jueves, 27 de febrero de 2025

Desde Sevilla a Bruselas (o viceversa)


“Sevilla es España pero España no es Sevilla” (Silvio)

Entre políticos mediocres, mercaderes oportunistas, historiadores abanderados de grupos de turistas y plumillas fariseos con ínfulas de excelsos escritores han conseguido, poco a poco, ir desnaturalizando el ya de por si manipulado y desactivado andalucismo contemporáneo. ¿Qué nos queda de aquellas ilusiones y esperanzas compartidas en los albores de la transición democrática? ¿Dónde se guardan las miles de banderas mostradas antaño con orgullo en los balcones y ventanas de los pueblos y ciudades andaluzas? Todo se reduce, en clave seudo-política, en potenciar las formas blanca y verde en detrimento del fondo donde yacen las verdades ocultas. El Día de Andalucía se reduce a himnos, banderas, medallas y falsos discursos que no hacen más que potenciar lo efímero en detrimento de lo verdaderamente auténtico. Para los andaluces se ha convertido en un festivo más y para algunos dirigentes políticos en un ejercicio de vanidad programada. En esto que llaman las señas de identidad geográficas uno se expande o se retrotrae en función de por donde vengan los vientos de Levante. Ser sevillano o sevillana es hoy ser un miembro más de “la Aldea de Astérix en Santiponce”. Por extensión somos orgullosos andaluces. Evidentemente esto nos encuadra administrativa y sobre todo sentimentalmente como españoles. Este recorrido expansivo lo terminamos en los confines de Bruselas (corazón político y financiero de la vieja Europa). Cada cierto tiempo cuando arrecia la lluvia y nos sentimos desprotegidos nos retrotraemos y hacemos el camino de vuelta que nos devuelva a Sevilla. Allí siempre tendremos el cobijo que nos proporcionan quienes bien nos quieren y a quienes bien queremos. Las Esperanzas como pórticos majestuosos de nuestros anhelos e ilusiones. Nuestras tradiciones y nuestra forma de vivir y de ser con sus defectos y virtudes. Es el cielo protector azul-celeste que cuando lo miras sientes sobre tu piel el pellizco de los duendes sevillanos. No se trata de un ejercicio de “catetismo provinciano” es un mero ejercicio de supervivencia. Somos y seremos por encima de todo sevillanos y sevillanas siempre remando contracorriente. Ayudamos a los areneros de Triana a reforzar las cuerdas del Puente de Barcas para que la Hermandad de la O venga de visita a Sevilla. Apartamos con la punta del pie el serrín de las tabernas para encontrar en el suelo la moneda de la alegría compartida. Somos parte de un hermoso poema siempre inacabado. La Tierra prometida siempre pendiente de que los aparceros foráneos no se queden con la ganancia de nuestra cosecha. Un sitio para nacer. Un lugar para vivir. Un espacio eterno donde morir. Un cante por Soleá que nace en Triana y que se pasea por Sevilla entre palmas a compás. La vida entre el incienso de las capillas y las chispas de los sopletes de los trabajadores de la Hispano-Aviación. Una quimera de un Cristo agonizante que se resiste a dejar Triana y Sevilla. Unos ojos, que tras un Arco, lo dicen todo. Una parte sustancial de Andalucía. Un velero surcando los mares de España. Un tren llevando trabajadores andaluces sin futuro a las fértiles fábricas alemanas. ¿Andalucía? No le preguntéis a los mástiles de las banderas. Ni a los falsos fastos que siempre terminan con mesa y mantel (que luego pagamos entre todos). Ni tampoco al medalleo discrecional. Preguntadle mejor a los olivos, a las veredas de los caminos machadianos y a las olas del mar bravío. Andalucía y Sevilla. Sevilla y Andalucía.

lunes, 24 de febrero de 2025

Miguel, Josefina, Joan Manuel y un tocadiscos


“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas
compañero del alma, tan temprano” 
 (Miguel Hernández)


