“No sabes acaso que la luna es fría,
porque dio su sangre para las estrellas”.
(Canción popular canaria)
La luna se reflejaba en la corteza del mar a través de un poema con forma de beso de plata. Desde la abarrotada patera se vislumbraba a lo lejos la luz circular de un faro. Aterido de frío y abatido por el hambre y la dureza de la ya larga travesía, soñaba con calles de ciudades huérfanas de miseria y hambre. Acababa de cumplir los 16 años de edad y atrás había dejado su tierra de hambruna inmisericorde. Buscaba nuevos horizontes, creyéndose de verdad que la Tierra es redonda y no debe –o debía- tener fronteras. En aquella frágil embarcación bautizada con el nombre de patera navegaban mujeres embarazadas; hombres escuálidos de hambre y pena; adolescentes ansiosos por conocer la opulenta Sociedad de Consumo de los países “ricos” y, niños de hermosos ojos desorbitados durmiendo su desamparo de siglos bajo un protector manto de estrellas. Les cubría el mantón que borda Dios en las noches marinas de luna clara. Con cada mecida del mar se acurrucaba con los otros, buscando aumentar su poco calor con el de los demás. Había gastado sus pocas pertenencias en conseguir pasaje en esta patera que, a la postre, se configuraba como el “yate” de los desheredados de la Tierra. Mercaderes sin escrúpulos lucrándose de la imperiosa necesidad de huir de la miseria y el hambre. La travesía, después de 48 horas de incierta navegación, se hacia eterna. Sabían que se acercaban a las costas de Andalucía pero ignoraban cuando, como y a donde llegarían. Mientras observaba aliviado como se acortaba por momentos la distancia que les separaba del faro, vio a lo lejos acercarse una lancha con dos potentes reflectores adosados a la proa de la misma. Pasaron unos minutos interminables hasta que desde la cercana embarcación le lanzaron una confortadora consigna a través de un megáfono:
-- ¿Alguno de vosotros habla español?
Recibió la callada por respuesta. Gesticulando con las dos manos les dijo:
-- ¿No? Bueno quedaos tranquilos y sin hacer movimientos bruscos.
Les lanzaron un grueso cable y le hicieron ademanes para que la amarraran a algún sitio sólido y seguro.
-- Estáis en Almería y vamos a remolcaros hasta el muelle.
Fue el joven Brahim quien ató el cable a una argolla que despuntaba en la parte frontal de la patera. Su historia andaluza, y la de los demás, empezó cuando fueron arrastrados por espíritus solidarios hacia la tierra prometida y, la mayoría de las veces, fuente de grandes desengaños. El “Desembarco de Normandía” transformado en el “Desembarco en Almería”.
(Brahim Sidati Ahmed llegó a la Costa almeriense en patera un 14 de febrero de 1997. Compaginó estudio y trabajo -en el campo- durante toda su juventud. Terminó la carrera de Medicina el 14 de junio del 2008. En la actualidad ejerce de médico en uno de los hospitales más importantes de Hamburgo. Esta casado con una alemana y tiene un niño hermosísimo. Se aficionó al Flamenco en Almería y en sus desplazamientos por la Ciudad alemana siempre va escuchando a Tomatito en su MP3. Me lo presentaron en una Bienal de Flamenco de Sevilla y desde entonces mantenemos regulares contactos. Sigue estudiando y colabora activamente en la dura lucha contra la hambruna y la miseria en el mundo. La lunita plateada que lo recibió en la costa almeriense nunca dejó de brillar para él).
porque dio su sangre para las estrellas”.
(Canción popular canaria)
La luna se reflejaba en la corteza del mar a través de un poema con forma de beso de plata. Desde la abarrotada patera se vislumbraba a lo lejos la luz circular de un faro. Aterido de frío y abatido por el hambre y la dureza de la ya larga travesía, soñaba con calles de ciudades huérfanas de miseria y hambre. Acababa de cumplir los 16 años de edad y atrás había dejado su tierra de hambruna inmisericorde. Buscaba nuevos horizontes, creyéndose de verdad que la Tierra es redonda y no debe –o debía- tener fronteras. En aquella frágil embarcación bautizada con el nombre de patera navegaban mujeres embarazadas; hombres escuálidos de hambre y pena; adolescentes ansiosos por conocer la opulenta Sociedad de Consumo de los países “ricos” y, niños de hermosos ojos desorbitados durmiendo su desamparo de siglos bajo un protector manto de estrellas. Les cubría el mantón que borda Dios en las noches marinas de luna clara. Con cada mecida del mar se acurrucaba con los otros, buscando aumentar su poco calor con el de los demás. Había gastado sus pocas pertenencias en conseguir pasaje en esta patera que, a la postre, se configuraba como el “yate” de los desheredados de la Tierra. Mercaderes sin escrúpulos lucrándose de la imperiosa necesidad de huir de la miseria y el hambre. La travesía, después de 48 horas de incierta navegación, se hacia eterna. Sabían que se acercaban a las costas de Andalucía pero ignoraban cuando, como y a donde llegarían. Mientras observaba aliviado como se acortaba por momentos la distancia que les separaba del faro, vio a lo lejos acercarse una lancha con dos potentes reflectores adosados a la proa de la misma. Pasaron unos minutos interminables hasta que desde la cercana embarcación le lanzaron una confortadora consigna a través de un megáfono:
-- ¿Alguno de vosotros habla español?
Recibió la callada por respuesta. Gesticulando con las dos manos les dijo:
-- ¿No? Bueno quedaos tranquilos y sin hacer movimientos bruscos.
Les lanzaron un grueso cable y le hicieron ademanes para que la amarraran a algún sitio sólido y seguro.
-- Estáis en Almería y vamos a remolcaros hasta el muelle.
Fue el joven Brahim quien ató el cable a una argolla que despuntaba en la parte frontal de la patera. Su historia andaluza, y la de los demás, empezó cuando fueron arrastrados por espíritus solidarios hacia la tierra prometida y, la mayoría de las veces, fuente de grandes desengaños. El “Desembarco de Normandía” transformado en el “Desembarco en Almería”.
(Brahim Sidati Ahmed llegó a la Costa almeriense en patera un 14 de febrero de 1997. Compaginó estudio y trabajo -en el campo- durante toda su juventud. Terminó la carrera de Medicina el 14 de junio del 2008. En la actualidad ejerce de médico en uno de los hospitales más importantes de Hamburgo. Esta casado con una alemana y tiene un niño hermosísimo. Se aficionó al Flamenco en Almería y en sus desplazamientos por la Ciudad alemana siempre va escuchando a Tomatito en su MP3. Me lo presentaron en una Bienal de Flamenco de Sevilla y desde entonces mantenemos regulares contactos. Sigue estudiando y colabora activamente en la dura lucha contra la hambruna y la miseria en el mundo. La lunita plateada que lo recibió en la costa almeriense nunca dejó de brillar para él).
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