La primera noticia que tuve de Francisco Correal (Paquiño Correal para las tres cuartas partes de los sevillanos/as que leen y piensan libremente. La parte lectora restante, anda vanidosamente metida en su caparazón de fieles depositarios de las esencias de la Ciudad) fue una tarde que lo escuché hablar en Radio Sevilla. De estos hace ya unos años. No sabía quien era y me produjo una fuerte impresión su verbo culto, popular, nada empalagoso y directo al corazón de los problemas.
Luego ya las cosas con los años vinieron rodadas. Nos tropezamos en infinidad de ocasiones, él como escritor y yo como lector. En mis felices encuentros mañaneros con el “Diario de Sevilla” no deja nunca de sorprenderme con sus variados artículos y reportajes. Nada le resulta ajeno a este periodista de raza, libre y ajeno a clanes y figurones de tres al cuarto. Lo mismo se introduce -y nos cuenta a su manera- en un Congreso del PSOE, que lo hace en uno Eucarístico en el Alcázar sevillano. Todo lo transforma en sutil literatura, elevando el periodismo a sus cotas más altas de riqueza estilística y narrativa. Es un narrador de fábulas reales (que no de reales fábulas) que hace coincidir en el tiempo -de la manera mas simple- a Ladislalo Kubala con Jame Joyce. A su suegra con doña Concha Piquer. A Marcelo Campanal con David Bisbal y a Morante de la Puebla con Barak Obama. Todo lo hace con un filtro de erudición aplastante y un conocimiento de la calle asequible solo a gentes, que como él, se la patea a diario. Suelo pasar en autobús (el medio de transporte habitual de Maese Correal) por los confines de la Alameda y lo veo arrancar de mañana portando su inseperable cuaderno de notas. Camina garboso y con firmeza pertrechado bajo su gorra, y emulando a don Antonio Machado embuido en su “torpe aliño indumentario”. Lo veo pararse y hablar con personas de toda clase y condición social. Aprende de todo y de todos. Nos habla y escribe de su entorno más familiar y parece que el mismo es parte inseparable del nuestro. Lo he visto en el jueves ojeando libros. Con sus hijos de vuelta del colegio. Coincidiendo en el mismo autobús. Lo sorprendente es que todo lo hace sin dejar de observar cuanto le rodea. Todo, en la cotidianidad de las gentes le resulta interesante. Siempre me he dicho….”este tío tiene todas las cartas para ser feliz”. Me lo imagino repartiendo su fructífero tiempo andando, observando, leyendo, escribiendo y lo mas importante: disfrutando de su familia. Su pluma –a diferencia de algunos- no necesita mojarla en la tinta del rencor y el partidismo. Saber decir las “verdades del barquero” desde la nobleza y sin provocar “batallitas” innecesarias”, solo está al alcance de unos pocos privilegiados. Es un cronista que nos cuenta lo que vé desde la erudición y la riqueza expresiva. Ama a esta Ciudad que lo acogío como hijo predilecto (sin necesidad de medallas ni títulos) con todas sus fuerzas. Lo cierto es que la Alameda no sería la misma sin este ilustre vecino. Allí murió al Cante La Niña de los Peines y nació al periodismo sevillano Paco Correal. Solo en una ocasión he hablado con él: lo paré en la calle Tetuán para comentarle algo referente a la Abuela del Betis.
En fin, apreciado Paquiño, siga vuestra merced andando inperturbable por esta Ciudad de la gracia y la luz. Observe, escriba y cuentenos lo que vea. Intente no mudarse de la Alameda. No sería la misma sin su presencia. Acuerdese de una letra del Flamenco que dice: “Allí veo a mi compare con la gorra echá pa´trá / y yo que vengo traspuesto no se si viene o se vá/. Pues eso, da lo mismo que venga o vaya, lo importante es que esté muchos años entre nosotros. ¡Larga vida a los grandes cronistas sevillanos!.
Luego ya las cosas con los años vinieron rodadas. Nos tropezamos en infinidad de ocasiones, él como escritor y yo como lector. En mis felices encuentros mañaneros con el “Diario de Sevilla” no deja nunca de sorprenderme con sus variados artículos y reportajes. Nada le resulta ajeno a este periodista de raza, libre y ajeno a clanes y figurones de tres al cuarto. Lo mismo se introduce -y nos cuenta a su manera- en un Congreso del PSOE, que lo hace en uno Eucarístico en el Alcázar sevillano. Todo lo transforma en sutil literatura, elevando el periodismo a sus cotas más altas de riqueza estilística y narrativa. Es un narrador de fábulas reales (que no de reales fábulas) que hace coincidir en el tiempo -de la manera mas simple- a Ladislalo Kubala con Jame Joyce. A su suegra con doña Concha Piquer. A Marcelo Campanal con David Bisbal y a Morante de la Puebla con Barak Obama. Todo lo hace con un filtro de erudición aplastante y un conocimiento de la calle asequible solo a gentes, que como él, se la patea a diario. Suelo pasar en autobús (el medio de transporte habitual de Maese Correal) por los confines de la Alameda y lo veo arrancar de mañana portando su inseperable cuaderno de notas. Camina garboso y con firmeza pertrechado bajo su gorra, y emulando a don Antonio Machado embuido en su “torpe aliño indumentario”. Lo veo pararse y hablar con personas de toda clase y condición social. Aprende de todo y de todos. Nos habla y escribe de su entorno más familiar y parece que el mismo es parte inseparable del nuestro. Lo he visto en el jueves ojeando libros. Con sus hijos de vuelta del colegio. Coincidiendo en el mismo autobús. Lo sorprendente es que todo lo hace sin dejar de observar cuanto le rodea. Todo, en la cotidianidad de las gentes le resulta interesante. Siempre me he dicho….”este tío tiene todas las cartas para ser feliz”. Me lo imagino repartiendo su fructífero tiempo andando, observando, leyendo, escribiendo y lo mas importante: disfrutando de su familia. Su pluma –a diferencia de algunos- no necesita mojarla en la tinta del rencor y el partidismo. Saber decir las “verdades del barquero” desde la nobleza y sin provocar “batallitas” innecesarias”, solo está al alcance de unos pocos privilegiados. Es un cronista que nos cuenta lo que vé desde la erudición y la riqueza expresiva. Ama a esta Ciudad que lo acogío como hijo predilecto (sin necesidad de medallas ni títulos) con todas sus fuerzas. Lo cierto es que la Alameda no sería la misma sin este ilustre vecino. Allí murió al Cante La Niña de los Peines y nació al periodismo sevillano Paco Correal. Solo en una ocasión he hablado con él: lo paré en la calle Tetuán para comentarle algo referente a la Abuela del Betis.
En fin, apreciado Paquiño, siga vuestra merced andando inperturbable por esta Ciudad de la gracia y la luz. Observe, escriba y cuentenos lo que vea. Intente no mudarse de la Alameda. No sería la misma sin su presencia. Acuerdese de una letra del Flamenco que dice: “Allí veo a mi compare con la gorra echá pa´trá / y yo que vengo traspuesto no se si viene o se vá/. Pues eso, da lo mismo que venga o vaya, lo importante es que esté muchos años entre nosotros. ¡Larga vida a los grandes cronistas sevillanos!.
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