Miguel Hernández, el Poeta del pueblo, falleció en la Prisión de Alicante cuando contaba tan solo con 31 años de edad. Su muerte se produjo a las 5:32 de la mañana de un 28 de Marzo de 1942. Sufrió en sus carnes traslados presidarios y un abandono sistemático y programado que le hicieron padecer bronquitis aguda, tifus y posteriormente una tuberculosis que lo apartaría del reino de los vivos. Desnutrición, frío en alma y cuerpo más insalubridad en grado extremo. Tres punzantes factores carcelarios y un fatal desenlace. La biografía de Miguel Hernández, a pesar de su corta existencia, es muy extensa y en la actualidad está perfectamente documentada. Es justo reconocer que en sus durísimos años en la cárcel recibió la ayuda de algunos amigos que intentaron salvar al poeta de las garras de la muerte. Miguel Hernández no solo fue el Poeta del pueblo es que él era en si mismo pueblo en el sentido más noble del termino. Su esposa, Josefina, lo visitaba en la prisión y Miguel aprovechaba para darle algunos de sus poemas. Los mismos que ella sacaba escondidos entre la ropa. Luego para que no los encontraran los solía enterrar en zonas de tierra que ella conocía. “La nana de la cebolla” enterrada en el campo como símbolo de futura fertilidad. El dolor trenzado con la esperanza. La simbiosis perfecta entre el poema y la tierra que al final nos deja surcos que nos llevan a los mares de la Libertad. Existe una hermosa anécdota contemporánea sobre Miguel Hernández que nos liberan como seres humanos de la maldad y el odio que impregnaban los tiempos grises de silencio y plomo. Joan Manuel Serrat acababa de grabar su inmenso disco sobre la obra de Miguel Hernández. Este magno trabajo supuso a la postre la definitiva y esplendorosa recuperación del Poeta de Orihuela. Recién salido el disco “del horno” y antes de que fuera comercializado Serrat quería llevarle personalmente un elepé a Josefina Manresa (la viuda del Poeta). Fue a verla con el disco bajo el brazo. Cuenta Serrat que la emoción de Josefina cuando vio el disco fue de las que difícilmente se olvidan. Le comentó que le gustaría escucharlo junto a él pero que ella carecía de tocadiscos. Serrat se fue a la calle y en la primera tienda de electrodomésticos que se encontró compró uno. Lo demás ya es historia. Un hombre, llamado Joan Manuel Serrat, que hizo de la canción Cultura con mayúscula. Una mujer, llamada Josefina Manresa, viuda del Poeta y ejemplo de la pena honda de las mujeres de la posguerra. Un tocadiscos, girando a 33 revoluciones por minuto, que se estrenaba con los eternos poemas de Miguel Hernández. Un poeta con una carga de profundidad social y humana verdaderamente memorables y que, gracias a Joan Manuel Serrat, ya formaría para siempre parte activa de la Cultura popular contemporánea. Es verdad que, a veces, Dios escribe con los renglones torcidos pero también cuida con esmero el Jardín de los Poetas.

