domingo, 20 de marzo de 2011

El laberinto del fauno



Insisto una vez más: las posibilidades que Internet nos ofrece a nivel formativo, informativo y como observatorio de la condición humana son impagables. Nos muestra una paleta de colores informativos a través de las ediciones digitales que, difícilmente, podíamos tener cuando solo existía la prensa escrita. ¿Quién que no fuera un político podía permitirse “ojear” cinco periódicos cada día? ¿Quién que no fuera de la clase política disponía de tiempo para leerlos y dinero para comprarlos? Que esto no suene a crítica, pues bien está que los políticos –y el resto de los mortales- estén bien informados. Ya con Internet la cosa ha variado de manera notoria y ostensible. Puedes visualizar distintos periódicos y detenerte en los aspectos que te resulten más interesantes. Uno, en un ejercicio de “ranciocinio” le sigue gustando mancharse la yema de los dedos con la tinta fresco del periódico de cada mañana. Algunos periódicos digitales han introducido, en el campo de los articulistas, una ventana abierta a los lectores llamada “comentarios”, donde puedan expresarse libremente. Suelo leerlos y en ciertos momentos me producen una cierta desazón. Mayoritariamente suelen expresarse a través del anonimato y, en no pocas ocasiones, le “dan caña” al articulista utilizando –o rayando- el insulto y la descalificación. ¿Para esto quiere alguna gente la libertad? ¿Qué entienden algunos energúmenos por expresarse libremente? Lo hay incluso que son “comentaristas de cámara”. Se pegan a un articulista y no lo dejan ni a sol ni a sombra. Los articulistas de la prensa sevillana tienen que desarrollar su campo periodístico intentando salirse lo menos posible del estrecho –pero necesario- marco de lo local. En lo político, social o cultural prima –o debe primar- aquello que afecta de manera más directa a sus potenciales lectores. Sinceramente creo que no es tarea fácil y, más con el añadido, de estar encuadrados dentro de una línea editorial. Esto no es ni bueno ni malo, sino que forma parte de la realidad cotidiana. Si escribes un artículo laudatorio sobre nuestra Semana Santa siempre habrá alguno que te acuse de “tradicionalista” y “capillita”. Si lo haces en sentido negativo serás pasto de las llamas de la Inquisición virtual. Si escribes bien del PSOE eres un “estomago agradecido” y dirán que “se te ve el plumero”. Si los elogios los aplicas al PP ya ni te cuento. Eres una “facha” encubierto que añoras los tiempos del franquismo. Para colmo los francotiradores de los “comentarios” siempre prestos a disparar desde las azoteas. Cuando compras un periódico y, asumiendo que adquieres uno que no te provoque sobresaltos ideológicos, la cosa discurre por aguas tranquilas. Ahora en Internet y con el añadido de los “comentarios” la cosa es bien distinta. En una hora puedes visionar cuatro o cinco periódicos, y sumar la misma dosis de complacencia que de cabreo. La Democracia adquiere su grandeza en las derrotas electorales y nunca en las victorias. Ser demócrata a “caballo ganador” no tiene mérito. Serlo cuando has perdido y, por extensión, asumir deportivamente la derrota es el verdadero significado de la Democracia. Puedes, y debes, discutir cosas que leas, veas o escuches con las que no estés de acuerdo. Pero si solo eres capaz de utilizar el insulto, la descalificación y el exabrupto apaga y vamonos. El respeto a la diversidad y el libre y necesario contraste de opiniones es lo que hace libre a los pueblos. Todavía hay gente en este sufrido país nuestro creyendo firmemente que la Democracia sirve fundamentalmente para que cada uno haga lo que le salga de los coj…. Así nos fue el pasado. Así nos va en el presente y, esperemos que el futuro alumbre verdaderos demócratas.

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