lunes, 17 de febrero de 2014

Acordes del alma





Suena en el equipo de música de mi salón un Adagio de Johann Pachelbel. Es una pieza que nos regala un Programa de Radio Clásica en RNE.  Lo interpreta la Orquesta Filarmónica de Berlín bajo la batuta maestra de Herbert von Karajan.  La armonía fluye sembrando en cada rincón de la casa la magia de la música. Dejo por un momento de teclear el ordenador para que nada interrumpa aquello que no merece ser interrumpido. Nada que pueda hacer en ese momento tendrá más importancia que poner mis cinco sentidos en la música. Cuando Dios nos susurra amorosamente al oído debemos prestarle nuestra máxima atención. Vuelo pausadamente sin necesidad de tener alas que me transporten a paraísos oníricos donde prevalezca la belleza de lo eterno sobre la banalidad de lo cotidiano. Poco puede importarnos las veleidades juveniles de don Herbert con los nazis. Al final siempre prevalecen las obras sobre las intenciones. Nadie puede cambiar su pasado pero si puede hacerlo con su presente. Los acordes del alma que Karajan nos regala consiguen que nuestra fe en lo divino se acreciente por momentos. Música celestial para los sentidos. Vivimos en una sociedad donde prevalecen las voces sobre los ecos y donde los ruidos sustituyen sin pudor al mundo de los sonidos. Nuestras almas duermen en los armarios el ingrato sueño de la insensibilidad.  Hoy solo tiene sentido aquello que nos resulta tangible y podemos tocar. La belleza de lo efímero ha muerto de inanición en los brazos del pragmatismo. Como decía Maki Navajas: “Cuando nos han robado la ética no permitamos que también nos roben la estética”.

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