jueves, 20 de febrero de 2025

Dos mujeres a la vez y no estar loco



Se llamaban igual que los suegros de San José  (Joaquín y Ana).  Vivían en el Corral de Vecinos donde transcurrió mi infancia.  Configuraban un matrimonio querido y respetado por todos los vecinos.  Ana (Anita) era poseedora de una belleza deslumbrante y con grandes virtudes para la vida y sus efectos colaterales.  Joaquín era un señor en el más noble sentido del término.  Lector indesmayable de Marcial Lafuente Estefanía.  Hombre de porte exquisito que se manifestaba claramente  en su forma de vestir (recuerdo que en verano usaba “cubanas” de todos los colores) y con un don de gente absolutamente admirable.  No tenían hijos y me “adoptaron” para cubrir en parte esa carencia afectiva.  Le hacia los mandados a Ana (Anita) y siempre estaba presto para cuantas indicaciones me daba el bueno de Joaquín.  Siempre me daban algún dinerillo para mis gastos y en las noches veraniegas me llevaban con ellos a las sesiones de los Cines de Verano.  Joaquín era un sevillista de los mejores que he conocido.  Tenía una tertulia en Casa Cobos en la Puerta de la Carne donde estoy seguro que hablarían de todo menos del Betis.  Sevillistas del ayer que se murieron con las botas puestas y la esperanza de ver a un Sevilla ganador. Compartí con Joaquín su gran secreto.  Tenía una amante (lo que entonces se conocía como una “quería”) en el Campo de los Mártires.  Algunas veces me mandaba a casa de Amparito (así se llamaba) para llevarle algún encargo.  Si Anita era guapa Amparito no le andaba a la zaga.  Siempre supe hacer de la discreción virtud y no meterme en terrenos pantanosos.  ¿Sabría Anita lo del romance de Joaquín?  Sinceramente no lo tengo claro.  Lo cierto es que en este trío cada cuál era feliz a su manera y no le hacían daño a nadie. Un día me mandó aviso Joaquín de que me pasara a verlo esa tarde a Casa Cobos.  Allí me planté y la verdad es que noté en su rostro signos de preocupación. Le habían mandado aviso que Amparito había sufrido un desvanecimiento y se había golpeado la cabeza contra el suelo.  Me dijo que fuera yo a informarme.  Al llegar al Campo de los Mártires  me dijeron los vecinos que la habían llevado a la Casa de Socorro del Prado pero que parecía que se encontraba bien.  A la vuelta fui a ver a Joaquín y ya con mi información pareció quedarse más tranquilo.  Los tres aguantaron el tirón hasta una edad muy avanzada.  Ya habían demolido el Corral de Vecinos y Joaquín y Anita se mudaron a la Barriada de Pio XII.  Primero falleció Joaquín con 91 años conservando la lucidez hasta el último aliento.  A las dos años lo hizo Anita cuando contaba con 88 años de edad.  Amparito era la más joven de los tres y fue la última en caer.  Murió con 84 años en una Residencia del Aljarafe donde, por suerte, fui  a verla en un par de ocasiones.  Pude, eso sí, asistir a los tres entierros.  Joaquín, que me  demostró que se puede amar a dos mujeres a la vez y no estar loco.  Anita, que a pesar de vivir en el limbo no se hubiera cambiado por nadie del mundo.  Amparito siempre supo que  “era la otra, la otra, que a nada tiene derecho por no llevar un anillo con una fecha por dentro”.  Tres personas, un destino y un niño aprendiendo a desenvolverse en esto que llaman vida.  Vivimos, viviremos siempre, mientras alguien nos recuerde con cariño.  La ruleta que gira con el soplo de los afectos compartidos. 

 

lunes, 17 de febrero de 2025

El diablo se viste de rotulador


Con el imparable ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca (que es como decir a la Sala de Máquinas del mundo) fuimos muchos los que sufrimos una gran decepción y también una enorme incertidumbre.  No solo ganó las Elecciones sino que arrolló de una manera absoluta.  Como siempre aguantaron el tirón los bastiones del Partido Demócrata que son los talismanes de la defensa de la Libertad y la Democracia. No consiguieron tumbar a ciudades como Chicago, Washington o Nueva York.  Reconozco que cuando descubrí hace años al personaje mediático de Donald Trump no le concedí mayor importancia.  Me dije: “Bueno, otro friki analfabeto y podrido de millones que piensa que su fortuna le facilitará que se le abran todas las puertas”.  Con el dócil beneplácito del Partido Republicano y el apoyo de millones de votos las ha terminado tirando a patadas limpias.  Ha entrado como un ciclón en el Despacho Oval represaliando a numerosas personas que, en uso de la legalidad, le persiguieron por sus variados delitos.  Les abrió de par en par las puertas de la Cárcel a más de 1.500 golpistas que asaltaron por la fuerza el Capitolio.   El nuevo inquilino de la Casa Blanca premia o castiga según se hayan comportado con su persona.   Sus vecinos (Méjico y Canadá) han tenido que pasar por el aro de las pretensiones “trumpistas” so pena de verse perjudicados con el 25 por ciento de  los famosos aranceles.  En un corto espacio de tiempo son innumerables las amenazas, chantajes y presiones que Donald Trump ha ejercido sobre todos los confines de la Tierra.  El Derecho Internacional queda secuestrado por leyes hechas a la imagen y semejanza de su personal interpretación de la legalidad.  Tiene muy claro que la Ley es él . Todas las miradas estaban puestas en el uso que podría hacer del famoso “botón rojo” del Despacho Oval.  Estábamos equivocados.  El peligro no era un botón rojo sino un rotulador negro.  Con el mismo que firma todas las ocurrencias que se le vienen a la cabeza o le propone su lugarteniente el multimillonario Elon Musk (que tiene el dudoso honor de estar considerado el hombre más rico del mundo).  El negocio, los negocios, por encima de todo y de todos.  Siempre suele firmar sus “sentencias irracionales” con este rotulador.  Estas firmas las lleva a cabo acompañado de periodistas o gente afín que observan en completo  silencio la liturgia de estos aldabonazos contra la igualdad y la dignidad humana.  Luego con total parsimonia cierra enroscando el rotulador y le muestra lo firmado al personal asistente y a las cámaras de  televisión.  Es un portafolio que se abre hacia los laterales.  Lo mueve lentamente hacia un lado y otro de la sala para que todos puedan verlo.  Por la distancia solo se puede apreciar con nitidez la firma pertrechada con el rotulador negro.  Para su inmenso ego eso es lo verdaderamente importante,  la firma como símbolo de poder y supremacía.  Un gesto similar al que hacían los Emperadores romanos con sus sellos imperiales.  Estampaban sus sellos sobre los pergaminos y la suerte de algunos ya estaba echada.  Unos a las Galeras imperiales; otro a pelear al Circo; otros a ser crucificados por los caminos y los más obedientes a un remunerado Senado.  ¡Quien nos iba a decir que nuestras vidas iban a depender de un rotulador negro!   Según confiesa solo duerme 4 horas al día.  Es decir lo tenemos cada día 20 horas activo mirando el rotulador negro.   Lo preocupante, lo verdaderamente preocupante, es que esto no ha hecho más que empezar.  El dueño del rotulador es imprevisible y sus firmas siempre son demoledoras. 

