lunes, 2 de febrero de 2015

El vuelo de los pájaros





Que duda cabe que los resortes psicológicos que mueven el comportamiento y/o el carácter de las personas es imprevisible. Desde niño siempre he tenido una cierta tendencia a observar a las personas que rodeaban mi entorno. Es algo que los años no han hecho más que acrecentar y puede que en ello esté presente mi condición de sociólogo frustrado. No lo hago ni en plan inquisitorial ni amparado en una morbosa curiosidad. Más bien intentando desentrañar la manera de sentir y actuar individualmente de algunos seres humanos. Recuerdo de muy joven con absoluta nitidez el comportamiento de dos ancianos que vivían muy cerca de mi casa. Uno, Baldomero, era un hombre al que la vida había tratado de manera inmisericorde. Tuvo que padecer en sus carnes la muerte de su joven esposa y, en el colmo de las desgracias humanas, enterró a su hijo Felipe cuando este tan solo tenía treinta años de edad. Tuvo que criar a sus cuatro hijos sin más ayuda que la que le prestaba su hermana Carmela. Pues -y nunca mejor dicho- a pesar de los pesares era un anciano jovial, bondadoso, solidario y siempre con una sonrisa en los labios.  Por otra parte estaba Francisco. Un hombre al que, a lo largo de toda su vida,  las cosas siempre le funcionaron a la perfección. Casado con Isabel que era un encanto de persona y padre de tres hijos de los que podía presumir con largueza. Tenía todos los ases de la baraja para haber podido encarar la vejez con una placentera felicidad por compañera. La realidad era bien distinta. Era arisco, casi rozaba la grosería, peleón de discusiones tan banales como interminables y siempre despotricando de lo humano y lo divino. Lo que se conocía popularmente por “un viejo gruñón”. Esto me planteaba ciertas dudas de que lo vivido terminé al final marcando nuestro carácter. Recuerdo haber leído hace unos días en un suplemento cultural una entrevista con uno de mis escritores (españoles) de culto (omitiré el nombre por carecer de especial relevancia el darlo). Este hombre siempre ha reconocido que su vida familiar le ha resultado bastante placentera y que hoy goza del cariño y el respeto de su esposa, hijos y nietos. En lo literario ha conseguido todos los premios posibles y tiene al menos seis novelas que se me antojan imprescindibles dentro de la Literatura española contemporánea.  Cada entrevista que le hacen es un canto a la acritud en sus formas más descarnadas. Todo le resulta una mierda. Da igual que se trate de la política, la sociedad, el periodismo, la religión o la cultura. No deja títere con cabeza. La impertinencia de algunas de sus respuestas entra de lleno en el campo del exabrupto más descarnado. Las ilusiones y los sueños son tan solo eso: ilusiones y sueños. Nunca se cumplen tal como las pensamos o soñamos pero eso forma parte del ejercicio de vivir. Los proyectos en la vida en la mayoría de las ocasiones se quedan en eso: en proyectos. Pero siempre será mejor que irse de este mundo, tan injusto como bello, dando un portazo es hacerlo dejando la puerta entreabierta. Por lo menos si los pájaros levantan el vuelo desde las ramas que sea solo por la tormenta. Que no lo hagan nunca asustados por el ruido de nuestras voces, tiros y ecos.  Si la vida te ha tratado bien al menos, en reciprocidad, trata tú bien a la vida.

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