jueves, 27 de febrero de 2025
Desde Sevilla a Bruselas (o viceversa)
lunes, 24 de febrero de 2025
Miguel, Josefina, Joan Manuel y un tocadiscos
jueves, 20 de febrero de 2025
Dos mujeres a la vez y no estar loco
Se llamaban igual que los suegros de San José (Joaquín y Ana). Vivían en el Corral de Vecinos donde transcurrió mi infancia. Configuraban un matrimonio querido y respetado por todos los vecinos. Ana (Anita) era poseedora de una belleza deslumbrante y con grandes virtudes para la vida y sus efectos colaterales. Joaquín era un señor en el más noble sentido del término. Lector indesmayable de Marcial Lafuente Estefanía. Hombre de porte exquisito que se manifestaba claramente en su forma de vestir (recuerdo que en verano usaba “cubanas” de todos los colores) y con un don de gente absolutamente admirable. No tenían hijos y me “adoptaron” para cubrir en parte esa carencia afectiva. Le hacia los mandados a Ana (Anita) y siempre estaba presto para cuantas indicaciones me daba el bueno de Joaquín. Siempre me daban algún dinerillo para mis gastos y en las noches veraniegas me llevaban con ellos a las sesiones de los Cines de Verano. Joaquín era un sevillista de los mejores que he conocido. Tenía una tertulia en Casa Cobos en la Puerta de la Carne donde estoy seguro que hablarían de todo menos del Betis. Sevillistas del ayer que se murieron con las botas puestas y la esperanza de ver a un Sevilla ganador. Compartí con Joaquín su gran secreto. Tenía una amante (lo que entonces se conocía como una “quería”) en el Campo de los Mártires. Algunas veces me mandaba a casa de Amparito (así se llamaba) para llevarle algún encargo. Si Anita era guapa Amparito no le andaba a la zaga. Siempre supe hacer de la discreción virtud y no meterme en terrenos pantanosos. ¿Sabría Anita lo del romance de Joaquín? Sinceramente no lo tengo claro. Lo cierto es que en este trío cada cuál era feliz a su manera y no le hacían daño a nadie. Un día me mandó aviso Joaquín de que me pasara a verlo esa tarde a Casa Cobos. Allí me planté y la verdad es que noté en su rostro signos de preocupación. Le habían mandado aviso que Amparito había sufrido un desvanecimiento y se había golpeado la cabeza contra el suelo. Me dijo que fuera yo a informarme. Al llegar al Campo de los Mártires me dijeron los vecinos que la habían llevado a la Casa de Socorro del Prado pero que parecía que se encontraba bien. A la vuelta fui a ver a Joaquín y ya con mi información pareció quedarse más tranquilo. Los tres aguantaron el tirón hasta una edad muy avanzada. Ya habían demolido el Corral de Vecinos y Joaquín y Anita se mudaron a la Barriada de Pio XII. Primero falleció Joaquín con 91 años conservando la lucidez hasta el último aliento. A las dos años lo hizo Anita cuando contaba con 88 años de edad. Amparito era la más joven de los tres y fue la última en caer. Murió con 84 años en una Residencia del Aljarafe donde, por suerte, fui a verla en un par de ocasiones. Pude, eso sí, asistir a los tres entierros. Joaquín, que me demostró que se puede amar a dos mujeres a la vez y no estar loco. Anita, que a pesar de vivir en el limbo no se hubiera cambiado por nadie del mundo. Amparito siempre supo que “era la otra, la otra, que a nada tiene derecho por no llevar un anillo con una fecha por dentro”. Tres personas, un destino y un niño aprendiendo a desenvolverse en esto que llaman vida. Vivimos, viviremos siempre, mientras alguien nos recuerde con cariño. La ruleta que gira con el soplo de los afectos compartidos.
