domingo, 29 de abril de 2012

Toca Paco y Abril se resiste a marcharse


Toca Paco de Lucía la “Rondeña” de don Ramón Montoya y abril, aguas mil, se nos marcha a su pesar. Se lleva con él nuestras Fiestas Mayores y también nuestros gozos más esperados y soñados. Todo ha transcurrido –como los amores presentidos- envuelto en una conjunción (solamente posible por estos lares) de temple, vértigo y fugacidad. Mañana será otro día y nuestro contador sentimental ya habrá sumado una nueva primavera. Siempre contada –y cantada- en abriles floridos y luminosos. Los gorriones sueñan con una Ciudad con menos palomas y las palomas, embuchadas y sucias, ya no pueden soñar ni tampoco volar (son tiempos, malos tiempos, proclives para buitres y cuervos). Pronto las sandias en el Palenque de Los Palacios nos mostrarán sus corazones rojos en los labios carmín de las muchachas enamoradas. Caen en la campiña palaciega las lágrimas vertidas por las dolorosas sevillanas reverdecidas en uvas de moscatel. Desde los cielos que perdimos, Isabelita Galán cose amorosamente sus albardones para que las bestias (de cuatro patas) lleven su carga sin dolor. Nos devuelve a Sevilla un tramo de carretera de trazado rectilíneo, donde la gente –en no pocas ocasiones- muere victimas de las prisas que nos llevan a ninguna parte. Atrás quedaron tertulias, pregones, nervioseras, pavías de bacalaos, torrijas, “coroneles de mollatosos”, saetas caracoleras y, Ellos y Ellas, como máximos exponentes de nuestro caudal de emociones. Manolo Henares cubre su honda y sevillana melancolía “enjaretando” declaraciones del IRPF. José Luis Tirado se acuerda de Manolo Caracol cantando “Carcelero” por lo bajini entre aromas de café mañanero. Fali Fernández compra 3 en 1 en la Ferretería de la Plaza del Pan para ir engrasando su carriola rociera. Emilio Romero afila cuchillos y tijeras para saciar nuestro apetito y poder adecentar –exteriormente- nuestras atribuladas cabezas. Abril se pierde –y nos pierde a nosotros- entre largos atardeceres a los sones de la sonanta del “Maestro de Algeciras”. Todavía retumban por las calles y plazuelas de la Ciudad los ecos de cornetas y tambores. Se sigue escuchando como un rumor lejano el rachear de alpargatas costaleras. El “Fantasma que recorría Europa” terminó sus días llorando en el Archipiélago Gulag. El que recorre Sevilla permanece siempre soñando nuevas primaveras por los jardines del Alcázar. Los cuerpos, definitivamente, se despojaron de ropas exquisitas, túnicas, trajes de faralaes y abalorios. “Oh, la saeta el cantar, al Cristo de los Gitanos…” se entrelazó, sin solución de continuidad, con “Mírala cara a cara que es la primera”. Así se escribe Sevilla: con S de Saeta pero también con S de Sevillanas. Marzo nos entra siempre por la cornisa del Aljarafe. Abril lo hace por los laberintos urbanos y sentimentales de la Ciudad. Siempre floreciendo entre las enredaderas de nuestras emociones más nobles. El invierno nos secuestra para dejar que la primavera tenga la oportunidad de liberarnos. Cada Ciudad es como es y la nuestra es abrileña por los cuatro costados. Uno, enmarañada en los pregoreniles “Preámbulos del gozo”. Dos, con la culminación del gozo en toda su plenitud uniendo tradición, pasión, arte y fe. Tres, con gotas de sangre brava derramada en el albero maestrante, siempre al compás de palmas y olés, embriagados con el aroma de los puros de don Fidel. Cuatro, con la belleza efímera majestuosamente dispuesta en una Ciudad no menos efímera (pero nunca artificial). Hoy convertida en reducto de pijos caducos, politiquillos de tres al cuarto y puretas con sofocones menopausicos. 
Los sentidos y los sentires prestos a ser secuestrados por la magia del momento. Toca Paco de Lucía y Abril le abre las puertas, de par en par, a los preámbulos cegadores de la luz. Viene Mayo y esto, por estos lares, siempre fueron palabras mayores. 

Tiempo de leer a los Machados, Cernuda, Chaves Nogales, Montesinos, Laffón, Izquierdo, Romero Murube, Núñez de Herrera, Sierra, Caro Romero….Tiempo, en definitiva, de una Ciudad sin tiempo.

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