“Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor que se fue y no vino!.
( Federico García Lorca )
Navegaban los barcos de vela. Navegaban los galeones repletos de oro y especias procedentes de ultramar. Navegan los mercantes. Navegan los yates de recreo que en Feria son hoteles varados en el Muelle de la Sal. Navegaba el “barco del arroz” aquel que nunca terminó de llegar. Todo es navegable en el río Guadalquivir. Lo que llegó, lo que no vino y lo que está por venir. Bien está como decía Federico que le dejemos a Granada que en ella remen los suspiros (en Ciudad tan bella suspiran hasta los ciegos).
Nosotros suspiramos en los jardines y las fuentes del Alcázar. El río lo tenemos para soñar con la libertad que nos aguarda en Bajo de Guía y desembocar en los mares de los sueños.
Guadalquivir, al que los árabes llamaban al-wadi al-Kabir. Es decir:el río grande. Los romanos le llamaban Betis. Los griegos Tharsis (Río de Tartessos). Y los sevillanos simple y llanamente: el Río. No hace falta más. Aquel que nace en la Sierra de Cazorla y “entrega la cuchara” en Sanlúcar de Barrameda a los mágicos compases de la sonanta de Manolo Sanlucar ( haganse un favor y lean “El alma compartida”. Las memorias del mago de la guitarra flamenca. Un auténtico baño de cultura andaluza, verdades compartidas y sentimientos arañados a las paredes del alma).
“Río de mi Sevilla
no te detengas,
que te espera en Sanlúcar
la mar inmensa”
¡Ay quien pudiera
fundir en un perfume
menta y canela!.
Guadalquivir, que se adentra por las arterias de Andalucía dejándonos su alegría y su llanto de siglos. Bañando con sus fértiles y milenarias aguas a la olivarera Jaén, a Córdoba judia y mora y a…. ¡Sevilla!. Aquí en la vieja Híspalis es donde luce sus mejores galas. Se acicala mirándose en el dorado espejo de la Torre del Oro. Se convierte en niña enamorada viendo a los jóvenes trianeros en el palo de la cucaña. Allá cuando en el caluroso Julio nos llegan los días señalaitos del arrabal trianero.
Guadalquivir que se hace deportistas de élite con los remeros del Club Náutico o del Círculo de Labradores (campesinos que este río mágico hace que cambien las veredas y los surcos por las mansas orillas). Jornal de viejos areneros y pescadores. Guadalquivir que se ruboriza cuando se siente contemplado en todo su esplendor y belleza desde las barandillas de sus puentes. El que se sabe Vigía Celestial cuando desde su posición de privilegio vé pasar a la Esperanza, San Gonzalo, la O, la Estrella o el Cachorro en busca de la Madre Hispalense. Con dos orillas distintas, pero hermanas de sangre y luz: las de Sevilla y Triana.
Ningún sevillano/a debería envejecer sin ir en barco ( al menos una vez ) desde Sevilla a Sanlúcar en suntuoso viaje de ida y vuelta. Cuando lo hagan cambien el reloj que marca las horas por el que marca los compases del tiempo pasado. Descubrirán el placer de recuperar el pulso del sosiego y el temple, el sonido de la brisa y sentir que surcamos el mismo camino de nuestros ancestros más remotos. Por aquí pasaron todos los que ilusamente vinieron a conquistar Sevilla y al final fueron ellos los conquistados. Sevilla es una sabia y hermosa dama, vieja y joven a la vez, que nunca nos dará el sí definitivo. Siempre nos dejará con la miel en los labios pues los mejores momentos que proporciona el amor son los soñados. Por eso dejemos que los suspiros remen por la mágica Granada de Federico y que la Sevilla de Cernuda sueñe en el espejo de un río grande y luminoso. Guadalquivir, hoy maltratado y olvidado por los que nos gobiernan, pero eterno y lleno de Historia.
Mágico y siempre vivo y sentimental.
“El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos;
los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo”
¡Ay, amor que se fue por el aire!
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor que se fue y no vino!.
