Tú formas parte inseparable de la noche más eterna y de la eternidad de
la noche de los tiempos. Tu Barrio es el Barrio de los barrios de la Ciudad. Miras
al Cielo preguntándote y preguntándonos por el motivo de todas las cosas. Abres
los brazos al conjuro de las estrellas y la luna en su reflejo forma parte del
universo de tu frente ensangrentada. A tus pies va postrado el dolor más
latente y verdadero: el de las Madres afligidas. Avanzas a paso lento por la
travesía eterna de los judíos errantes y los moriscos expulsados del
paraíso. Quien te hizo sabía lo que
hacía y de paso también lo que nos hacía a nosotros. Un ascua de candela
crucificada alumbrando la oscuridad de las almas atormentadas. Vienes y te vas
dejándonos atados a la memoria sentimental de los días del ayer. Te vemos pasar
sin más ruido que el sonido barroco de la música de capilla, el crujir de tu
canastilla neogótica y dorada, el rachear de alpargatas costaleras y el tic-tac
monocorde de nuestros corazones. Tu azulejo en Santa Cruz representa la Alianza entre Dios y los
hombres. Tu rostro herido nos va clamando que tu mundo ya no es de este mundo.
Te vas y nos dejas envueltos en la estela de tu Misericordia. Sales y entras; entras y sales cuando la Ciudad se debate entre la
esperanza y la nostalgia. Viéndote se confunde el ateo; duda el agnóstico y se
reafirma el creyente. Un tratado exponencial de teología liberadora dictada por
tu divina y humana presencia en el Barrio –tu Barrio- que es el Barrio de los
barrios de la Ciudad. Misericordia infinita por
las callejas y plazoletas de Santa Cruz. Eterno luto de Doña Elvira.
viernes, 27 de febrero de 2015
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