miércoles, 25 de abril de 2012

Barras y Estrellas (y III)


Si tienes la mala suerte de caerte a la calle desde una habitación de la planta 42 del “Hotel Hilton” de Nueva York, te ocurrirán dos cosas: un norteamericano –buen samaritano- te preguntará si te encuentras bien y una norteamericana te ofrecerá –para aliviarte el “porrazo”- una taza de café y un trozo de tarta de manzana casera. Evidentemente, si no te has caído bajo los efectos del “Four Roses Bourbon”, y has sido empujado por algún miembro de la Mafia, te dejarán morirte tranquilamente en el suelo. Complicaciones con la “Cosa Nostra” las justas, se dirán. Posiblemente, para los “viajeros” de sofá, cine y lectura (como quien esto escribe), todo quede influenciado por la magia de películas y novelas. Todos los países -y las ciudades no digamos- se mueven entre la magia y la realidad. Ninguno –ninguna- escapa al mágico universo de los Ritos y las Leyendas. Tengo un amigo que ha visitado Nueva York en no menos de veinte ocasiones y me cuenta que en cada viaje le descubre nuevas peculiaridades. Inclusive visitando los mismos lugares de la Gran Manzana encuentra sustanciales diferencias. Emplea una parte sustancial de su tiempo y dinero en visitar periódicamente NY admitiendo, eso si, que allí no viviría bajo ningún concepto. Siempre turista pero nunca habitante. Norteamérica se nos presenta como un país singular, variopinto y complejo como pocos sitios de la Tierra. Su funcionamiento político es modélico por darles a los ciudadanos la oportunidad de serlos (aparte de votantes). Spiderman, ingresado con Alzheimer en una Residencia de Boston, no pudo impedir el atentado terrorista a las Torres Gemelas. El doctor House ha terminado pasando consulta en el Centro de Salud de las Candelarias. El Despacho Oval, donde se toman las decisiones que nos afectan a todos, fue el escenario de una felación de una becaria a un presidente. Otis Redding canta “Sentado en el muelle de la bahía”. Nancy Reagan alcanzó la cima de su felicidad viendo bailar en una recepción de la Casa Blanca a John Travolta con Diana de Gales. Hechos cotidianos que ocurren en EEUU pueden dejar de serlos –y convertirse en singulares- para el resto de los mortales. En pocos lugares de la Tierra puede nacer un movimiento ultra-conservador como el Tea Party, y tener una influencia decisiva en el devenir político y/o social como el que tiene en Norteamérica. Si a un condenado a muerte, con aplicación de sentencia inmediata, le detectan unas décimas de fiebre, no será ajusticiado hasta que le desaparezcan las mismas. Temen siempre la furia de Dios si su comportamiento no fuera el “políticamente correcto” (esa es la gran diferencia: allí temen a Dios y por estos lares es Dios quien nos teme a nosotros). A mí, que queréis que os diga, siempre me ha parecido –y me parece- un país fascinante y lleno de posibilidades para la gente con talento y perseverancia. A diferencia de la Vieja Europa que, después de convertirse en un “Mercado Persa”, ya nadie sabe a cuantas velocidades funciona. País de Barras y Estrellas. País de nuevas oportunidades. País tan ensalzado como vilipendiado. País imprescindible para nutrir nuestro acervo cultural y sentimental. País de países en definitiva que nos enseña, en el día a día, como se puede racionalizar la barbarie y reciclar en positivo la sinrazón. España es ya también un país de Barras (de pan) y de Estrellas (errantes).

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