viernes, 4 de diciembre de 2009

Tiempo de excedencia.


La mitad de su vida más uno, es decir 31 años, los pasó preferentemente en el tramo que va desde Santa María la Blanca (Puerta de la Carne) hasta la Capillita de San José. Ese era su entorno y lejos de él ya entendía que estaba fuera de su hábitat natural. Tuvo fuertes vinculaciones circunstanciales con el Barrio de la Macarena, pues allí en la calle San Luis trabajó desde los 13 a los 22 años. También vínculos familiares le hacian frecuentar con cierta asiduidad el arrabal trianero, quedando prendado de la peculiar forma de ser de sus gentes. No es ningún tópico decir que allí tiene su aposento “la niña” más mimada por la Madre Sevilla.

Solo en dos ocasiones se ausentó de la vieja Híspalis. Una, por obligados motivos militares, la otra, un corto período laboral por tierras catalanas.

Sus sentires cofrades los repartía entre la Candelaria y Pasión. La primera albacea y testigo de sus juegos de niños y amores adolescentes. En definitiva sus raíces sentimentales. La otra paradigma de su fe, algunas veces debilitada, pero felizmente recuperada en el rostro del Nazareno de Martínez Montañés: el Señor de Pasión. Corrió de niño como potro desbocado por la rampla del Salvador. Sintió bajo un blanco antifaz el olor de las buganvillas en los Jardines de Murillo. Muchas tardes-noches tuvo el honor de recoger y llevar del brazo a su tía-abuela, doña Concepción Fernández del Toro, que dirigía con mano maestra el Taller de bordado de la Hermandad del Amor. Dando cada Domingo de Ramos testimonio de su Arte el conjunto de los bordados del paso de la Virgen del Socorro. Verdaderamente insuperable.

Pues bien con este bagaje sentimental a sus espaldas y ante la avalancha de obras que se estaban acometiendo para “mejorar” la Ciudad, decidió marcarse un tiempo de excedencia voluntaria. No volvería a visitar su entorno más querido hasta las vísperas de las próximas navidades. Esta decisión de enclaustramiento voluntario la tomó un 13 de mayo, el mismo día que su hija mayor cumplió los 30 años de edad Tenía la esperanza de ver ya terminadas –o encauzadas- este cúmulo de obras en calles y plazas, y así poder emitir un juicio objetivo y libre de posicionamientos políticos.

Un mañana de Diciembre se armó de valor, pues reconocía que tenía cierto temor a lo que le esperaba. Ya era hora de salir al encuentro de la vieja Híspalis. Cuando cruzaba en el autobús por la Alameda de Hércules se acordó del Conde de Barajas. Él convirtió lo que era una laguna infecta en un paseo costumbrista, y ahora …¿ en que se había convertido la Alameda ¿. Los monumentos de Caracol, Chicuelo y Pastora situados “juntitos” como en un mueblebar. ¡Que ocurrencia!


Pensó que quizás su primera impresión cambiaría de opinión en una visita a pie. Posiblemente la Alameda sería uno de los pocos “disgustos” que le esperaban. ¡Craso error!. Desde la Plaza del Duque enfiló directamente hasta la Puerta de la Carne. Llegó a la Plaza de la Encarnación y apareció ante sus asombrados ojos unas “setas” enormes y, dignas de figurar en una nueva versión de: “2001. Una odisea en el espacio”. ¡Que horror!
Después de sortear un sinfín de vallas y zanjas llegó a una Plaza del Pan con unas farolas modernistas y unos bancos rectangulares (ideales para apoyar botellonas). Subió hasta la Plaza de la Pescadería y allí más de lo mismo. Farolas más propias de Sevilla-Este instaladas en un entorno de finales del XVIII. Como era lunes visitó a la Candelaria implorando su bendición y que calmara su espíritu.

Aterrizó en la Plaza Nueva. Allí estaba instalada la Feria del Libro Antiguo. !Por fin una buena noticia en su retorno al Centro de la Ciudad!. Vio llegar el Metro-Centro -¿se llama así, verdad?- tocando su campanita:


Belen, campanas de Belén,
tranvía en la Avenida;
pues mire usted que bien.


Saboreo el enorme placer de sentir el dulce tacto de los libros antiguos. Ya, dando por finalizado este depresivo retorno a sus orígenes urbanos, se volvió pensativo y lentamente a tomar de nuevo el autobús que le devolvería hasta su Barriada. Volvería a retomar de nuevo su Tiempo de Excedencia. No quedaba otra. Soñaría con ”su” Sevilla en los escritos de Romero Murube, Cernuda, José María Izquierdo, Juan Sierra, Chaves Nogales y Rafael Montesinos o en las fotos de Gelán, Serrano y Yáñez Polo.

Alguien dijo:…..” Sevilla es una bella mocita, pero siempre tiene los zapatos sucios”. Si. Pero ¿quién le quita el betún, la crema y el cepillo que amorosamente pusimos, ponemos y pondremos los sevillanos/as?.

1 comentario:

Pepe Fernández dijo...

eres un genio, lo juro ante dios que conmo cronista de sevilla, por ejemplo Antonio Burgo, no te llega ni a la suela de tus zapatos...enhora buena maestro.
Pepe el del videoclub