Recién llegado de mi visita semanal por tierras trianeras me llega un mensaje al móvil donde mi colega Salva Gavira me da la noticia, tristísima noticia, del fallecimiento del Cardenal Amigo. Tenía 87 años de edad y a pesar de conocer su precario estado de salud la noticia no deja de sorprendernos. Este espigado, elegante, culto y carismático vallisoletano de Medina de Rioseco ejerció su larga y prolífica actividad pastoral durante 27 años en la Ciudad de Sevilla. Nunca necesitó auxiliares para desarrollar su tarea que, a la postre, se no presenta de una magnitud extraordinaria. Durante su etapa al frente de la Iglesia sevillana gestionó la venta del Palacio de San Telmo que, al día de hoy, todavía resulta beneficiosa. Llevó la igualdad entre hombres y mujeres al seno de las hermandades y cofradías. Su balance de proyectos realizados son de tal magnitud que es imposible plasmarlos en estas breves líneas. Cuando arribó en nuestra Ciudad tardó algo de tiempo en comprender y asimilar las claves y coordenadas que rigen está Ciudad. Una vez instalado en la asimilación de las mismas fue un faro luminoso que marcó toda una época. Hombre culto, profundamente religioso, de trato cercano y siempre de mano tendida. Un franciscano que tenía reminiscencias de hombre del Renacimiento. Se nos va don Carlos hacia el paraíso de los hombres de bien con la satisfacción de los deberes cumplidos y el surco catedralicio que le lleva de Sevilla al Cielo. Afortunadamente recibió en vida el afecto y la consideración que le tenía la Ciudad, su ya para siempre su Ciudad de Sevilla. Descanse en paz y gracias por tanto don Carlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario