domingo, 18 de octubre de 2009

El Dulce placer de lo cotidiano


Levantarte al alba. Palparte este cada día menos cuerpo serrano y darle gracias a Dios por regalarte una nueva hoja en tu almanaque existencial. Enfilar el cuarto de baño y ducharte y afeitarte de manera pausada, mientras la radio te va informando de lo bueno y lo malo -de esto mucho más- que acontece o acontecerá en tu Ciudad, tu País o en este planeta llamado Tierra. Vestirte procurando convencerte a ti mismo que todavía estas de buen ver y que mucho bueno está todavía por llegar. Salir a la calle en busca del primer café mañanero. Alli te espera -rodeado de buenos y afectuosos amigos- la primera tertulia del día. Pausada y sin que nadie tenga ánimos de pontificar lo más mínimo. Evidentemente como tema prioritario el fútbol de nuestros amores y desvelos. Béticos hablando gloria bendita de las hazañas del Sevilla, y sevillistas deseando que el Betis se libre del secuestro en que vive inmerso y retorne a su sitio natural: la Primera División. ¡Quién lo diría!, que exclamará el añorado Antonio Puerta asomado en los balcones del Cielo donde van los justos y nobles de corazón.

Sinceramente, vivir en Sevilla se ha hecho en la actualidad absolutamente insoportable. Circular por ella –menos en bici- es un canto al cabreo y a la desmesura. Andar por calles y plazas es más de lo mismo. Todas abiertas en canal por las obras y remodelaciones varias que se eternizan en el tiempo. ¿Conseguirán nuestros nietos algún día recorrer cuatro calles seguidas sin encontrarse una zanja?. Esta Ciudad es para salir najando del tirón. Nunca se posibilitó –y se invirtió- tanto en la peatonalización de Sevilla desde las altas esferas municipales, y nunca el pasear por ella fue tan complicado. Se no dirá -¿ hasta cuándo?- que las mejoras nacen de los planes urbanísticos que se ejecutan y, que es inevitable para disfrutar de los mismos el tener que soportar las molestias que originan.

Vivimos inmersos en grandes proyectos y la Ciudad está huérfana de dos elementos fundamentales para su conservación: mantenimiento y vigilancia. Mantener es ir subsanando aquellas anomalías urbanas que en su fase inicial son leves, y que como consecuencia de la dejadez se convierten con el tiempo en graves problemas. Vigilancia es controlar que el vandalismo y el salvajismo no campen a sus anchas, y se vayan –tirando el dinero de los contribuyentes- de rositas después de causar este cúmulo de destrozos y suciedades de las más diversas. ¿Saben ustedes cuantas toneladas de basura se retiran después de una macrobotellona por lo empleados de LIPASAM que pagamos entre todos?. ¿No existía una Ley anti-botellona que prohibía beber en la calle?. Seguro que algún “Progre de salón” esgrime el manido argumento de que la represión eran formas de dominación franquista. Para nada. Reprimir es también censurar un homenaje literario a un escritor –del signo político que sea- y dejar que el mismo, después de cerrarles las puertas de un local municipal, se celebrara en plena calle. Por cierto reconozco que lo poquito que he leido de Agustín de Foxá me aburrió soberanamente. Pero ese no es el quid de la cuestión. Aquí estamos hablando de LIBERTAD para todos y no sólo para los de vuestra cuerda política.

Mi admirado Rafael Alberti, tuvo para mí un lunar imperdonable. Teniendo tiempo en sus últimos años de condenar el estalinismo, cuando ya históricamente se conocía la masacre humana que desencadenó tan siniestro personaje, no lo hizo. Y digo yo…¿estaría dispuesta doña Josefa Medrano Altadisnosecierra a negarle un homenaje al Poeta del Puerto?. Seguro que no, y un servidor sería de los primeros que acudiría. Iría al de Rafael y también al de José María (Pemán), pues ambos son excelentes escritores andaluces. Claro que alguna ventaja tendremos aquellos que huímos del sectarismo y el fundamentalismo más casposo y trasnochado.

Por eso, precisamente por todo este cúmulo de sectarios, chapuceros e inútiles que dominan esta Ciudad cada día cobra más valor el dulce placer de lo cotidiano.

Seguir paseando por la Ciudad aunque sea a salto de mata entre socavones, tablones y vallas. Buscar la única verdad que encuentro en el Salvador, San Lorenzo, San Nicolás, el Alcázar o la Catedral. Degustar lentamente a mediodía una copa de manzanilla en la Goleta o la Barbiana al calor –dulce calor- de la amistad verdadera. Comprar el pan en el Horno de San Buenaventura de la Alfalfa. Volver a mediodía o por la tarde-noche al calor del hogar donde te espera un mundo que te has fabricado a tu medida. Ese que nunca te defrauda pues lo has ido acumulando amorosamente a lo largo de los años. Tus libros, tu música, tu cine, tus revistas, tus recuerdos….todo enmarañado en una cadena sentimental-cultural que hace que te sientas libre y feliz de estar vivo.

Un amigo –al que insisto le debo un Toma de Horas- me lo dijo una mañana de agosto y se me quedó grabado en el alma:…..”Convéncete, de que Sevilla es una Ciudad que se goza en los sueños y se padece en las realidades”. No dejemos por tanto que nos roben también los gratos momentos de la cotidianidad.

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