viernes, 7 de febrero de 2014

La vida atrapada



Me resulta fascinante el mundo de la fotografía y la considero, cuando penetra en el alma de las cosas, un Arte digno de resaltarse. La Historia y el Periodismo se sustentan en sus testimonios gráficos. Quien dijo lo de “más vale una  imagen que mil palabras” no iba desencaminado.  Asumo sin complejos mi incapacidad para hacer fotos (no he realizado ni una sola en toda mi vida) y mi aversión a que todo y todos seamos susceptibles de ser fotografiados. A ciertas edades es mejor pasar desapercibido y el material gráfico que quede de tu presencia terrenal debía ser en perfecto estado de revista. Tengo varias fotos de mi madre en sus años postreros y ninguna de sus años de lozanía. La veo sentada en una silla o en un carrito ya muy mayor con la mirada triste y perdida.  La decadencia cuando es noble ni se esconde ni tampoco se expone.  Me gusta recordar a mi madre cuando, aún todavía lozana, cantaba mientras lavaba en el patio del “Corral de vecinos” donde vivíamos. Pero no tengo fotos que me recuerden aquellos gratos momentos. Las que tengo son un canto a la tristeza y a la decrepitud. Tengo entre mis amigos a excelentes fotógrafos como Miguel Ángel Yañez Polo, José Manuel Holgado Brenes,  José Antonio Zamora, Santi Pardo, Fran Silva, Salva Gavira….que manejan cámaras e instantáneas con una precisión magistral. Verdaderos artistas de la fotografía. Cuando se juntan hablan de fotos y artilugios en unos conceptos que a mí se me escapan. Hoy todo sirve para “tirar” fotos. Con los móviles nada ni nadie se escapa. La salida del “Señor de Sevilla” se ha convertido en un inmenso reguero de fogonazos que terminan por romper la magia de la noche por San Lorenzo.  La fotografía en su más alto grado de realización es un Arte y una sutil manera de dejar testimonio de hechos de cierta singularidad. Atrapa la vida para que el tiempo no termine por confundirla y, de paso, confundirnos a nosotros.

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