jueves, 13 de febrero de 2025

El plus de sufrimiento verdiblanco



A mi hija Margarita y mi nieta Lola béticas radiantes de soles y lunas

Tenía 8 años de edad cuando mi tío Antonio me hizo socio del Betis. Los domingos de partidos cogíamos el tranvía en la Pasarela y a la vuelta nos veníamos andando (la senda de los elefantes). Cruzábamos por el Parque hasta desembocar en la Puerta de la Carne. Éramos un grupo del Barrio compuesto por hombres y chiquillos. Los hombres caminaban detrás charlando de sus cosas. Los niños jugando a regates imposibles con las naranjas esparcidas por el suelo. Íbamos a Gol Sur y veíamos los partidos de pie (entonces detrás de las porterías no había asientos). Recuerdo una temporada que no ganábamos casi nunca. Aquel domingo jugábamos contra el Jaén y, para no perder la costumbre, también perdimos. Recuerdo que a la vuelta y a la altura del Puesto de los Monos le hice a mi tío la pregunta del millón: “Tito, ¿aquí cuando ganamos?”. Se quedó un momento pensativo y me contestó: “Aquí ganamos poco por eso las victorias nos saben a gloria”. Como se percató que me quede dubitativo me apostilló : “Ten presente que los béticos tenemos un plus de sufrimiento que seguro sumará para poder entrar un día en el Cielo”. ¡Me dio la clave del beticismo para toda la vida! El “Manquepierda” no significaba un canto al conformismo ni una manera de abordar las derrotas con pesimismo. Todo lo contrario. Se traducía en un canto a la resistencia ante las duras adversidades. ¿Perdemos? Signo inequívoco de que seguimos existiendo. ¿Existimos? Señal evidente de que lo bueno siempre estará por llegar. Una filosofía de vida que se configura como un árbol genealógico que mueve sus ramas (verde que te quiero verde) entre abuelos, padres, hijos y nietos. Es un planteamiento existencial que se mueve como la “Navaja de Ockham” buscando las victorias por entre los restos del naufragio. El Betis siempre fue un gran especialista en “resucitar muertos deportivos” y un claro ejemplo de surrealismo sevillano. No se le puede considerar ni mejor ni peor que nadie es simplemente distinto. Ocurre como con los aficionados al gran torero Curro Romero. Aquel aficionado que después de una tarde aciaga del Faraón de Camas le gritó desde los tendidos: “Curro, la próxima vez va a venir a verte tu p... madre y……yo”. Igual ocurre con el socio del Betis que ante un partido nefasto decide romper su carnet y luego busca desesperado los cachitos por el suelo para poder pegarlos. Racionalizar el beticismo resulta una tarea imposible. “Locos de la cabeza teñidas de verdiblanco”. Se lo dijo un amigo de mi tío a su hijo: “No me des más la vara con el Betis si querías un Equipo que ganase siempre haberte hecho del Real Madrid”. Ese plus de sufrimiento que esperamos que un día nos cuente en el haber de nuestro currículo existencial. Ahora Betis ahora.