lunes, 17 de febrero de 2025
El diablo se viste de rotulador
Con el imparable ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca (que es como decir a la Sala de Máquinas del mundo) fuimos muchos los que sufrimos una gran decepción y también una enorme incertidumbre. No solo ganó las Elecciones sino que arrolló de una manera absoluta. Como siempre aguantaron el tirón los bastiones del Partido Demócrata que son los talismanes de la defensa de la Libertad y la Democracia. No consiguieron tumbar a ciudades como Chicago, Washington o Nueva York. Reconozco que cuando descubrí hace años al personaje mediático de Donald Trump no le concedí mayor importancia. Me dije: “Bueno, otro friki analfabeto y podrido de millones que piensa que su fortuna le facilitará que se le abran todas las puertas”. Con el dócil beneplácito del Partido Republicano y el apoyo de millones de votos las ha terminado tirando a patadas limpias. Ha entrado como un ciclón en el Despacho Oval represaliando a numerosas personas que, en uso de la legalidad, le persiguieron por sus variados delitos. Les abrió de par en par las puertas de la Cárcel a más de 1.500 golpistas que asaltaron por la fuerza el Capitolio. El nuevo inquilino de la Casa Blanca premia o castiga según se hayan comportado con su persona. Sus vecinos (Méjico y Canadá) han tenido que pasar por el aro de las pretensiones “trumpistas” so pena de verse perjudicados con el 25 por ciento de los famosos aranceles. En un corto espacio de tiempo son innumerables las amenazas, chantajes y presiones que Donald Trump ha ejercido sobre todos los confines de la Tierra. El Derecho Internacional queda secuestrado por leyes hechas a la imagen y semejanza de su personal interpretación de la legalidad. Tiene muy claro que la Ley es él . Todas las miradas estaban puestas en el uso que podría hacer del famoso “botón rojo” del Despacho Oval. Estábamos equivocados. El peligro no era un botón rojo sino un rotulador negro. Con el mismo que firma todas las ocurrencias que se le vienen a la cabeza o le propone su lugarteniente el multimillonario Elon Musk (que tiene el dudoso honor de estar considerado el hombre más rico del mundo). El negocio, los negocios, por encima de todo y de todos. Siempre suele firmar sus “sentencias irracionales” con este rotulador. Estas firmas las lleva a cabo acompañado de periodistas o gente afín que observan en completo silencio la liturgia de estos aldabonazos contra la igualdad y la dignidad humana. Luego con total parsimonia cierra enroscando el rotulador y le muestra lo firmado al personal asistente y a las cámaras de televisión. Es un portafolio que se abre hacia los laterales. Lo mueve lentamente hacia un lado y otro de la sala para que todos puedan verlo. Por la distancia solo se puede apreciar con nitidez la firma pertrechada con el rotulador negro. Para su inmenso ego eso es lo verdaderamente importante, la firma como símbolo de poder y supremacía. Un gesto similar al que hacían los Emperadores romanos con sus sellos imperiales. Estampaban sus sellos sobre los pergaminos y la suerte de algunos ya estaba echada. Unos a las Galeras imperiales; otro a pelear al Circo; otros a ser crucificados por los caminos y los más obedientes a un remunerado Senado. ¡Quien nos iba a decir que nuestras vidas iban a depender de un rotulador negro! Según confiesa solo duerme 4 horas al día. Es decir lo tenemos cada día 20 horas activo mirando el rotulador negro. Lo preocupante, lo verdaderamente preocupante, es que esto no ha hecho más que empezar. El dueño del rotulador es imprevisible y sus firmas siempre son demoledoras.
jueves, 13 de febrero de 2025
El plus de sufrimiento verdiblanco
lunes, 10 de febrero de 2025
Juan Espadas
jueves, 6 de febrero de 2025
Hospital de los Venerables
martes, 4 de febrero de 2025
Luto en el Barrio de Santa Cruz
La muerte es una temida dama tenebrosa, implacable y taciturna. Nunca duerme y siempre anda revoleteando por entre las vidas de los seres humanos. Cuando te señala con el dedo y te pregunta si quieres bailar con ella ya sabes que no podrás negarte. Ella te tiene programado tu último baile existencial. Elige a sus victimas de forma aleatoria y si bien es verdad que sus preferidas son personas de edad avanzada tampoco le hace ascos a la gente joven. Le da igual tu sexo, tu clase social, tu edad, tu grado de belleza, tu generosidad o el poco o mucho talento que hayas desarrollado en vida. Te dice ven y ya tienes que dejarlo todo para siempre. Esta Dama difícilmente concede segundas oportunidades. En la madrugada del pasado sábado transformó la Judería sevillana en una suerte de duelo compartido. Creó una nube de humo tóxico que se llevó por delante al insigne Catedrático de Historia del Arte don Enrique Valdivieso. También a su esposa, la no menos insigne Catedrática y Profesora de Latín doña Carmen Martínez. Un feliz matrimonio que pasaba plácidamente sus días y sus noches en el número 21 de la Calle Mateos Gago. Allí donde hace ya muchos años falleció don Luis Montoto. Casa que se mira en el alegre ajetreo infantil del cercano Colegio Mesón del Moro y que, a pocos metros, tiene como ilustre vecino al Cristo de las Misericordias de la Iglesia de Santa Cruz. Enrique Valdivieso fue un profesor universitario ejemplar y un faro luminoso que marcaba sendas clarificadoras en el Siglo de Oro sevillano. El Barroco fue su fuente y su inspiración intelectual. Con Valdés Leal y Murillo como sus dos máximos referentes pictóricos. La muerte, esta vieja dama enlutada y solemne, eligió esta vez la eterna Judería sevillana como epicentro de su demoledora tarea liquidacionista. Barrio el de Santa Cruz donde hasta Don Juan Tenorio huye espantado ante la avalancha diaria de turistas. Nos dejan dos magnificas personas cultas, muy cultas, y con un profundo amor por esta Ciudad. Alejarse del Barrio de Santa Cruz para siempre es ya formar parte de su Historia y su Leyenda. El eterno legado de los vecinos ilustres desaparecidos del Centro de Sevilla. En sus frías y largas madrugadas otoñales los espíritus salen a pasear por sus calles y nos dejan un reguero de pura sevillanía. Enrique y Carmen ya siempre serán vecinos eternos de la vieja Judería. Todo pasa y todo queda. Dios les guarde.