lunes, 1 de marzo de 2010

Umbrío por la pena, casi bruno.



Fue su hermana quien me dió la triste y temida noticia. Lo encontraron muerto al amanecer arropado entre cartones en el relleno de la entrada de un banco. Dentro del establecimiento financiero la abundancia y fuera en la calle la miseria. Como siempre ha ocurrido, ocurre y ocurrirá. En el bolsillo derecho de su raído abrigo encontraron un viejo y muy caducado ya carnet de identidad. En el mismo decía que se llamaba………………; que era natural de Sevilla (más concretamente de la Puerta de la Carne); que había nacido un 13 de septiembre de 1946 y que su profesión era la de tapicero (de los mejores que hubo y habrá en nuestra Ciudad). Junto a él encontraron un tetra brik medio vacío de vino tinto. Su única compañía cuando falleció era un perro grandote de color canela, que dormía plácidamente a su lado arropado en un vieja y descolorida manta, ajeno a todo lo que allí acontecía. Lo encontró inerte un ordenanza del banco encargado cada día de la apertura del mismo. Dicen que tenía los ojos muy abiertos mirando fijos al cielo recién teñido de celeste mañanero. En el bolsillo izquierdo de su abrigo encontraron un billete de 5 euros, dos monedas de 50 céntimos, dos cigarrillos sueltos estrujados y un trozo de papel doblado en forma de barquito. El médico forense del Juzgado de Guardia de Salamanca –donde lo encontraron muerto- firmó un certificado de defunción donde decía que su muerte fue debida a la inanición y el terrible frío que hizo esa madrugada. Yo, que lo conocía, puedo dar fe que de verdad quien lo mató fue el desconsuelo y la pena amarga de los náufragos de la vida.


El juez personado en el lugar, mandó el levantamiento del cadáver, no sin antes abrir lenta y cuidosamente el barquito de papel del bolsillo de su raído abrigo. Comprobó que había algo escrito y se puso sus gafas de cerca para leerlo. Decía con una letra discontinua y de trazos irregulares: “pronto estaré con ellos”. Su señoría no pudo poner en pie el significado de la misiva, nosotros, los que bien lo conocíamos si.

Durante años infantiles y adolescentes compartimos historias y vivencias. Compañeros de colegio, de juegos y de romances juveniles. Crecimos entre estrechas callejuelas de juderías, jardines que besan las murallas del Alcázar y anchos prados de partidos de futbol interminables.



En su juventud fue un seductor en el más amplio y noble sentido del término. Nosotros envidiábamos sus dotes de seducción y ellas se dejaban seducir de buena gana. Romanceó con lo más granado del mujerío joven de nuestra generación. Vestía siempre de manera impoluta y exquisita. En verano con una amplia gama de polos de “chemilacós” y sus pantalones vaqueros Levis, que conseguía en una casa de vecino de la calle Lumbreras, traídos de contrabando desde la Base americana de Morón.



Era un hábil tapicero que hubiera encontrado su sitio natural en la corte de Luis XV. Trabajaba poco pero siempre para las familias más acomodadas de Sevilla. Ganaba mucho dinero con su selecta clientela. Cuando le quedaban pocos días para formar parte del clan de los treintañeros se casó en San Bartolomé con un bellezón del Barrio del Arenal. Fue la primera vez en su vida que lo notamos profundamente enamorado. Atrás dejó una interminable lista de conquistas y una cierta sensación de alivio entre aquellos que temíamos que se fijara en nuestras hermanas.

Curiosamente, la mayoría de sus rendidas enamoradas hablaban de su gran estilo, su caballerosidad y que tuvieron muy buena experiencia al tratarlo en las distancias cortas. Ellas sabrían.

Se fue a vivir con su estrenada esposa a un pueblo del Aljarafe. Ya solo nos veíamos muy de tarde en tarde y siempre en el entorno donde crecimos. Eso si, el Martes Santo era sagrado para nosotros. Anhelado reencuentro en la Puerta de la Carne, a la espera de la llegada de la Señora de San Nicolás (la Candelaria empieza a distanciarse de su entorno natural en la Plaza de San Pedro, y lo recupera cuando su palio deja atrás los jardines y desemboca radiante en la Puerta de la Carne). Siempre quedábamos ese soñado día a las 12 de la noche en la puerta del “3 de Oro”. Sitio de encuentro con varios colegas más.

Supe por su hermana a la que veía con frecuencia –tanta que durante una corta etapa fue mi novia- que tuvieron un hijo y que estaba plenamente feliz con su nueva situación. Siguieron pasando los años girando en la ruleta de la vida, hasta que la tragedia le abordó en una esquina para morderle ferozmente la yugular. Su hijo con veinte años había muerto trágicamente en un accidente de moto. La pena y el desconsuelo se adueñaron de su casa y su mujer no pudo cargar con tanta pesadumbre y en pocos años falleció. La mató la secuela sentimental de la mayor tragedia que padecen los seres humanos: la pérdida de un hijo.

Para ………. ya fue la puntilla. Se entregó paulatinamente a la bebida y ya su estado natural era borracho, desaliñado y abandonado a su triste destino. Curiosamente venía a emborracharse cada día a la Puerte de la Carne y su entorno. Los que bien le queríamos intentábamos ayudarlo pero se negaba en redondo. Teníamos la sensación de que intentaba purgar el continuar todavía en el Reino de los vivos. Estuvo ingresado una temporada en el Psiquiátrico de Miraflores y luego ya le perdimos completamente la pista. Nadie sabía nada de él.
En la misa de difuntos celebrada en Santa Cruz me contó su hermana que había mendigado por media España. Pedía, bebía y dormía sus borracheras donde se le rendía su machacado y deteriorado cuerpo.

Descansa……., descansa en paz joven galán de cines de veranos, de bailes en el Casino de la Exposición, de risas y sueños compartidos. Descansa hábil artesano en el arte de revestir sillas y tresillos. Descansa junto a aquellos para los que escribiste: “pronto estaré con ellos”. Descansa gran adalid del bien vestir y mejor vivir (a David Niven, Peter Langford o Arturo Fernández no le sentaban tan bien los trajes como a tí). A mi me gustaría este Martes Santo cuando esté próxima a comparecer la hora de los fantasmas –y de los recuerdos- excusarme un rato con los que me acompañen. Te esperaré unos minutos en la puerta del “3 de Oro”. Cerraré los ojos y aspiraré olores de pavías de bacalao, adobos y pedacitos, mientras a lo lejos se escucha un soniquete de cornetas y tambores. Entraré y pediré dos copas de manzanilla. Me tomaré la mía a tu salud añorado y querido tunante. La otra quedará en el mostrador esperando una mano que la levante. Pagaré y me iré en busca de la Candelaria para verte a traves de su bellos ojos. Poco me importa que un camarero al día siguiente le comente a su mujer: “joé, hay que ver la cantidad de colgaos que andan sueltos. Llegó anoche un tío al bar, me pide dos copas de manzanilla, me las paga, se toma una y se va dejando la otra allí”. ¡Bendita locura es aquella que nos ata a nuestros sentimientos más nobles!.



Nota: Esta historia tiene una cierta dosis de ficción por respeto a la privacidad de las vidas de las personas. Todo lo demás: personajes, contexto y situaciones narradas son tan reales como la vida misma.

No hay comentarios: