En mis visitas semanales al Mercadillo del Jueves sevillano siempre
encuentro toda clase de objetos y utensilios (cosas en definitiva) que no dejan
de sorprenderme. Allí, de la forma más inesperada, puedes encontrar cualquier
cosa tirada por los suelos. La resaca playera de los mares de la existencia
humana. Si hay algo que siempre me llama poderosamente la atención son la
abundancia de antiguas fotos personales. Unas sueltas y otras directamente
enmarcadas en marcos ajados por el paso del tiempo. Fotos de niños vestidos primorosamente
de Primera Comunión. Una joven pareja de recién casados plenamente convencida
de que aquello durará “hasta que la
muerte los separe”. Una señora de mirada severa que nos deja meridianamente
claro quien era la que mandaba en su casa. Otra de las que se utilizaban para
los Libros de Familia numerosa. Alguien vestido de nazareno delante de la Virgen de sus amores o un soldado con una amplia sonrisa que denota
una carencia total de ardores guerreros. Documentos gráficos de personas que
posiblemente no pocas ya no estén en el Reino de los que respiran y pagan
hipotecas. Siempre me hago dos preguntas sobre el particular: ¿quién puede
desprenderse tan alegremente de fotos familiares que representan el testimonio
gráfico de sus ancestros? ¿Quién compra una foto personal y privada de una
persona que ni tan siquiera conoce? Enigmas de la condición humana a la que, de
manera racional, difícilmente encontraremos explicación. Los Mercadillos
representan de manera clara y rotunda donde terminan los objetos y utensilios
que, sin dudar, habrán llenado placenteramente la vida de muchas personas. Todo
termina por los suelos a precios de saldo. En los últimos meses y motivado por
la feroz crisis que padecemos prolifera la venta de ropa usada. Por cinco euros
te venden un lote compuesto por una
antigua guerrera de Sargento de Caballería, un tomo suelto de los
“Episodios Nacionales” de Pérez Galdós y una foto grande enmarcada de un señor
desconocido con sombrero y bigote. Es la vida mostrada en todo su realismo y
ante eso solo podemos asumir lo inevitable. Fotos de Mercadillo como ejemplo de lo efímero
y voluble de la condición y la existencia humana.
domingo, 1 de febrero de 2015
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