. Esto no debía conducirnos a lo que se conoce como “melancolía negativa”. De manera natural casi siempre nos va a faltar algún ser querido. Cosa bien distinta es cuando perdemos algún familiar en la flor de su vida. Ya todo queda entonces enredado en las redes de la tragedia y todo gira en torno al carrusel de la pena infinita. El tiempo, parte y consuelo de todas las cosas, terminará por ir sanando heridas existenciales que ya asumimos que nunca se cerrarán del todo. Revivamos estos días a los ausentes como una clara afirmación del verdadero cariño que sentimos por ellos. Con las enorme alegría de que hayan formado parte sustancial de nuestras vidas. Recordarlos con cariño es mantenerlos vivos. Los presentes de hoy seremos los ausentes del mañana. Lo dice con rotunda claridad un villancico ancestral: “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más”. La vida se mueve en una permanente puerta giratoria donde unos entran y otros salen. Prólogos y epílogos existenciales unidos para siempre. La Navidad es un espejo donde poder mirarnos cada año. Feliz año 2026.

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