( Federico García Lorca )
Navegaban los barcos de vela. Navegaban los galeones repletos de oro y especias procedentes de ultramar. Navegan los mercantes. Navegan los yates de recreo que en Feria son hoteles varados en el Muelle de la Sal. Navegaba el “barco del arroz” aquel que nunca terminó de llegar. Todo es navegable en el río Guadalquivir. Lo que llegó, lo que no vino y lo que está por venir. Bien está como decía Federico que le dejemos a Granada que en ella remen los suspiros (en Ciudad tan bella suspiran hasta los ciegos).
Dale limosna mujer,
que no hay en la vida nada,
como la pena de ser
ciego en Granada.
( Francisco A.Icaza )
que no hay en la vida nada,
como la pena de ser
ciego en Granada.
( Francisco A.Icaza )
Nosotros suspiramos en los jardines y las fuentes del Alcázar. El río lo tenemos para soñar con la libertad que nos aguarda en Bajo de Guía y desembocar en los mares de los sueños.
Guadalquivir, al que los árabes llamaban al-wadi al-Kabir. Es decir:el río grande. Los romanos le llamaban Betis. Los griegos Tharsis (Río de Tartessos). Y los sevillanos simple y llanamente: el Río. No hace falta más. Aquel que nace en la Sierra de Cazorla y “entrega la cuchara” en Sanlúcar de Barrameda a los mágicos compases de la sonanta de Manolo Sanlucar ( haganse un favor y lean “El alma compartida”. Las memorias del mago de la guitarra flamenca. Un auténtico baño de cultura andaluza, verdades compartidas y sentimientos arañados a las paredes del alma).
“Río de mi Sevilla
no te detengas,
que te espera en Sanlúcar
la mar inmensa”
¡Ay quien pudiera
fundir en un perfume
menta y canela!.
Guadalquivir, que se adentra por las arterias de Andalucía dejándonos su alegría y su llanto de siglos. Bañando con sus fértiles y milenarias aguas a la olivarera Jaén, a Córdoba judia y mora y a…. ¡Sevilla!. Aquí en la vieja Híspalis es donde luce sus mejores galas. Se acicala mirándose en el dorado espejo de la Torre del Oro. Se convierte en niña enamorada viendo a los jóvenes trianeros en el palo de la cucaña. Allá cuando en el caluroso Julio nos llegan los días señalaitos del arrabal trianero.
Eran los días señalaitos
de Santiago y Santana,
y yo le he rogaito a mi Dios
que me alivie las duquelas
que tengo en el corazón.
de Santiago y Santana,
y yo le he rogaito a mi Dios
que me alivie las duquelas
que tengo en el corazón.
Guadalquivir que se hace deportistas de élite con los remeros del Club Náutico o del Círculo de Labradores (campesinos que este río mágico hace que cambien las veredas y los surcos por las mansas orillas). Jornal de viejos areneros y pescadores. Guadalquivir que se ruboriza cuando se siente contemplado en todo su esplendor y belleza desde las barandillas de sus puentes. El que se sabe Vigía Celestial cuando desde su posición de privilegio vé pasar a la Esperanza, San Gonzalo, la O, la Estrella o el Cachorro en busca de la Madre Hispalense. Con dos orillas distintas, pero hermanas de sangre y luz: las de Sevilla y Triana.
Ningún sevillano/a debería envejecer sin ir en barco ( al menos una vez ) desde Sevilla a Sanlúcar en suntuoso viaje de ida y vuelta. Cuando lo hagan cambien el reloj que marca las horas por el que marca los compases del tiempo pasado. Descubrirán el placer de recuperar el pulso del sosiego y el temple, el sonido de la brisa y sentir que surcamos el mismo camino de nuestros ancestros más remotos. Por aquí pasaron todos los que ilusamente vinieron a conquistar Sevilla y al final fueron ellos los conquistados. Sevilla es una sabia y hermosa dama, vieja y joven a la vez, que nunca nos dará el sí definitivo. Siempre nos dejará con la miel en los labios pues los mejores momentos que proporciona el amor son los soñados. Por eso dejemos que los suspiros remen por la mágica Granada de Federico y que la Sevilla de Cernuda sueñe en el espejo de un río grande y luminoso. Guadalquivir, hoy maltratado y olvidado por los que nos gobiernan, pero eterno y lleno de Historia.
Mágico y siempre vivo y sentimental.
“El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos;
los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo”
¡Ay, amor que se fue por el aire!
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