viernes, 18 de diciembre de 2009

"Navidad, dulce Navidad".

Cosa bien distinta es vivir "de" los recuerdos que vivir "con" los recuerdos. En el primer caso damos por sentado que cualquier tiempo pasado fue mejor. Asumimos que el presente es un lastre que solo con la referencia del ayer se nos hace soportable. En el segundo, valoramos lo vivido con sus luces y sombras. Sabiendo apreciar que en el presente y el futuro pueden estar los mejores dias de nuestra existencia. Parodiando a un presidente futbolero podríamos decir que:….."lo mejor está por llegar". Puede que nuestros mejores años sean los que nos queden por vivir. Todo queda objetivamente supeditado a las vivencias y avatares gozados/sufridos por cada uno/a. Una infancia feliz o infeliz condicionarán el proyecto de hombre o mujer que seremos en el futuro. Si las sombras nos marcaron, solo con un creciente espíritu de superación podremos reciclarnos y cambiar lo negativo en positivo. No pocas veces recordamos situaciónes o seres queridos no como realmente fueron sino como los veíamos nosotros entonces. Tenemos la gracia divina de configurar nuestra personalidad en el día a día. Si tuvimos malos referentes en nuestra cadena generacional solo tenemos que cambiar el sentido de nuestro eslabón. Ser distintos para que nuestros herederos sepan valorar nuestro esfuerzo en cambiar el curso de las cosas. Si por el contrario estamos orgullosos de nuestros ancestros, solo nos queda hacernos merecedores de la herencia moral y ética que recibimos. Bien cierto es -y doy fé de ello- que una infancia feliz será la mejor referencia para configurarte en una buena persona. Pero como siempre no hay regla sin excepción o como se suele decir:…."de todo hay en la Viña del Señor". La tragedia es inherente al caminar del ser humano por la Tierra. Enfermedad, muerte, desosiego, desamor, frustraciones… , van cogidas de la mano a salud, vida, paz, amor, gozo… Es simplemente:……la Vida.

Ya estamos inmersos en los preámbulos de las fiestas navideñas. Fiesta que representa para muchos el culmen de lo estrictamente comercial, aunque tampoco hay que ser fariseos al despreciar esta faceta. Este año se presume cortita en gastos por la galopante crisis que nos golpea y nos golpeará una buena temporada. Si la gente es feliz comprando con su dinero, pues que compren lo que quieran o lo que puedan. El ser humano necesita sentirse querido y el regalo se nos conforma como una forma de conseguirlo. Cada cual es cada cual que diría Serrat. Lógicamente si la Navidad solo tuviera esta lectura materialista flaco favor nos haríamos a nosotros mismos.

Vayamos por parte: la Navidad es motivo de alegría para los que somos creyentes con el Nacimiento del Mesías. Ahí radica para nosotros su auténtica Verdad. Es el comienzo de nuestra Fe y por tanto días de gozo. Todavía quedará lejos la tragedia que se le avecina al recien nacido. Alguien dijo que es una festividad especialmente pensada para los niños. Rotundamente cierto. Estos afortunadamente carecen de pasado y viven el presente con todas su fuerzas. Solo cuenta el hoy más inmediato y lo que les depare el futuro no les preocupa en absoluto. Ellos no notarán como nosotros el peso de los ausentes. Sillas vacias en mesas opíparamente dispuestas donde muchas veces los que faltan son los más presentes.

Cada Navidad será distinta a la anterior por las circunstancias personales de cada uno. Existe un eficaz antídoto para superar este posible estado de melancolía. Seamos niños por unos días. Salgamos a las calle en pueblos y ciudades. Hagamos un paréntesis en nuestras actividades y vayamos a contemplar belenes. Acompañemos a nuestros hijos, nietos o sobrinos. Dejemos que sean ellos a través de sus ojos esperanzados los que nos muestren la verdad de la Navidad.

Saquemos a pasear al niño que todos llevamos dentro. Felicitemos de corazón a ese familiar, vecino o amigo al que apenas vemos. Sabemos que ese firme propósito de vernos con más frecuencia se volverá a difuminar. ¿Pero que más dá?. Al menos una vez al año seremos portadores de una felicidad efímera pero verdadera.

¿Que ojalá este espíritu imperara todo el año?. Es cosa nuestra. Lo dejó dicho el que nacerá en estas fechas: …."amaos los unos a los otros como yo os he amado".

El mejor regalo que podemos hacer nunca será material. Eso se difumina a los pocos días y está al alcance de cualquiera que sea pudiente. Lo que permanecerá en nuestros corazones es la semilla de bondad y solidaridad que seamos capaces de repartir. Sin pedir nada a cambio. Solo por el placer de sentirnos vivos. Vivos y niños por estas entrañables Fiestas.
Navidad, dulce Navidad.

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