lunes, 10 de febrero de 2025

Juan Espadas



La pasada semana se confirmó la marcha de la política andaluza del sevillano Juan Espadas. Una sensible perdida dentro del paupérrimo nivel de la política andaluza actual. Somos muchos los que pensamos que Juan Espadas nunca debió abandonar la Alcaldía de Sevilla. Ahí teníamos alcalde para rato. Desde la calle Ferraz madrileña le dictaron las coordenadas para intentar paliar la debacle socialista andaluza y, al final, consiguieron que se estrellara contra un muro. Nadie se dio cuenta que cuando se rompe un jarrón por muy bien que se pegue siempre habrá alguien que note que está roto. Juan Espadas es un político con unas cualidades políticas y humanas que le hacen sobrevolar sobre una cohorte de mediocres. Serio, honesto, lucido, trabajador y profundamente implicado con su Ciudad. En su mandato en la Casa Grande consiguió aunar a todos los segmentos sociales de Sevilla en torno a un proyecto común. ¿Errores? Dios nos libre de aquellos que no los cometan. Solo yerra en la diana quienes se atreven a disparar las flechas. El descalabro andaluz socialista da para varias tesis de política ficción. En un acto de pura soberbia “la tertuliana” convocó unas Elecciones Autonómicas cuando no procedían. Las ganó, todo hay que decirlo, pero con insuficientes votos para gobernar. Después ya todo es historia. Moreno Bonilla había llegado a Andalucía embarcado desde la calle Génova sabiendo que lo tenían completamente amortizado. Asumían que el bastión socialista andaluz era inexpugnable. Lo que olvidaban es que existen personas con buena estrella y otras que ya vienen estrelladas de fábrica. Moreno Bonilla es de las primeras. De esas que se encuentran un billete de lotería en la calle y encima les toca. Se percató que sumando a CIUDADANOS en la formación de su Gobierno y con el imprescindible apoyo exterior de VOX las cuentas le cuadraban. Culpar tan solo a Susana Díaz de este desvarío socialista aparte de injusto seria falsear la realidad. En los últimos años de gestión socialista en Andalucía dirigentes y cuadros adyacentes se habían olvidado del fundamento principal del Socialismo. La de dirigir la acción política en beneficio de los ciudadanos (sobre todo los más desfavorecidos) en vez de dirigirla en beneficio de sus propios intereses. CIUDADANOS actuó con un servilismo político sorprendente y, a la postre, terminaron haciéndose el harakiri político. VOX consiguió (por primera vez en España) tener influencia directa dentro de la gobernanza de lo público. Entre todos “fabricaron” un líder andaluz al que ya solo le falta llamarse Blas. Ha pasado de gobernar con el peor resultado logrado por el PP en unas Elecciones Andaluzas a conseguir mayorías absolutas. Siempre, eso sí, mostrando un espíritu cívico y un talante educado y conciliador. Que la Sanidad Pública esté desmantelada y la Educación vaya también por el mismo camino parece carecer de importancia. Le dieron a Juan Espadas un paraguas de una tienda de los chinos para resguardarse de la tormenta pepera. Nadie le mostró su apoyo. Ni Sindicatos ni incluso algunos Alcaldes socialistas. Ahora cambia su rol de portavoz socialista del Parlamento Andaluz por el de portavoz socialista en el Senado. No está actualmente la Andalucía política para esta clase de dispendios. Decía el cubano Dinio que la noche le confundía y a algunos viejos socialistas nos confunden los días. Ya no sabemos como envejecer sin dejar de ser socialista. Juan Espadas se va a los Madriles y deja ya pendiente para otros (u otras) la tarea de la reconquista socialista andaluza. Andalucía, la tierra de los tristes adioses y la de los felices retornos.

