viernes, 27 de julio de 2012

Hoy por ti y mañana por mí


Posiblemente Sevilla tenga defectos y virtudes que, a pesar de entender que son exclusivos de ella, puedan ser extrapolables a las demás ciudades españolas y/o mundiales. Con el paso de los años he llegado a algunas conclusiones sin considerar, no obstante, que las mismas hayan alcanzado el rango de definitivas. Creo sinceramente que nuestra Ciudad es corporativista en las formas pero pocas veces en el fondo. Se busca un elemento común y nos aglutinamos en torno al mismo. Un Barrio; una Hermandad; un Equipo de Fútbol; un Partido o Sindicato; una actividad profesional y/o empresarial y, en definitiva, todo aquello que nos aglutine social, profesional, ideológica o corporativamente. Lo importante es que funcione el “hoy por ti y mañana por mí”. La solidaridad cuando es honesta y sincera nace del fondo más bondadoso de los seres humanos. El corporativismo es, prioritariamente, una inversión que hacemos con los demás para cubrirnos nuestras espaldas. Recuerdo en el pasado junio un “caso” que ciertamente dejó perpleja a la ciudadanía española. Don Carlos Dívar, a la sazón Presidente del Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), había gastado unos cuantos miles de euros en hoteles y cenas en la Costa del Sol. Se le acusaba de haber dilapidado dinero público en el desarrollo de su vida privada. Él argumentaba que sus desplazamientos eran por motivos profesionales (¿tan difícil le resultaba demostrarlo?) y no privados. Pudimos asistir, en toda su plenitud, a la puesta en escena de la ceremonia del corporativismo. Después, cuando el asunto quemaba, lo dejaron solo “a los pies de los caballos” (poner la mano en el fuego por alguien tiene un pase, pero ya quemarse por –con- los demás es otra cosa). En Sevilla el corporativismo es falaz por su propia naturaleza. En esta Ciudad el necesario equilibrio que dimana del sentido común ni está ni se le espera. Atamos dogmatismo y nihilismo con la misma cuerda. Te dicen: “Sabes que cuentas conmigo para lo que sea” y ese “lo que sea” tendrá fecha de caducidad según el devenir de los acontecimientos. Luego vendrá toda una catarata de –falsas- valoraciones para justificar lo injustificable. Alguna gente quiere, a costa de lo que sea, adquirir la categoría de personaje en una Ciudad saturada de personajillos. Ellos, acompañados por sus eventuales “padrinos de guardia”, se postulan para toda clase de honores e insisten en mantenerse en el añejo y obsoleto mundo de los figurones, cuando aquí siempre terminan mandando los pragmáticos. Mi inveterada costumbre de no entrar en polémicas estériles no ha hecho más que acrecentarse con el paso de los años y, por ello, omitiré algunas situaciones desarrolladas en la Ciudad bajo el filtro del corporativismo. Todo, eso si, al sevillano modo. ¿Quién recuerda hoy aquel Pregón –absorbido por el tiempo- que si no se pronunciaba quedaría inconcluso el “Círculo mágico de la Ciudad”? Esta Sevilla de nuestros amores y desvelos puede con todo y con todos. Aquí nacieron Bécquer, Velázquez, Turina, Murillo, Antonio Ruiz Soler, Domínguez Ortiz, Cernuda, Manuel Serrapí, Machado, Aleixandre…y todos, gracias a Dios, se mantuvieron al margen del corporativismo. Los genios se nutren de lo exteriormente interesante para, en un ejercicio de introspección, dejarnos individualmente el testimonio de su eterno e imperecedero legado. Lo dicho: “Hoy por ti y mañana por mí…..y después ya veremos el rumbo que toman las cosas”.

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