viernes, 20 de noviembre de 2009

El Retorno.



Cuarenta, fueron cuarenta largos años los que pasó en tierras catalanas.

Al poco tiempo de terminar la “mili” pensó que Sevilla no le ofrecía muchas posibilidades de futuro tanto en lo laboral como en lo personal. Así que sin pensarlo dos veces una mañana se embarcó por tren hasta Barcelona. Allí tenía un amigo que trabajaba en la Costa Brava y que le decía permanentemente que en Cataluña era verdad lo de atar “los perros con longaniza”.

Después de un viaje interminable en “El Catalán” arribó a la Estación del Norte. Como decía Machado iba …”ligero de equipaje” y con la ilusión a flor de piel.
Cuatro cosas dejo en Sevilla que mantendrían viva a la largo de los años sus raices sevillanas. A saber: su familia, los Toros, el Equipo de sus amores que era el Sevilla y su Hermandad del Cachorro.

No le fue fácil abandonar el arrabal trianero. Atrás quedarón los juegos infantiles en la Plazuela, los amores de juventud y aquellas Velá de Santa Ana con sus baños en el río.

Los primeros años de “exilio” fueron duros. Añoraba su tierra y el frecuentar círculos andaluces no hacía más que avivar la llama de la melancolía. Comprobó in situ que los tópicos son medias mentiras que se asientan sobre medias verdades. Se fue adaptando poco a poco a su nueva vida. Conoció a Clara una joven catalana de clase media-alta de una belleza deslumbrante. Al poco tiempo se casaron. Sus hijos llegaron con “un pan debajo del brazo”. Mejoró ostensiblemente su situación laboral. Con esfuerzo, dedicación y una buena dosis de talento llegó a crear en la Costa Brava una red de Agencia de Viajes.

Con solo tres excepciones motivadas por fuerza mayores, no faltó ninguna Semana Santa al reecuentro con sus raices. Llegaba a Sevilla el Jueves Santo por la mañana y se volvía a Barcelona el Domingo de Resurrección. Como cita obligada veía a Pasión por la calle Francos. La Entrada de los Negritos. La Salida de la Quinta Angustia desde la Magdalena. Ya de madrugada no se perdía al Señor de Sevilla por Molviedro. La Entrada de los Gitanos en Campana. Este glorioso recorrido lo remataba en la antigua cárcel del Pópulo ante la Esperanza Trianera.

El Viernes Santo a cumplir con el mágico ritual soñado todo el año. Se vestía con su túnica en casa de su hermana en el Barrio León. Marchando posteriormente, con los pulsos a mil por hora, en busca del crucificado de Ruíz de Gijón y de la Señorita del Patrocinio.

Todos estos bellos momentos los compartía con su amigo Santiago. Formaron pareja en la procesión durante cuarenta años. Pasaron de nazarenos-adolescentes a nazarenos-abuelos sin que mermaran su fe y sus ilusiones.

Todo iba a consumarse en su periplo catalán. En un año se jubiló y perdió a su compañera del alma. Sus hijos estaban emancipados y formaban parte de la tierra que una mañana él pisó por primera vez en la Estación del Norte. Ya era abuelo por partida doble.

No lo pensó dos veces. Se volvía a Sevilla definitivamente. Reunió a sus hijos y les dio una noticia ya por ellos presentida y asumida: regresaba a Triana a beberse su último sorbo de existencia terrenal. Antes de partir se dio un reposado, largo y sentido paseo por Las Ramblas barcelonesa y susurró al compás de Soleá alfarera:


Tu vienes vendiendo flores
las tuyas son amarillas;
las mias de tos colores.


Compró un apartamento en la zona de Los Remedios. Una mañana, ya con el pelo blanco y cuarenta años mas, embarcó su equipaje y tomó un vuelo (esta vez solo de ida) que le llevaría al epicentro de sus raices y sentimientos ancestrales. Pensaba mientras volaba: mejor terminar como Juncal viendo la Maestranza desde la calle Betis que ante una bella puesta de sol en la Costa Brava.

En el aeropuerto sevillano le esperaba Santiago. Soltó su bolsa de viaje en el suelo y se fundieron en un largo y sentido abrazo.

Ya en el coche ambos sonrieron socarrones como cómplices satisfechos. Ninguno necesitaba preguntar:…¿A dónde vamos?. Esa pregunta ya la respondían cada tarde del Viernes Santo. Se fueron del tirón al Patrocinio a postrarse antes los pies del Cachorro y la Señorita de Triana. Al igual que un día Tarradellas cuando volvió a su tierra dijo…..”ya sóc aquí” (ya estoy aquí) él tambien diría en Triana …..”y yo también”.

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