(Al gran Jacinto Fernández, que seguro nos acompañará en nuestra –esperemos que tardía- incineración).
Llegó como siempre fiel a su cita con Sevilla. A traición y sin previo aviso.
Llegó como siempre fiel a su cita con Sevilla. A traición y sin previo aviso.
Irrumpió en la Ciudad en vísperas del Corpus y ya, de manera pertinaz e inmisericorde, será nuestro compañero inseparable hasta que Octubre pierda paulatinamente sus últimas hojas en el calendario. Lógicamente me estoy refiriendo a el calor veraniego (la “caló” para entendernos). Hoy viernes 12 de junio, cuando tan solo hace unas horas que la Ciudad olía a juncia, romero y a señales inequívocas de cristiandad sevillana, he notado por primera vez de manera directa y rotunda los rigores de la canícula. A primeras horas de la tarde me embarqué desde el Centro hasta mi barriada de residencia. Un viaje en el bus urbano que parecía no tener fin. Venía bien surtido de cerveza y amistades compartidas. Llegué a mi casa exhauto y abrasado por un color sofocante. pero feliz por sentirme vivo dentro del mágico círculo de la amistad. Eduardo, Miguel Angel, Manolo y Santi han sido mis gratos compañeros de viandas, Gambrinus y tertulia con sabor a sevillanía antigua. Hablamos de Toros, de Cante y cómo no, de Lopera y la manifestación del beticismos en busca de su liberación. Ya el reloj determinó que cada uno emprendiera camino a sus quehaceres cotidianos, esperando que la tarde discurra veloz en busca del alivio que traerá la esperada noche veraniega. Eduardo marchará en busca de su santa esposa al amparo del Gran Poder, y de su admirado Duke Ellingon y demás colegas de la música afroamericana. Miguel Angel a sus tareas entre trajes, corbatas y camisas. Él nos pone pintureros por fuera que por dentro ya es cosa nuestra. Manolo a su despacho en la Plaza de San Francisco para seguir solucionando problemas sociales, burocráticos y legales de la compleja vida cotidiana. Santi se nos irá por unas horas a la bella e inigualable Granada como eficaz acompañante del cantaor Guillermo Cano (espléndida realidad cantaora de nuestros días). Pero no irán solo. Todo Don Quijote tiene a su Sancho Panza particular, y este buen amigo de sentires y diana de “sablazos” tiene como fiel escudero al bueno de Jacinto. Admirarán por unas horas a esta bella mocita andaluza llamada Granada. Dulce jardín que llora y sonrie contemplando su turbadora belleza en estanques y jardines de ensueño. Tierra que con Federico se sueña desde la distancia….“Para los barcos de vela Sevilla tiene un camino / por el agua de Granada solo reman los suspiros ¡Ay, amor, que se fue y no vino!”. Cuando Granada escuche cantar a Guillermo Cano por Granaina, seguro que la Ciudad de la Alhambra gana en belleza y esplendor. Será más andaluza si esto fuera posible. Ya lo escribió el poeta…..”Dale limosna mujer / que no hay en la vida nada / como la pena de ser ciego en Granada”. Pues por allí andarán por unas horas esta breve pero jugosa comitiva sevillana.
Aquí, en esta Tierra de María Santísima, ya sobrepasamos el cuarenta de mayo y mandamos el sayo a hacer puñetas. ¡Ojú que caló!. Ya el tiempo no se medirá por meses, semanas o dias. Ni siquiera por horas. Arrancan las mañanas y todo queda en manos del Padre Sol y la Madre Luna. La eterna dualidad de Sevilla. Ellos, al margen de nuestras obligaciones profesionales, son los que marcan el devenir de cada día. Ya pasó a mejor vida la racionalidad del hogar, dulce hogar, que nos llegó con el frío. En definitiva comer, beber, dormir o simplemente vivir quedan marcados –en tiempo y forma- por las temperaturas que padezcamos en el día a día.
Los fines de semana serán testigos de éxodos masivos hacia las zonas costeras, buscando –parodójicamente a través de la masificación- un cierto respiro térmico. Huir por unas horas de una Ciudad que brama fuego por todos sus poros. Noche de veladores en bares o terrazas olvidándonos de la tiranía del reloj. De cines de verano –si todavía queda alguno- de acompasadas orquetas de grillos y piperos de girasol entre peleas de salón, espias que nunca nos llegan del frío y besos de tornillo. Largos festivales flamencos al amparo de las estrellas llenos de jondura flamenca en pueblos tan cercanos como desconocidos. Mairena, La Puebla de Cazalla, Marchena o Lebrija como santuarios veraniegos del Arte Jondo de Silverio, Manuel Torre y Chacón. De añoranzas de mujeres sentadas en las puertas de las casas hablando pausadamente de sus cosas. El largo y calido verano. Ayer combatido a golpes de muñeca con abanicos pintureros y agua fresca de búcaros de Lebrija. Hoy mitigado a rafagas de aire acondicionado y de cubitos de hielo flotando en interminables vasos largos.
Pero, a que dudar, que resistiremos hasta apurar el último soplo de calor. No nos queda otra. Una noche, sin previo aviso, nos entrará un olvidado aire fresco por la ventana del dormitorio. El mismo que nos hará recuperar en duermevela el dulce contacto de una sabana sobre nuestra piel. Será señal inequivoca de que el verano se irá poco a poco de nuestra Ciudad. Volveran los costeros “exiliados” y todo volverá a la normalidad ciudadana. El máximo exponente de que empieza un tiempo nuevo, es cuando veamos a un niño/a caminar–llorando o ilusionado/a- cogido/a de la mano materna camino del colegio. Ellos/as al estrenar Curso nos están diciendo que para todos nosotros empieza otro que nos llevará directamente –y como meta final- a un nuevo Domingo de Ramos. Lo incuestionable es que mientras todo eso llega oíremos decir muchas, pero que muchas veces, “ojú que caló” está haciendo hoy. Pero como el que no se conforma es porque no quiere alguién dirá:…”pues más noté yo ayer”. Lo dicho: ¡ojú que caló!.
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