Debatir, polemizar o simple y llanamente discutir, pueden parecer ramas de un mismo árbol, pero son conceptos antagónicos y que nada o poco tienen en común. Es un ejercicio saludable y necesario–tanto intelectual, cómo política o socialmente- debatir nuestras ideas con la de los demás. Sobre todo si no fluctúa en el diálogo el fantasma del adoctrinamiento o el fundamentalismo en cualquiera de sus variantes.
Cuando tratamos de imponer nuestras teorías elevando el tono de la voz en detrimento del peso de nuestras argumentaciones, poco bueno puede esperarse. Dialogar consiste fundamentalmente en saber escuchar, sobre todo cuando valoramos los comentarios o rectificaciones que se nos hacen desde el rigor, la objetividad y el afecto.
Nada nuevo bajo el sol. Nadie posee la llave de la verdad absoluta en ningún campo de la vida, y por tanto no está de más sacar las ideas a pasear de cuando en cuando. Traigo a colación una frase que me repetía de continuo mi abuelo Félix:…..”Un amigo es aquel que te crítica en tu cara y te defiende a tus espaldas”. ¿Cuántos habemos de esa hornada?. Creo que se pueden contar con los dedos de una mano.
Afortunadamente, dispongo de un círculo de amigos íntimos a los que veo periódicamente, y donde estoy seguro que estas coordenadas se cumplen a rajatabla. Miguel Angel Fernández, Manolo Henares, Santi Pardo, Antonio Carrillo, José Antonio Zamora, Eduardo Pérez y el más caro de verse, Salva Gavira, son amigos entrañables con los que es un placer compartir vino, viandas y tertulias de las que agradece el alma y el espíritu. Sin embargo estoy completamente seguro de que si se nos hiciera un profundo test de personalidad, tendríamos entre nosotros muchas diferencias (más en las formas que en el fondo). Esto es profundamente positivo. Nos unen unos valores ético y estéticos –hoy en franca decadencia- y sabemos cultivar la amistad, y potenciarla desde el afecto, la diversidad y la tolerancia. Podemos discrepar sobre lo divino y lo humano, y ser capaces de mantener la sangre bien lejos de la orilla del río de la intolerancia. Nos encontramos cómodos y cómplices de sentimientos compartidos y verdades relativas. Cada vez que alguno hemos tenido alguna dificultad, he podido comprobar como el resto se pone -nos ponemos- manos a la obra para que el problema –al ser compartido- resulte menos traumático. Si algo me han enseñado los años, es a valorar en toda su grandiosidad la enorme importancia de la verdadera amistad. Digo más: en muchos casos –como el mío- ha resultado fundamental para poder navegar por los borrascosos mares de las realidades y los sueños. Un hermano te lo “regala” la vida, un amigo es un regalo que te haces a tí mismo.
Hoy vivimos en una Sociedad crispada, grosera e insolidaria en todas sus variantes. En lo político, lo cultural, lo social o lo espiritual (religioso) no se discute sometiendo las ideas al filtro de la dialéctica. Para nada, todos son exabruptos destemplados sin que exista el menor interés en confrontar o tan solo escuchar las opiniones ajenas. Solo si vienen de tu cuerda son bien recibidas. Hoy las famosa coordenadas del ejercicio intelectual de: leer, observar, vivir, reflexionar y actuar a pasado a mejor vida. Estamos inmersos, en todos los campos, dentro de “lo políticamente correcto”.
Algunas televisiones –afortunadamente no todas, pero sí la mayoría- han cumplido con suma eficacia la tarea de embrutecer al personal. Le han robado a las gentes la capacidad de pensar y por ende de discernir por su cuenta. Están –estamos- teledirigidos hacia una meta común: el acarajotamiento más pernicioso. Una Sociedad libre es una sociedad informada-formada, con un espíritu crítico y a la que resulta bastante complicado darles gato por liebre. Seamos realistas, esto no interesa para nada. A un antifranquista converso y confeso como un servidor le resulta paradójico que ayer el futbol estuviera considerado el opio del pueblo, y hoy exista un Canal futbolero de pago (con millones de telespectadores) y que dan una media de 150 partidos al mes. Vamos, que aún siendo un enamorado del buen fútbol me surge una pregunta: ¿Porqué lo que antes se llamaba alienación hoy se llama diversión sana y socializante?. Camelo del nueve en estado puro.
Lo dicho, ante la orfandad social, afectiva y espiritual que padecemos en esta Sociedad, lo más sano es configurar una tertulia de buenos amigos y disfrutar de los placeres que la vida pone a nuestro alcance. Un buen vino, una buena comida y una charla afectuosa y distendida es el mejor aval para conseguir un trozo de Gloria en la Tierra.
En Canal Sur Radio, poco antes de dar las siete de la mañana, hay unos minutos de reflexión religiosa patrocinados por el Arzobispado, en él mismo Rafael Sánchez Pallarés se despide con una frase antológica:…”Buenos días y, disfrutad del día que se os regala”. Pue eso, ni más ni menos.
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