jueves, 6 de febrero de 2025

Hospital de los Venerables


El Líder Supremo quiere construir un paraíso turístico de alto standing sobre las ruinas de la Franja de Gaza. Allí donde permanecen los escombros con olores a miles de muertes inocentes y a sangrante ignominia. La masacre marcada y programada entre las bombas y los reflujos mercantilistas de la Bolsa de Wall Street. Santa Ana enseña a leer a una niña que un día cruzará bajo palio por el Puente de todos los puentes. Por el Anfiteatro de la Roma Imperial pasará lentamente un trianero Cristo agonizante. Los gladiadores levantarán sus espadas cambiando el “Ave César” por un “Dios te salve Cachorro”. En las noches primaverales del Alcázar sevillano el aroma de las flores nos trae el soniquete de Paco y las palmeras bailan a compas de tangos. En la calle de la Mentira la Verdad no encuentra quien le alquile una pobre vivienda. Estos son malos tiempos para los limpios de corazón. Las adolecentes empiezan a descubrir que el final del cuento se lo contaron erróneamente: la rana no se convertía en Príncipe era el Príncipe quien siempre termina convirtiéndose en rana. Todo ya se mueve al revés. Decimos “hola” al despedirnos y “hasta luego” en los reencuentros. Rezamos de manera compulsiva y encima pretendemos que Dios se entere de nuestras oraciones. Los nietos enseñan a los abuelos a traducir del inglés las letras de las canciones de The Beatles. Siempre pedimos con urgencia lo que nosotros nunca somos capaces de dar. Entramos en las farmacias y pasamos de largo por las tabernas. En las agendas nunca existen los términos medios; unas están repletas y otras completamente vacías. Somos panzas de nubes grisáceas soñando con que las rompa un rayo de sol. Nos dicen permanentemente que lo bueno siempre, absolutamente siempre, es lo que está por venir. Los conventos de clausuras se quedan huérfanos de monjas y el tintineo de las campanillas duermen el sueño eterno de las musitadas oraciones. Cambiamos las Yemas de San Leandro por la bollería foránea. Don Antonio Machado desde su eterno retiro en Colliure se pregunta quién, en este país, es capaz de ponerle el cascabel al gato. Las puertas giratorias giran a toda velocidad y termina confundiendo las entradas y las salidas. Algunos, a la vejez, han descubierto que la Torre del Oro no tiene campanas. El populismo le gana terreno a la Ciencia y hacemos oídos sordos a los truenos que se avecinan. Murillo levanta su pincel y todo vuelve a renacer. Cernuda abanica el viento en la calle Aire y todo vuelve a la vida. Decíamos ayer.

martes, 4 de febrero de 2025

Luto en el Barrio de Santa Cruz


La muerte es una temida dama tenebrosa, implacable y taciturna.  Nunca duerme y siempre anda revoleteando por entre las vidas de los seres humanos.  Cuando te señala con el dedo y te pregunta si quieres bailar con ella ya sabes que no podrás negarte.  Ella  te tiene programado tu último baile existencial.  Elige a sus victimas de forma aleatoria y si bien es verdad que sus preferidas son personas de edad  avanzada tampoco le hace ascos a la  gente joven.  Le da igual tu sexo, tu clase social, tu edad, tu grado de belleza, tu generosidad  o el poco o mucho talento que hayas desarrollado en vida.  Te dice ven y ya tienes que dejarlo todo para siempre.  Esta Dama difícilmente concede segundas oportunidades.  En la madrugada del pasado sábado transformó  la Judería sevillana en una suerte de duelo compartido.  Creó una nube de humo tóxico que se llevó por delante al insigne Catedrático de Historia del Arte don Enrique Valdivieso.  También a su esposa, la no menos insigne Catedrática y Profesora de Latín doña Carmen Martínez.  Un feliz matrimonio que pasaba plácidamente  sus días y sus noches en el número  21 de la Calle Mateos Gago.  Allí donde hace ya muchos años falleció don Luis Montoto.  Casa que se mira en el alegre ajetreo infantil del cercano Colegio Mesón del Moro y que, a pocos metros, tiene como ilustre vecino al Cristo de las Misericordias de la Iglesia de Santa Cruz.  Enrique Valdivieso fue un profesor universitario ejemplar y un faro luminoso que marcaba sendas clarificadoras en el Siglo de Oro  sevillano.  El Barroco fue su fuente y su inspiración intelectual.  Con Valdés Leal y Murillo como sus dos máximos referentes pictóricos.  La muerte, esta vieja dama enlutada y solemne, eligió esta vez la eterna Judería sevillana como epicentro de su demoledora tarea liquidacionista.  Barrio el de Santa Cruz donde hasta Don Juan Tenorio huye espantado ante la avalancha diaria de turistas.  Nos dejan dos magnificas personas cultas, muy cultas, y con un profundo amor por esta Ciudad.   Alejarse del Barrio de Santa Cruz para siempre es ya formar parte de su Historia y su Leyenda.  El eterno legado de los vecinos ilustres desaparecidos del Centro de Sevilla.  En sus frías y largas madrugadas otoñales los espíritus salen a pasear por sus calles y nos dejan un reguero de pura sevillanía.  Enrique y Carmen ya siempre serán vecinos eternos de la vieja Judería.   Todo pasa y todo queda.  Dios les guarde.