martes, 1 de septiembre de 2009

El final del verano


Decía una recordada canción del Dúo Dinámico:

El final del verano llegó
y tú partirás /
yo no sé hasta cuando /
este amor recordarás.

Indudablemente los incombustibles Manolo y Ramón cantaban a otra época y a otras circunstancias estivales. Aquella donde la gente (fundamentalmente joven) se enamoraba entre ardientes soles, viajes de ida y vuelta en lambrettas y vespas, baños refrescantes y noches de luna llena. Hoy parece ser que ya las cosas amatorias juveniles funcionan de forma bien distinta. No entraré en detalles (para que no me tachen de carca y “carroza”) de si mejor o peor, pero hoy surge el flechazo vía internet, sms o saltando como zulús bajo las destelleantes luces de neón de una discoteca. Cada época arrastra sus propias coordenadas y comentar si fueron mejores o peores que las anteriores, siempre será una apreciación subjetiva. Hoy parecer ser que resulta bastante ñoño que dos jóvenes vean juntos una puesta de sol inmersos en un cómplice silencio, o bailen amartelados bajo un manto de estrellas. Lo dicho: ni mejor ni peor sino distinto en las formas, y esperemos que no también en el fondo. El amor es la fuente que calma la sed de los humanos, y no digamos si la bebemos desde las ilusiones y ansias juveniles. Fin a la moralina que hace todavía mucho calor para discursos de sesentones nostálgicos.

Pues eso, el final del verano ya está cerca. Estamos a primeros de septiembre y ya la Ciudad empieza a desperezarse del tute que la canícula le ha metido entre pecho y espalda. Nos quedará la “caló del membrillo” y algunos zarpazos que espero (dada la profunda antipatía que profeso a esta larga estación del año sevillano) sean los más cortos posibles.

Algunos –afortunados por tener currelo- volverán de las vacaciones y se reincorporarán a sus tareas cotidianas. Posiblemente pillados por los amagos de la “depre” potsvacacional. Otros, locos por volver a la rutina, y olvidarse de unos días que solo les sirvieron para acumular más adrenalina de la que llevaban cuando partieron. Reencuentros laborales, familiares, de vecinos o de amigos que nos debian de servir para aprender que la felicidad va siempre en nuestro interior, y que los elementos externos están para enriquecerla. Los que se quedaron en Sevilla por falta de motivación -o dinero- también se reincorporarán al ya cada día más normalizado ambiente de la Ciudad. Ella es la que en definitiva marca nuestro calendario sentimental y siempre nos aguarda con los brazos abiertos. Lo que resulta evidente es que todos los que pertenecen –o han pertenecido- al sufrido mundo de los asalariados volverán –volveremos- a tener sobre las cabezas la temida espada de Damocles de la crisis.

Temerosos –sabiendo lo que nos espera- veremos acercarse a lo lejos a aquel amigo que este año se fue de vacaciones a tierras extrañas. No podremos escaparnos de un compartido café que servirá de adelanto narrativo a sus andanzas por el extranjero. A modo de una serie por capítulos, y una vez que le argumentemos que tenemos prisa, nos dirá:…”bueno, pues otro día te sigo contando que todavía no te he contado lo mejor”. Y uno desde la benevolencia exclama para sus adentros:…!Joder, no se podía haber ido este a Chipiona como todos los años!.

Se nos dirá que empieza un nuevo curso en todos los sentidos (¿Cuándo finalizó el anterior?). Como diría Serrat:



- Y con la resaca a cuestas /
vuelve el pobre a su pobreza /
vuelve el rico a su riqueza /
y el señor cura a sus misas.

Se despertó el bien y el mal /
la zorra pobre al portal /
la zorra rica al rosal /
y el avaro a sus divisas.


El curso quien de verdad lo inicia son los que andan inmersos en su infancia y juventud. Los habrá que estrenen guardería llorando a moco tendido. Otros estrenarán institutos o colegios privados. Para no variar muchas de las obras en los colegios estarán a medio terminar. Los menos iniciarán su ciclo universitario, que si Dios no lo remedia serán en un futuro eternos opositores a una plaza en la Administracción, o titulados en paro buscando una oportunidad. ¿Dónde están los que desde la izquierda –hoy engullida por mercaderes y oportunistas- hablaban de igualdad de oportunidades?. ¿Quién dijo que se había terminado el enchufismo y el amiguismo y que los puestos de trabajo serían para los mejores?. Por la boca muere el pez, que diría el pescador San Pedro (el mismo que negó conocer a Jesús hasta tres veces. “Tenga usted amigos para esto”, que diría el Mesías).

En fin, como dirian en Cádiz: vamonos del tirón. ¿A dónde?. Pues a seguir ilusionados –dentro de nuestras posibilidades- que ya vendrán tiempos mejores. Lo que debe quedar claro es que sobre lo que está por venir –bueno, regular o malo- no debemos ser sujetos pasivos. Que no jueguen con nuestras vidas y la de los nuestros como si la cosa no fuera con nosotros. Algunos llaman crisis a cerrar los balances con menos beneficios, otros –la mayoría- la llama cuando no pueden mantener a sus familias.

Resumiendo, a los que volvieron bienvenidos y a los que no se fueron bienhallados. Si alguno/a se quedo en el camino que el Señor del Gran Poder lo tenga en su Gloria. Mientras, entremos a saco en todo lo cotidiano (incluyendo -como no- al futbol) que por ahí debe estar aparcada nuestra felicidad.

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